No Soy Esa Chica

By Isabella-Cardenas

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[LIBRO UNO DE LA DUOLOGÍA "SOY"] Para Carla Lee, enamorarse es una gran ilusión. Sueña con tener una de esas... More

CARTA DE LA AUTORA
PRÓLOGO
CAPÍTULO UNO
CAPÍTULO DOS
CAPÍTULO TRES
CAPÍTULO CUATRO
CAPÍTULO CINCO
CAPÍTULO SEIS
CAPÍTULO SIETE
CAPÍTULO OCHO
CAPÍTULO NUEVE
CAPÍTULO DIEZ
CAPÍTULO ONCE
CAPÍTULO DOCE
CAPÍTULO TRECE
CAPÍTULO CATORCE
CAPÍTULO QUINCE
CAPÍTULO DIECISÉIS
CAPÍTULO DIECISIETE
CAPÍTULO DIECIOCHO
CAPÍTULO DIECINUEVE
CAPÍTULO VEINTE
CAPÍTULO VEINTIUNO
CAPÍTULO VEINTIDOS
CAPÍTULO VEINTITRÉS
CAPÍTULO VEINTICUATRO
CAPÍTULO VEINTICINCO
CAPÍTULO VEINTISÉIS
CAPÍTULO VEINTISIETE
CAPÍTULO VEINTIOCHO
CAPÍTULO VEINTINUEVE
CAPÍTULO TREINTA
CAPÍTULO TREINTA Y UNO
CAPÍTULO TREINTA Y DOS
CAPÍTULO TREINTA Y TRES
CAPÍTULO TREINTA Y CUATRO
CAPÍTULO TREINTA Y CINCO
CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA
CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
CAPÍTULO CUARENTA Y DOS
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES
CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO
CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO
CAPÍTULO CUARENTA Y SEIS
CAPÍTULO CUARENTA Y SIETE
CAPÍTULO CUARENTA Y OCHO
CAPÍTULO CUARENTA Y NUEVE
CAPÍTULO CINCUENTA
EPÍLOGO
AGRADECIMIENTOS

CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE

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By Isabella-Cardenas

Carla

Dejo mi celular en la mesita de noche, dónde estaba anteriormente. Suelto un suspiro y apoyo mis codos en mis rodillas, pasando las manos por mi rostro mientras siento el dolor de cabeza evadirme.

Me empieza a dar jaqueca y busco una pastilla para tomarla con el agua que Lara quedó de traerme.

Evito pensar en la llamada y en la persona que estaba detrás de la línea, pero, a pesar de que le dije que lo consideraba olvidado, sé que no es, ni será así.

Lara no demora en llegar y al igual que yo, tiene una pastilla en la mano.

—Es un calmante —se aproxima a mi, sentándose en el borde de mi cama mientras me entrega el vaso de agua y la medicina, pero niego.

—Prefiero tomar esta —le muestro la que tengo en mi mano—. Me duele la cabeza.

—Como quieras —dice, comprensible—. Pero tu padre me recomendó que te tomaras esta.

—¿Qué? —le regalo una mirada inquisitiva.

—Perdón, tenía que contarle —levanta sus manos a la altura de sus hombros, en señal de paz.

La miro extrañada y demasiado perdida. No me molesta que le cuente, solo que me parece raro que hablara con mi padre. Yo he tratado de contactar con él y no he tenido respuesta.

—¿Lo llamaste? —pregunto una vez me tomo la pastilla.

—No... Está en la sala.

Me levanto abruptamente de la cama, casi botando el agua. Le entrego el vaso a Lara y salgo a toda prisa de la habitación, dejándola sola. Paso por el pasillo, bajo velozmente las escaleras y al levantar mi cabeza noto que, definitivamente, mi padre está en la sala.

—¡Papá!

Me aproximo a él para darle un abrazo. Desde que tuve la pesadilla no he pensado en otra cosa que no sea tenerlo frente a mí y poder abrazarlo para sentir su calor y cariño, ese que tanto quiero y necesito en estos momentos.

Él deja los papeles que estaba viendo en la mesa de centro y se levanta del sofá para recibirme el abrazo.

Enredo mis manos por su torso y apoyo mi cabeza en su pecho.

—¿Dónde estabas? —pregunto con un tono de preocupación en mi voz.

—Tenía cosas que hacer.

Su respuesta es muy simple, no me convence, y necesito saber exactamente todo para calmarme un poco y sentirme aliviada.

—¿Qué cosas? —inquiero en un susurro, levantando mi mirada hacia él. Mi padre me observa a los ojos y sonríe sin ganas antes de hablar.

—Lo que desde el principio debí haber hecho, Carla —musita—. Renunciar.

Me separo de él lentamente apenas esas palabras salen de su boca, y me quedo mirándolo, estática.

¿Escuché bien?

¿Mi padre acaba de renunciar a una de las mejores editoriales?

—Pero, ¿¡Por qué!? —lo miro, confundida. No tenía por qué hacerlo.

—Es lo mejor.

—¿¡Lo mejor para qué!? —empiezo a alterarme, por ende, mi tono de voz comienza a subir.

—¡Fue un gran error haber trabajado allí! —se exaspera, pero al notar que está gritando, decide empezar a calmarse—. Y fue un gran error haberlo conocido él...

Se calla.

Se calla y eso me estresa.

"Haberlo conocido a él.."

¿¡A quién!?

¿¡Por qué todo el mundo menciona a un tan él!?

¿¡Quién es él!?

—¿A quién...? —digo, animándolo a seguir.

—Es una tontería —niega con su cabeza lentamente—. Vete a dormir, Carla, yo haré lo mismo.

—Pero... —sigo insistiendo, queriendo saber más, queriendo preguntar más, pero mi padre cambia totalmente su temperamento, lo que hace que su pose seria y su fuerte tono de voz no me dejen hacerlo.

—¡Estoy cansado!, ¿¡Sí!? —exclama, haciéndome dar un sobresalto—. Subiré a mi habitación, tomaré una siesta y tú harás lo mismo, ¿Claro?

Bajo mi cabeza y me esfuerzo por asentir con esta. Él pasa por mi lado para poder caminar por el pasillo, y subir por las escaleras.

Me quedo sola en la sala y pienso en su comportamiento. Mi padre ya me ha alzado la voz, pero no tanto como lo hizo hoy, y también me ha castigado, lo cual, a decir verdad, me afecta. Fue un comportamiento que para nada es común en él.

No entiendo por qué renunció, y tampoco entiendo por qué no me quiere hablar del tema.

Es muy complejo todo lo que pasa, desde la dichosa cena todo se ha extraviado, todo es más complicado, más... Raro.

Tantas cosas que no sé y quiero saber. Mi padre tiene algo oculto debajo de la manga, no sé qué es, pero lo presiento, y quiero descubrirlo.

Atónita, me encamino a las escaleras para regresar a mi habitación. Entro y veo que Lara se volvió a quedar dormida, lo cual es entendible, ya que, son alrededor de las tres de la madrugada. Sin nada más que hacer, hago lo mismo que ella, me acuesto a su lado, cierro mis ojos y trato de conciliar el sueño.

*

—¿Segura que estás bien? —pregunta Lara, algo preocupada mientras nos arreglamos para salir—. Ayer estabas algo extraña y pasaste muy mala noche. Sabes que no tienes que venir conmigo.

Me termino de poner mi camisa y me doy vuelta para darle una de mis mejores sonrisas, aunque me cueste un poco sacarla a relucir.

—Claro que estoy bien —me aproximo a ella, que se encuentra sentada en mi cama, terminándose de atar los zapatos —. Y claro que iré.

Se levanta cuando termina y se pone de pie frente a mí. Lara sujetó su cabello rubio en una coleta alta, que le da elegancia y contrasta con el verde de sus brillantes y animados ojos.

—¿Estás segura? —posiciona sus manos en mis hombros—. No quiero quedar como la mala que te hace salir de casa cuando no tienes ganas ni de levantarte de la cama.

Y es verdad, no quería levantarme, no quería moverme y quería olvidar todas mis obligaciones, pero pensé en que hacer eso solo me apagaría y nunca avanzaría.

Cuando tenemos miedo de la oscuridad, siempre buscamos la luz para poder encontrar el lugar en el que podamos escapar, y eso es lo que hago ahora, no puedo quedarme a pensar en ese grosero asesor que me atendió aquel día, no me puedo quedar a pensar en la pulsera perdida, en el desempleo de papá y tampoco me puedo quedar a pensar en las pesadillas que volvieron para atormentarme. Lo mejor es buscar la luz, y esa luz es ir con Lara al centro comercial por nuestros vestidos para la boda de su madre.

—Más que segura —confirmo, decidida—. Necesito salir y tu mamá necesita unas damas de honor con hermosos vestidos, así que sí, estoy muy segura.

—Vale —me dedica una gigantesca sonrisa por mi respuesta.

Me suelta, toma su móvil y sale por la puerta mientras yo voy tras ella. Mi padre está muy ocupado en su despacho, supongo que, buscando trabajo, pero le envié un mensaje de texto pidiéndole permiso y tomo su respuesta (la cual nunca envió) como un sí, aunque no creo que cuente mucho. Probablemente cuando lea el mensaje no le gustará o, puede que sí, ya que voy con Lara Cooper, y para él, Lara Cooper es de las jóvenes más responsables que existen, pero es algo que solo él se cree.

Nos subimos al vehículo y Lara se dispone a conducir mientras yo pongo nuestra Playlist de canciones, la cual organicé para el viaje que terminó en tragedia, mayormente para mí.

Escucho a Lara tararear una y en eso pienso que hoy es el día, es el día en el que le contaré lo que ha pasado. Aprovecharé esta salida al centro comercial para comentarle todos los detalles. Estoy segura de que tiene muchas preguntas, y si soy sincera, yo de ella, también las tendría. Sería raro ver a tu amiga con actitudes tan extrañas, fiestas que no conocías, castigos sin motivos o pesadillas que volvieron sin saber el porqué.

Llegamos y nos adentramos al almacén, sí, al mismo almacén en donde hablé con Nicolás por primera vez, ese en donde tienen vestidos para todas las ocasiones, pero aun así, no deja de ser elegante y sutil.

—¡Bienvenidas a Glamour Femminile! —saluda de forma muy animada la encargada de atender la caja. Es diferente a la de la última vez—. ¿Buscan algo en especial?

—De hecho, venimos por unos encargos —habla Lara—. Mi madre se va a casar y mandamos a hacer unos vestidos para las damas de honor. Somos nosotras —Lara nos señala ambas—. Queremos hacer la prueba de vestuario.

—Por supuesto que sí, por favor, acérquese —le indica la asesora a mi amiga, y ella no duda en hacerlo—. Necesito el nombre de tu madre, su número de identificación y referencia de los vestidos.

—Claro que sí —le sonríe—. Su nombre en Nessa Cooper...

Lara empieza a dar los datos a la encargada y mientras espero, decido dar una vuelta por el almacén.

A Lara le gusta tanto esto de la organización de eventos que tiene casi todo preparado, es increíble ver la emoción que emana de ella cuando habla de esos días especiales, deseando que ese día llegue y que todo salga a la perfección.

Y la verdad, es que eso de organizar celebraciones no se le da nada mal. El año pasado se encargó de organizar mi fiesta de cumpleaños, y fue tan increíble, como inolvidable.

Anteriormente, Lara me había pedido mis medidas, me dijo que era para esto, así que, asumo que ya deben de estar listos, ya que la boda es la otra semana, y lo único que sé, es que nuestros vestidos serán de color lila.

Paseando por el lugar, vuelvo al lado donde estaban los vestidos sutiles, esos que se pueden utilizar en cenas que no son tan elegantes, pero que, de igual forma, amerita ir formal. Mis ojos se pasean por los vestidos y encuentro el mismo vestido dorado. Todavía no se ha vendido.

Paso mis manos por su tela y recuerdo que, a pesar de que me gustaba mucho, no lo compré, no lo hice por él y su estúpida asesoría.

"—Me parece que el dorado es un color un poco fuerte para una cena, te vendría mejor un vestido lila o azul pastel ¿No crees? —me doy vuelta para mirarlo.

—¿Eres el asesor? —pregunto.

—Exactamente —me dice señalándome la placa que está al lado izquierdo de la camisa manga larga negra de su uniforme que dice claramente: asesor."

Esa primera vez que hablamos viene a mi mente y de forma automática mis labios forman una sonrisa. Al darme cuenta de ello suelto la tela apresuradamente y me doy una cachetada mental por pensar en quien no debo. Eso de considerarlo olvidado es obvio que no era en serio.

—Carla —me llama Lara, la cual ahora está a mi lado y no con la señora encargada de atendernos—. Ya nos trajeron los vestidos, nos los tenemos que probar.

Asiento con mi cabeza mientras le sonrió de camino a los vestidores.

Uno de los asesores me hace entrega del mío y me adentro a uno probadores para poderme cambiar, y Lara hace lo mismo.

Cuando salimos no podemos de la emoción, a pesar de que es la segunda vez que hacemos esto, emociona tanto como la primera.

Nos miramos en un gigantesco espejo que reposa en una de las paredes de los vestidores, quedando fascinadas.

Cómo ya lo sabía, son de color lila, y la tela es super suave. En la parte de arriba tiene un escote en v, y la tela cae de manera suelta a nuestros pies, creando unas mini ondas suaves que hacen resaltar la abertura que tenemos en nuestra pierna izquierda.

Son increíbles.

—Están divinos —menciona Lara, encantada con lo que trae puesto.

—Estoy de acuerdo contigo.

Llega la hora de tener que quitárnoslos para que los puedan empacar y nosotras llevarlos. Hago un puchero cuando se lo entrego a el asesor, y es que me gustó tanto que no quería quitármelo.

Nos entregan nuestras respectivas bolsas y salimos muy conformes de la tienda.

Ahora siguen los zapatos, y avanzo a una nueva zapatería mientras pienso en la otra semana y en el día de la boda, ansiosa de que ese momento llegue y de que pueda lucirle al mundo mi encantador y hermoso vestido.

Sumergida en mis pensamientos no me había dado cuenta de que Lara se detuvo hace un tiempo. Yo ya estaba en la entrada de la zapatería mientras ella seguía en mitad del camino entretenida en su celular, estorbando a algunas de las personas que pasan por el lugar.

—¡Lara! —la llamo, acercándome a ella— ¡Estorbas¡, !Quítate!

Suelto una leve risa. Ella se acerca hasta llegar a mi punto y me mira como si yo fuera su mamá y ella viniera a pedirme un permiso.

—Me perdonarás... Pero he quedado con alguien y no puedo cancelar.

Wow.

Lara va a rechazar a seguir con la organización de la boda de su madre por alguien, eso sí es raro.

—Okey... —digo sin saber muy bien que decir por la extraña situación—. ¿Con quién quedaste? —mi yo curioso sale a la luz.

Ella sonríe de medio lado, ruborizándose.

—Con Alex, y se me hace tarde —responde lo suficiente rápido como para darse media vuelta e irse sin más, sin dejarme con la posibilidad de preguntar.

La veo irse y casi me muero de la risa mientras que en la carrera que está dando por abandonar el lugar, le tira el helado a un niño. Sigue adelante y yo sonrió. Me alegra demasiado que Lara está saliendo con alguien. He hablado con Alex en ocasiones anteriores y en lo que a mi respecta, es un buen chico.

Para tener todo listo de una vez, decido comprar lo zapatos, lo cual no me toma mucho tiempo. Termino de pagarlos y para cuando salgo de la tienda, recuerdo que Lara se ha ido, y al ser así, yo me he quedado aquí, sola y sin nadie que me lleve.

Trato de no verle el lado malo y pienso en que puedo pedir un taxi o caminar, pero opto mejor por la segunda opción, ya que así puedo despejar mi mente.

El tiempo se pasa volando y es increíble que ya esté anocheciendo. Salgo y emprendo caminata rumbo a mi casa, la cual no queda muy lejos. Lo más probable es que en unos veinte minutos ya estaré en ella.

Camino y pienso en cosas bonitas, como perros, gatos o conejos, todo lo que me ayude a evitar pensar en lo que no quiero. La pérdida de la pulsera aún me tiene mal, y de vez en cuando llevo mi mano a mi muñeca derecha, extrañando su presencia.

Estaba tan absorbida por mis pensamientos que sin darme cuenta me desvié un poco de mi camino, y lo que es peor, es que siento el peso de una mirada sobre mí. Trato de no espantarme y actuó normal, caminando con mi espalda recta mientras busco la salida del callejón. Cuando la encuentro, llego a una carretera solitaria, paseo mis ojos por todo el lugar tratando de ver si en realidad alguien me está observando, pero no es así, ya que lo único que se encuentra a la vista es una camioneta negra que está aparcada.

No le tomo mucha importancia y empiezo a andar, pero mis alertas se encienden cuando la camioneta hace lo mismo.

Dejo atrás los malos pensamientos y opino que simplemente tiene que pasar por el mismo lugar que yo.

Sigo caminando, y mientras lo hago, me estresa que la camioneta se quede pasos atrás y no avance.

Siento como si me estuviera persiguiendo. Decido acelerar un poco el paso, y la camioneta lo hace conmigo, decido empezar a correr y la camioneta vuelve a hacer lo mismo.

Si yo acelero, ella acelera y con el simple hecho de pensar de que algo malo puede pasarme, mis piernas flaquean. Empiezo a ponerme temblorosa y mi pecho se acelera mientras mi corazón da martillazos dentro de mí, tratando de encontrar algún tipo de pasillo o callejón donde me pueda esconder.

Corro a toda prisa y justo cuando veo un lugar que puede servirme de escape, el conductor parece entender mis intenciones y atraviesa la camioneta al frente mío, haciendo rechinar las ruedas mientras se posa sobre el andén.

Caigo al suelo con todas las cosas que tenía en manos, mis ojos se vuelven llorosos y mi visión borrosa porque sé que estoy perdida.

Alguien sale de la camioneta, tiene una capucha en la cara y no logro reconocerlo. Todo su traje es de negro y lo único que resalta en el son las franjas azules de su chaqueta. El desconocido se lleva la mano a su espalda, sacando el arma que yacía bajo su camiseta, y lo único que hago es arrastrarme hacia atrás por el asfalto. No tengo fuerzas para levantarme, y cuando me apunta con el arma, lo único que me queda por hacer es, con lágrimas en los ojos, suplicarle.

—Por favor, no me hagas daño.

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