Un giro inesperado

By MariaPadilla_

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Los caminos de Alice y Nicholas no estaban destinados a coincidir... o eso creía ella. Todo en ellos era dist... More

Sinopsis
Antes de leer
1. Amigo de un famoso
2. ¿Quieres ser monja?
3. Nicholas Blake
4. Primera sonrisa
5. La chica del capitán
6. ¿Prefieres el soccer?
7. Eres hermosa
8. ¿Has jugado Beer Pong?
9. Podría besarte
10. Cultura general
11. Siempre serás mi Lissie
12. Curaré tus heridas
13. ¿Te quedas a dormir?
14. Serás mi perdición
15. Necesito un abrazo
16. Prometo portarme bien
17. Diversión con alcohol
18. Precioso tormento
Especial: El secreto
20. Piano en miniatura
21. Te quiero mucho
Especial II: La chica del bar
22. Rendido por ti
Especial III: Clases de química
23. Me aterra arruinarlo
24. Te deseo
25. No quiero que te detengas
26. Jamás seré capaz de olvidarte
27. Primer baile contigo
28. La última c
29. Te retendría toda una vida
30. Siempre podrás refugiarte en mí
31. Eres una piedra
32. No me dejes

19. Gracias por ser tú

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By MariaPadilla_

21 de noviembre, 2018.

—Corazón, ¿estás bien?

Mordí mi labio inferior mientras veía mi reflejo en el espejo del baño. Una hora antes, desperté sobre el pecho de Nicholas.

Repitamos eso último.

Desperté. Sobre. El. Pecho. De. Nicholas.

El dolor de cabeza fue instantáneo, por eso se me hizo arduo recordar de inmediato cómo había acabado ahí; envuelta en sus brazos y demasiado cómoda como para pensar en otra cosa que no fuera el calor que desprendía su cuerpo y lo segura que me sentía gracias a esa cercanía.

Luego, las imágenes fueron llegando poco a poco, y cada una fue peor que la anterior. Aún me negaba a creer que todo fue real y no una pesadilla.

Una pesadilla que consistía en mí queriendo quitarme la camiseta frente a Nicholas y él impidiéndolo, en mí deseando tocar su tatuaje, en mí pretendiendo besarlo y que me esquivara... En mí llevando la camiseta al revés y colocándola de forma correcta frente a él, en mí manoseándolo y repartiendo besos en su hombro y cuello sin ningún tipo de vergüenza.

Y lo peor:

En mí confesándole que me importaba.

Cuando cada maldito recuerdo estuvo asentado en mi cabeza, la vergüenza me llevó a salir de sus brazos y encerrarme en el baño. Y supongo que los minutos escondida aquí despertó la preocupación de Nicholas, porque ahora estaba del otro lado, tocando la puerta.

Preguntó más de una vez si me encontraba bien, pero yo no había tenido la valentía de responderle. ¿Cómo podría hablarle o siquiera mirarlo a la cara después de todo eso? Quería cavar un hoyo y enterrarme en él hasta nuevo aviso.

—Alice... —Tocó con suavidad la puerta otra vez—. Solo dime que estás bien, por favor.

Cerré los ojos, apoyándome en el lavabo. Dioses, ¿por qué decidí beber? Solo me había embriagado dos veces antes de ayer y nunca me arrepentí tanto de todo lo que hice el día anterior.

—Joder, preciosa, di algo.

Masajeé un poco mi cráneo. ¿Por qué dije e hice tantas estupideces? Jesús... El alcohol y yo no nos veríamos la cara en mucho tiempo luego de esta traición. Estaba demasiado avergonzada.

—Voy a derribar la puerta si no respondes en los próximos treinta segundos.

Abrí los ojos, alarmada. ¿Qué él haría qué? No... No se atrevería, ¿o sí?

—Treinta, veintinueve, veintiocho...

Mierda, ¿y si en serio lo hacía?

Sacudí la cabeza, renuente a la idea. No, no podría hacerlo.

—Diecinueve, dieciocho, diecisiete...

Nah, no lo haría.

—Diez, nueve, ocho...

Mis nervios incrementaron.

—Cinco, cuatro, tres...

Finalmente, la incertidumbre pudo conmigo. Me apresuré a abrir la puerta antes de que alcanzara el cero. Su suspiro de alivio fue lo primero que me recibió, luego sus brazos lo hicieron cuando me pegó a su pecho en un rápido movimiento y enterrara la nariz en mi cabello.

—Maldición, Alice... No vuelvas a hacer eso. Creí que te había pasado algo.

No dije nada y me limité a devolverle el abrazo con algo de timidez. Al separarnos, me costó encontrar sus ojos sin sonrojarme.

—L-Lo siento. Por... Por todo lo de anoche —murmuré.

Él frunció el ceño.

—¿Por qué exactamente te estás disculpando?

Desvié la mirada, apenada.

—Insistir en tocarte, las tonterías que dije, intentar besarte sin tu consentimiento, todo... —Con cuidado, depositó una mano en mi mejilla, deteniendo mis palabras.

—Eres la única persona que siempre tendrá mi consentimiento para besarme.

—Pero...

—Solo lo impedí porque estabas ebria; quien no tenía el consentimiento para devolver ese beso era yo.

A falta de palabras, negué con la cabeza. Cuando creía que no podía gustarme más, él... me sobrepasaba. En todos los sentidos. Y ni hablar de las cosas que dijo anoche. Ese «Quiero incrustarme en tu mente tanto como tú lo estás en la mía» o «Tú también me importas, corazón» aún rondaban mi cabeza.

Si tuviera que hacer una lista de palabras u oraciones que me habían dedicado y hacían que mi corazón se calentase, estaría llena de cosas que Nicholas me dijo este último mes.

A pesar de lo que acababa de decir, aún no me sentía con la confianza suficiente de tomar la iniciativa y besarlo en los labios (esa seguridad solo la tuve borracha), así que cuando me puse de puntillas, besé su mejilla y sus brazos me envolvieron de nuevo. Suspiré contra su hombro, rodeándole el cuello.

No tenía idea del cúmulo de emociones a las que me enfrentaría cuando pisé esta casa. Y algo me decía que Nicholas, por las orgánicas acciones que podrían parecer ser coordinadas con anticipación de lo bien que funcionaban para cautivarme, sí lo sabía.

—¿Te gustan los abrazos? —pregunté, atontada por su aroma. Este era el segundo que me regalaba en menos de cinco minutos.

—Me gusta abrazarte a ti.

Esta vez, al separarnos, no me sonrojé, pero sí sonreí.

—Yo... —Miré mis manos—, creo que nunca le había dicho esto a alguien, tampoco estoy segura de que tenga mucho sentido, pero... Gracias por ser tú.

No podía asegurar que lo entendió completamente; había mucho detrás de ese gracias. Aunque tal vez... sí lo hizo, porque cuando alcé la mirada, sus ojos me veían como si fuera la lluvia tras una larga sequía.

No deseando una respuesta, antes de que me diera una, cambié de tema. Miré los tenues rayos de sol que se filtraban por la ventada.

—¿Qué hora es?

Primero lució un poco desorientado, luego recobró la compostura.

—Las once.

—¿¡Las qué!?

¿Acaso escuché mal? Porque esperaba, en serio esperaba que sí.

—Las once —repitió, divertido.

Oh, mierda.

—Tú... ¿Por qué rayos luces tan tranquilo? ¡No fuimos a la universidad! ¡Faltaste a tu práctica de hoy!

—Tampoco llevaste a Olivia a la escuela...

Agrandé los ojos, aún más alarmada.

Mierda, mierda, mierda.

Papá... Él me desheredaría si se enteraba de que Olivia no asistió a la escuela porque el día anterior me emborraché y olvidé activar la alarma de mi teléfono.

Sabía que jugar verdad o reto un martes no era buena idea.

—Repito: ¿por qué rayos luces tan tranquilo?

—Bueno, al principio no lo estaba, pero luego tardaste una hora encerrada en el baño y el entrenamiento me importó una mierda.

El rubor cubrió mis mejillas. Ladeé la cabeza, nerviosa.

—El entrenador Hotch va a castrarte, capitán.

Si algo había aprendido de observar sus prácticas era que su entrenador no perdonaba nada. Más veces de las que podía contar lo había escuchado gritar cómo la condescendencia creaba «jugadores» y la rudeza «deportistas».

—Sí —coincidió, haciendo una mueca. Eso despertó un eco de culpa en mi interior.

—Lo siento. —Giré un poco el brazalete de mi muñeca izquierda—. Yo fui quien aceptó la idea de Lucas y...

—Si continúas disculpándote por cosas que no te corresponden, Alice... —Su cuerpo, que aún estaba muy cerca del mío por el reciente abrazo, me acorraló contra el marco de la puerta—, me veré obligado a reformar esos modales. Y no querrás saber cómo.

Entreabrí los labios, paralizada. Él... ¿Él acababa de insinuar lo que yo creo que insinuó o me lo estaba imaginando?

—E-Eres un...

Ambos nos sobresaltamos un poco cuando mi teléfono comenzó a sonar sobre el escritorio. Nicholas suspiró, recargando su frente en la mía.

—Espérame para preparar algo juntos de desayunar. Ya vuelvo. —Se separó, caminando hacia la puerta.

—¿A tomar otra ducha? —pregunté, divertida, recordando cómo anoche desapareció unos minutos por dicha razón.

Se dio la vuelta, viéndome con suspicacia.

—Oh, ¿quieres hablar sobre lo que sucedió anoche? Porque yo estaría encan...

—Te espero —lo interrumpí, apresurada.

Riendo, salió del cuarto. Yo me acerqué a mi escritorio para descolgar la llamada que nos interrumpió. Casi sufrí un infarto al leer la pantalla.

Papá.

Él no nos llamaba en las mañanas.

Fue un placer contarles esta historia, amigos.

—¿Cómo está el mejor pap...?

—Quiero saber dos cosas, amor. —A pesar del apodo cariñoso, su voz se escuchaba seria—. La primera es por qué recibí una llamada de la escuela de Olivia preguntándome por qué no había asistido a clases —hizo una pausa—. Y la segunda y de la que espero una mejor excusa, es por qué no me habías dicho que el hijo de Marcus lleva un mes con ustedes y no me habías informado nada.

Oh, ángeles...

No tenía una excusa compleja ante la segunda. Era solo que... escucharlo hablar tan entusiasmado de cómo le estaba yendo en el proyecto y los buenos resultados que obtenían, más lo agotada que se escuchaba su voz a pesar de la emoción cuando se comunicaba conmigo y Olivia en las noches, que supongo que priorizaba informarle que estábamos bien y omitía lo demás para que tuviera más tiempo de descansar.

—Papá...

—Estuve muy sorprendido cuando Marcus me comentó lo bien que estaban conviviendo, porque su hijo, a diferencia de mi hija, sí es comunicativo con su padre.

—Papá...

—Sabías que no iba a suceder nada, amor. Soy un padre moderno... o al menos trato de serlo —suspiró—. Y tenía claro que eso podía pasar porque es su casa.

—Papá...

—Y también tengo claro lo que puede pasar con dos chicos contemporáneos viviendo bajo un mismo techo. También fui joven. Olivia y tú son lo que más amo en este mundo y por eso debo cuidarlas y enseñarlas a hacerlo... de todas las formas.

Esto debía ser una broma.

—Papá...

—Claro que a Olivia no le debo dar esa charla hasta treinta años más y creí que a ti tampoco, sin embargo...

—¡Por Dios, papá, detente! —me llevé una mano a la cara, avergonzada del giro que dieron sus palabras—. No necesito esa charla.

No se escuchó nada del otro lado hasta varios segundos después.

—Ni siquiera quiero saber que significa el que no la necesites, jovencita.

—Utilizar «jovencita» no es de un padre moderno, papá —intenté desviar el tema con una broma.

—No intentes distraerme, jovencita —repitió el apodo, a propósito—. Heredaste esa mala costumbre de mí, así que no puedes pretender que no me daré cuenta. Ahora, espero tu respuesta a las dos preguntas iniciales.

Suspiré, tratando de maquinar rápidamente adornadas formas de explicarle.

—Verás, papi...

(...)

Mientras bajábamos las escaleras, sostenía la pastilla para la resaca que Nicholas buscó para mi en su cuarto. Al parecer, ese fue su propósito al salir de la habitación minutos atrás, también intentar comunicarse con su entrenador.

Olivia no se encontraba en su cuarto, por lo que al escuchar ruidos provenientes de la cocina, ambos nos dirigimos a la estancia.

La imagen que nos recibió fue casi de revista.

Stella, Hazel, Olivia, Lucas y los gemelos estaban desayunando tranquilamente en el comedor mientras reían de algo que acababa de decir el rubio.

Quien no los conociera, creería que era alguna extrañada reunión de amigos en la que se estaban poniendo al día luego de mucho tiempo sin verse. Lucían tan relajados, que en lugar de parecer un miércoles en el que todos faltamos a la universidad, parecía un fin de semana.

Al detallar la mesa, mis ojos se ampliaron. Ellos... debieron vaciar toda la alacena y refrigerador para llenarla de esa manera. Todo lo que podías imaginar para desayunar, estaba sobre ella; desde huevos, tocino y hot cakes, hasta sándwiches, croissants, cereal, frutas... ¿eso eran fresas con chocolate?

El rostro de ninguno reflejaba alguna clase preocupación. ¿Y lo más curioso de todo? Que la niña astuta que tenía como hermana menor, se encontrara sobre en el regazo de James mientras este la ayudaba a comer y le dedicaba toda su atención.

No sabía si alarmarme o felicitarla por su talento natural para la actuación, siendo que en este momento interpretaba muy bien el papel de niñita inocente que aún no era capaz de comer por sí misma. Y eso no era así. Olivia incluso se negaba a que la ayudásemos a hacerlo porque «ya no era una niña y podía hacerlo sola». Sin embargo, ahora no parecía importarle y estaba más que feliz recibiendo los pedacitos de Hot cakes que el pelirrojo le proporcionaba. Increíble.

Si Stella no quería la atención de James, la pequeña de cinco años sí la quería.

E inteligentemente la estaba consiguiendo. ¡Esa es mi sangre!

Jared fue el primero en reparar en nosotros.

—¡Vaya! Pero si la parejita decidió despertarse —sonrió, divertido—. Llegaron tus papis, Olivia —nos señaló.

—¿Papis? —preguntó, confundida.

—¿El chiste viene aparte o este es el momento en el que me tengo que reír, idiota? —masculló el pelinegro.

—Ay, pero que temperamento —negó con la cabeza en desaprobación—. Creí que te despertarías de mejor humor, Nicki Tricki, estás cumpliendo tu sue...

—Cállate.

—Buenos días para ti también, Jared. —Alcé una ceja.

—Buen día, amor —me guiñó un ojo.

Y como si de una de una reacción automática se tratara, el brazo de Nicholas envolvió mi cintura en un gesto posesivo.

Eso era nuevo. Lo miré, interrogante.

—Reflejo —explicó, sonriendo como niño bueno y retirando su brazo.

—Les dejamos desayuno —informó Hazel con una sonrisa amable.

—Es lo mínimo que podían hacer luego de ultrajar nuestra alacena. —Nicholas arrugó las cejas.

—Ustedes fueron unos pésimos anfitriones al no preparar el desayuno para sus invitados —James lo miró mal—. No puedes quejarte por haberlo hecho nosotros mismos, desagradecido.

—Es que no son mis invitados. Ustedes se invitaron solos.

Fue cómico como Jared y James casi parecieron coordinarse para llevar una mano a su pecho y mirar lastimados a Nicholas.

—¡Claro que no! A mi me invitó Jared —se defendió Hazel.

—Pregúntale quién lo invitó a él.

—Soy tan genial, que no necesito invitación —se encogió de hombros el pelirrojo.

—¿Por qué no fueron a la universidad si parece que se despertaron temprano para preparar todo eso? —señalé la mesa, curiosa.

—El entrenador canceló la práctica —respondió James.

—¿Qué? —se desconcertó Nicholas.

—Vaya, Nicki Tricki, ¿qué tan distraído estabas para no leer el mensaje que dejó en el grupo? —alzó una ceja Jared, sugerente.

Nicholas lo ignoró, entornando los ojos.

—Yo no tengo clases hasta la tarde —explicó Hazel.

—Yo me desperté hace media hora —se encogió de hombros Stella.

—Y yo no tengo excusa —dijo Lucas antes de atragantarse un croissant.

Nicholas posó una mano en mi espalda baja para dirigirnos a los únicos puestos sobrantes en una de las esquinas de la mesa. Antes de sentarnos revolví el cabello de Olivia cuando pasamos cerca la silla de James. La pequeña nos sonrió antes de recibir otra porción de sus hot cakes.

La felicidad personificada.

Luego, llené mi plato con frutas y cereal.

—¿Quién hizo todo esto? —pregunté, llevándome una fresa con miel a la boca.

—Yo —alardeó Jared.

Su hermano rio entre dientes y yo lo miré, desconfiada.

—Bastardo mentiroso —reprochó Hazel—. Tú no hiciste nada, Olivia contribuyó más que tú.

—¿Qué es bastardo? —le preguntó Olivia a James.

—¡Yo era el degustador de platos!

Y aquí vamos...

—¡Nadie te...!

Mis oídos dejaron de escucharlos cuando sentí una cálida mano deslizarse lentamente por mi muslo hasta detenerse a centímetros de mi rodilla por debajo de la mesa. De inmediato, miré al dueño de esa traviesa mano. Mi corazón dio un salto cuando reparé en la media sonrisa en los labios de Nicholas, que seguía comiendo de su desayuno como si nada.

—Nicholas... —susurré, sonrojada.

—No nos están prestando atención, preciosa.

Deslicé la mirada por los demás, verificando su respuesta. Todos estaban concentrados en la discusión de Jared y Hazel.

—Hoy estás más cariñoso de lo usual.

—Soy cariñoso con la gente que me importa y tú me importaste desde el primer momento, preciosa, solo que ahora sé que es algo recíproco, ¿no?

Dejé salir el aire que estaba reteniendo sin darme cuenta.

—Es recíproco —afirmé, posando mi mano sobre la suya.

Me dio una mirada breve antes de volver a ver su plato.

—Estoy llegando a creer que eso de las muestras públicas de afecto es un plan malvado en contra de mi autocontrol... Cada segundo es más difícil no besarte frente a todos. —Apretó un poco el agarre en mi pierna y yo reí.

Justo cuando iba a responder, Jared lo llamó para preguntarle si Hazel era así de insufrible con él también, concluyendo la pequeña conversación. Regresé la atención a mi desayuno, pero la sensación de una mirada hizo que levantara la vista, encontrándome con la ceja alzada de Stella, que me veía con una clara oración pintada en su rostro: «Me vas a explicar con lujos de detalles lo que acabo de ver».

(...)

23 de noviembre, 2018.

Estúpido viernes y estúpido Diego.

Tom estaba resfriado, así que Stella y yo habíamos tenido que aguantar a su intolerable hijo toda la semana.

—Acaba de ocuparse la mesa siete, ojitos. Es de las tuyas. —Hizo un ademán con las manos para que me apresurara a atenderlos.

Apretando los labios, me dirigí a hasta ella.

Había algo desagradable en que te recuerden las cosas que ya sabes que debes hacer. Y más que parecerme desagradable, me molestaba.

Les eché un vistazo a los tres chicos que ocupaban la mesa antes de recitar la conocida bienvenida al bar.

—... Y como todos los viernes, tenemos disponible el especial de dos cervezas por...

—¿Estás incluida en ese especial, muñeca? —preguntó uno de ellos, logrando que los demás que lo acompañaban rieran.

Suspiré con pesadez, reteniendo las palabras que querían salir de mi boca. Por esto odiaba atender a los grupos. Siempre había uno que se hacía el gracioso para llamar la atención de los demás.

—No —me limité a responder.

—Qué lástima —se encogió de hombros—. Entonces nos iremos por una ronda de cervezas.

—Chicos, lo siento —dijo la voz de otro que se venía acercando a mi espalda—. Un idiota rayó mi auto con su moto y... ¿Lissie? —preguntó el desconocido.

Me di la vuelta, extrañada. Elevé las cejas cuando mis ojos enfocaron a mi polémico amigo de la infancia. ¿Cómo no reconocí el apodo?

—Mattie.

Iba vestido con ropa deportiva, como si acabara de salir del gimnasio.

—¡Sí eres tú! —se detuvo a unos buenos centímetros de distancia y sonrió, entusiasmado—. ¿Por qué en estos últimos años nunca nos vimos y ahora pareces estar en todos lados? No sabía que trabajabas aquí.

—Supongo que la ciudad es más pequeña de lo que creemos. —Le sonreí con amabilidad, sosteniendo mi libreta con un poco de fuerza—. ¿Vienes con...?

—Oh, sí. Ellos son mis amigos —posó las manos en mis hombros y me giró de vuelta a sus amigos—. Kylan, Adam y William —los señaló en orden— y chicos, ella es Lissie. Mi Lissie —dio un leve apretón en mis hombros.

Me inquietó un poco que aquel pronombre posesivo no sonara tan inocente.

El rubio de ojos cafés era Kylan, el que tenía algunos mechones azules en su cabellera castaña era Adam (mismo que trató de hacerse el gracioso) y el moreno con rulos era William. Bien, lo capté.

—Así que tu Lissie, ¿eh? Creí que se llamaba Alice —dijo Adam.

—Yo diría que es más la chica de Blake que tu Lissie —agregó el moreno, serio.

¿La chica de...? ¿Ellos también conocían a Nicholas? ¿Cómo me conocían a mí si yo nunca los había visto?

—No soy la chica de nadie.

—Y menos de ese idiota. —Matthew frunció el ceño hacia ellos, quienes solo lo miraron divertidos.

—¿Entonces una ronda de cervezas? —retomé la orden que estaban haciendo antes de que él llegara. La conversación ya comenzaba a incomodarme.

—Sí, muñeca.

—Bien, ya vuelvo.

En pocos minutos, las cervezas estuvieron sobre su mesa. Matthew me agarró del brazo antes de que me marchara, queriendo ponernos al día, pero luego de una rápida excusa entendió que debía seguir trabajando.

Cuando mi turno estuvo a punto de acabar, vislumbré desde la barra como él y sus amigos se levantaron de la mesa con la intención de marcharse. Sus ojos buscaron los míos por todo el bar. Al encontrarme, sonrió con satisfacción y se acercó.

—Espero volver a verte pronto, Lissie.

—Seguro que sí. Encontrarnos sin planearlo es lo nuestro, ¿no?

Asintió, divertido. Diego había entrado a la pequeña oficina detrás del establecimiento y eso me relajaba un poco.

—¿Pensaste lo que hablamos por mensajes? —preguntó, desorientándome por un instante. Más tarde lo recordé:

Aquella rara historia con Emily.

—Por el momento... estoy bien en mi ignorancia —mentí.

No estaba bien en mi ignorancia. Quería saber quién era ella, por qué su nombre afectaba tanto al chico con el que ahora vivía y cómo ella los conectaba. Pero no de él. Quería escucharlo de Nicholas.

—Veo que seis años después todavía no has aprendido a mentir, Lissie —rio entre dientes, apoyando el codo en la barra y acercándose más a donde yo estaba.

Por inercia, casi di un paso atrás, pero él fue más rápido en tomar mi mano y acercarse lo suficiente para depositar un corto beso cerca de mis labios a modo de despedida. Me paralicé por un momento.

¿Qué...?

Luego, creo que verificó algo a mis espaldas, no podía afirmarlo. Eso fue extraño.

—Nos vemos. —Sonrió por última vez y se dio la vuelta, encaminándose a la salida.

A los segundos, percibí la cabellera azulada de su amigo, Adam, pasar algo apresurado por mi lado.

•••

Si eres #R, por favor, no hagas spoiler :(

Gracias por llegar hasta aquí, prontito se viene el especial de Olivia y Nick <3

Pueden encontrarme en Instagram y en Twitter como: @cuerpolector 🤍

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