Culpa mía © (1)

By MercedesRonn

69.4M 3M 1.4M

Culpa mía es una película basada en la trilogía "Culpables" - Próximamente disponible en Amazon Prime. ¡Dispo... More

Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Epílogo
Capítulo 51
Epílogo
Mensaje ;)
Mensaje 2.0
Los premios Wattys 2016
Sinopsis Culpa tuya
Prólogo Culpa tuya
Capítulo 1 Culpa tuya
#MyWattysChoice

Capítulo 43

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By MercedesRonn

NOAH

Me daba miedo lo rápido que estaban yendo las cosas. Después de lo que me había ocurrido con Dan, la posibilidad de volver a enamorarme no en- traba en mis planes; no obstante, ahí estaba: completamente perdida por mi hermanastro, el último chico con el que hubiese podido imaginarme tener una relación. Quizá todo habría sido más fácil si me hubiese enamorado de un chico como Mario, pero sabía que no habría funcionado. Desde que le había dicho que solo íbamos a ser amigos, no había vuelto a ponerse en contacto conmigo. Estaba claro que no le interesaba lo suficiente. En cambio, con Nick, aunque todo era una locura, me hacía sentir tan bien que no podía quejarme. Me asustaba las ansias que tenía de estar con él, incluso cuando estábamos separados por un intervalo pequeño de tiempo mi corazón sufría por su ausencia, y aquello era preocupante de verdad. Tampoco podía evitar que me temblasen las piernas nada más verlo y qué decir de cuando me besaba o hacíamos el amor. Estaba literalmente en una nube y si no hubiese sido por las amenazas de las cartas ahora mismo habría sido la persona más feliz de la Tierra.

Era consciente de que no podía seguir callándome lo de las cartas, pero no quería mencionar el nombre de mi padre a mi madre. Ella había sufrido tanto o más que yo los abusos de ese hombre y ahora que estaba felizmente casada no podía traer de vuelta esos recuerdos, pero ¿qué podía hacer? Mi padre estaba en la cárcel, no saldría hasta al cabo de muchísimos años y era prácticamente imposible que me pusiese una sola mano encima. Así que todo tenía que ser cosa de Ronnie. De alguna forma se había enterado de mi tortuoso pasado y lo había sacado a la luz para asustarme y poder darme donde más me dolía. Por ese motivo decidí que la única persona adecuada para ocuparse de todo ese lío tenía que ser Nicholas.

Aquella noche después de la fiesta a la que íbamos por primera vez como pareja, se lo contaría. Se subiría por las paredes y seguramente me recriminaría el no habérselo dicho antes, pero temía su reacción y también temía lo que el mafioso de Ronnie podía llegar a hacerle.

Por eso intenté disimular mi estado de ánimo cuando llegamos a la fiesta de la hermandad de los amigos de Nick y puse mi mejor sonrisa cuan- do me abrió la puerta para ayudarme a salir del coche. Desde que habíamos empezado con aquella relación se había transformado: el Nicholas que ha- cía poco defendía que las tías podían abrir una puerta solas y que no necesitaban escolta había desaparecido para dejar paso a un auténtico caballero. No es que yo muriese por todos aquellos detalles exagerados y tal vez un poco anticuados, pero sí que me gustaba saber que solo los tenía conmigo y con nadie más.

—¿Te he dicho ya que me va a costar mantener mis manos apartadas de ti esta noche? —me preguntó reteniéndome un momento contra la puerta del copiloto. Hacía bastante fresco y el vestido ajustado negro que me había puesto no era precisamente práctico.

Alcé la mirada hacia él, admirando aquellos ojos claros de pestañas inmensamente largas y negras, me perdí en ellos y en la calidez y el deseo que ocultaban. Nicholas Leister era la viva imagen de un modelo de Calvin Klein y ahora era todo mío.

—Pues vas a tener que hacerlo —repuse, entrelazando mis dedos en su nuca y acariciándole el pelo. Era difícil mantener las manos apartadas de aquel cuerpo espléndidamente esculpido—. Sabes que todo el mundo nos va a estar mirando, ¿verdad?

—Así sabrán que eres mía —afirmó inclinándose y apoderándose de mis labios. Cuando me besaba perdía completamente el hilo de mis pensamientos. Nicholas siempre llevaba la iniciativa a la hora de enrollarnos y eso era algo que me volvía loca de deseo. En aquel momento y en la oscuridad de la noche el simple roce de sus dedos en mi cintura hacía que todo mi interior se estremeciera. Poco a poco entreabrió mis labios con los suyos y su lengua penetró en mi boca, ávida de acariciar la mía con movimientos lentos y sensuales, nada que ver con cómo nos besábamos últimamente: con desenfreno y sin apenas respirar. Aquel beso me estaba derritiendo.

—Vámonos a casa —me propuso separándose un segundo y mirándome a los ojos. El deseo se reflejaba de tal modo en ellos que de sentir frío pasé a estar acalorada en un santiamén.

Sonreí.

—Están nuestros padres —argumenté apenada por aquel detalle. La última semana apenas habíamos podido estar juntos: mi madre no me había quitado los ojos de encima, hablándome o queriendo pasar el rato conmigo, y William había requerido la ayuda de Nick en el bufete casi a tiempo completo. De alguna forma, parecía que se habían puesto de acuerdo.

Nicholas gruñó contra mis labios.

—Voy a tener que buscarme un sitio y mudarme —comentó entonces dejándome de piedra.

«¿Cómo?»

—Espera, ¿qué? —le pregunté apartándome de su boca. Él me observó atentamente.

—Lo llevo pensando varias semanas... y ahora que estamos juntos creo que es una buena idea. Ya soy mayorcito y con lo que cobro en el bufete de abogados puedo permitirme algo bastante decente... Así no tendríamos que preocuparnos por nuestros padres —dijo buscando una respuesta en mi rostro.

Que Nicholas se mudara técnicamente sería lo más correcto. Eso de vivir con tu novio y tus padres en la misma casa era algo muy raro e incómodo, pero el solo hecho de pensar en no tenerlo todas las mañanas con- migo o no verlo antes de acostarme o simplemente saber que no estaría al otro lado del pasillo me producía una terrible amargura y también miedo, ya que de alguna forma me sentía segura estando él en la habitación de enfrente, sobre todo con las amenazas de Ronnie tan recientes...

—No quiero que te vayas —declaré irracional pero sinceramente.
Él me observó con atención.
—¿Quieres que sigamos ocultándonos todo el tiempo sin poder ni siquiera tocarnos? —repuso alzando la mano y trazando círculos en mi espalda—. Ya sabes que mi padre sabe lo nuestro, él no pondría ningún impedimento en que yo me fuera de casa y así podríamos pasar todo el tiempo que quisiésemos juntos... Dejaríamos atrás todo ese rollo de her- manastros si no durmiésemos puerta con puerta... Hasta tu madre lo acep- taría si no pensase que estamos enrollándonos a unos metros de su habita- ción...

Lo acerqué a mí, interrumpiéndolo.

—Lo sé, pero no ahora... no te mudes todavía, no quiero que te marches —repetí sabiendo que sonaba desesperada.

Me miró con el ceño fruncido unos segundos.

—¿Qué te ocurre, Noah? —me preguntó mirándome otra vez como si supusiese que le estaba ocultando algo.

Negué con la cabeza y forcé una sonrisa.

—Nada, nada... estoy bien, simplemente me gusta tenerte en casa, solo eso —respondí diciendo la verdad a medias.

Él me estrechó contra su cuerpo y depositó un beso rápido en lo alto de mi cabeza.

—A mí también, no te preocupes, ya hablaremos de ello —concluyó, separándose de mí y cogiendo mi mano—. Será mejor que entremos, te estás congelando.

Asentí y, juntos, entramos en la casa que, como en todas las fiestas a las que habíamos acudido, estaba a rebosar de gente. Las luces eran apenas unos destellos de colores y en un ambiente tan tenuemente iluminado la gente bailaba y bebía animadamente. Pronto nos encontramos con Jenna y Lion. Nick no me soltaba la mano y me arrastró hacia la cocina, en donde se respiraba un poco más de calma. Varios chicos estaban jugando con bolas de ping-pong y vasos de cerveza, y de inmediato Lion y Nick se les sumaron.

Jenna estaba feliz de que estuviésemos juntos y por primera vez en mu- cho tiempo me sentí integrada de verdad. Conocía a casi todos los presentes y aunque algunas personas aún me miraban con el ceño fruncido debido a lo ocurrido en las carreras, la mayoría parecía haberme aceptado de buen grado.

La noche fue genial, no bebí mucho —ya había dejado de hacer eso— y con Nick me sentía tranquila y a salvo. A mi tranquilidad también contribuía que hacía ya más de una semana que no había vuelto a recibir carta alguna. Sin embargo, mi humor decayó ligeramente cuando fui a fijarme en la hora en el móvil y me di cuenta de que no lo tenía por ninguna parte.

Mierda.

Rebusqué en el bolso y di una vuelta por el salón, que es donde había pasado la mayor parte del tiempo. Jenna se había ido al baño y Nick estaba inmerso en el juego de las bolas de ping-pong.

Lo más probable era que se me hubiese caído al bajarme del coche. Lo último que necesitaba ahora era perder mi teléfono y gastarme el poco dinero que ganaba en comprarme uno nuevo.

Salí a la calle y doblé la esquina en la que Nick había aparcado. Se oía la música procedente de la fiesta, pero fue haciéndose cada vez menos perceptible cuando seguí caminando calle abajo hasta encontrar el coche. Fuera hacía un frío glaciar, la noche estaba bastante nublada y comprendí que quizá se acercaba el momento de que viera por primera vez lluvia en la ciudad de Los Ángeles. La echaba de menos: aunque el sol me gustase más, me había criado en un lugar donde la lluvia y el frío eran el pan nuestro de cada día.

Llegué al coche y revisé la hierba que había alrededor, pero no encontré nada. Estaba a punto de regresar a la casa para pedirle las llaves del coche a Nick y buscar el móvil dentro cuando sentí la presencia de alguien tras mi espalda.

Un miedo irracional se apoderó de mi cuerpo. Era como si unos ojos estuviesen observándome fijamente. Me volví y me encontré sola en la penumbra de la noche. Con la respiración acelerada y el corazón latiéndome a mil por hora empecé a deshacer el camino, pero entonces apareció alguien: había estado escondido y no lo vi hasta que no lo tuve delante.

Era Ronnie.

—¿Adónde vas tan deprisa, preciosa? —inquirió con una sonrisa en sus asquerosos labios.

Me detuve, preparada para comenzar a gritar si hacía falta, aunque el miedo se había apoderado de mí de una manera tan real y escalofriante que temí que ningún sonido pudiera salir de mi boca.

—No sé qué es lo que quieres, Ronnie pero como te acerques a mí voy a gritar hasta quedarme sin voz —le advertí sin poder evitar que el pánico impregnara mis palabras.

—Hay alguien que quiere verte, Noah... no vas a ser tan maleducada de dejarle plantado, ¿no? —anunció aún sonriendo—. Os habéis estado man- dando cartas ¿verdad? —añadió acercándose un paso hacia mí.

Me volví hacia atrás y entonces sentí que unas manos me cogían por la espalda y otras me cubrían la boca justo antes de dejar que un grito saliese de entre mis labios.

—Yo que tú procuraba comportarme... —me aconsejó Ronnie acercándose a mí mientras que otros dos hombres me sujetaban con fuerza in- movilizándome—. Tu padre te espera... y ambos sabemos que no es un hombre paciente —dijo sonriendo y haciéndoles una seña a quienes fueran que me sujetaban por detrás.

Entonces sentí que me levantaban al tiempo que me cubrían la boca para impedir que gritara.

Me sacudí e intenté zafarme, pero fue inútil. Lo último que recuerdo antes de que me metiesen en la parte trasera de un coche y me colocasen en la boca un trapo húmedo y maloliente y luego me la taparan con cinta aislante fue el rostro del padre que una vez estuvo a punto de matarme. 

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