El Rey. | Jenlisa.

By RivenIvy

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Jennie es la princesa de Corona, después de que su padre se rehúse a pagar sus deudas con Gales estalla la gu... More

001- Orgullo.
002- Oferta.
003- Primera Noche Juntas.
004- Realidad
005- Cuadro.
006- Chocolate.
007- Fuerza.
008- Maquiavelo.
009- Parlamento.
010- Ella.
011- Promesa.
012- Paseo.
014- Ilustración.
015- La Lealtad.
016- Mujer.
017- Pecado.
018- Amanecer.
019- Pureza.
020- Preparativos y pelea.
021- Comienzo de la Celebración.
022- Por verla a ella.
023- Todo por un baile.
024- Al abrir los ojos.
025- El Rey.
La historia nunca deja de escribirse.
ola estoy aburrida

013- Servicio.

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By RivenIvy

El rey Lalisa caminaba a pasos apresurados hacia los establos, no podía ocultar su nerviosismo y emoción por comenzar con aquel paseo, llegando al punto en el que no vio al jefe de su escolta esperándola a la salida del castillo, haciendo que cuando este se acercara diera un ligero brinco por la sorpresa de ver a aquel hombre que la había visto casi desde que era una niña.

- ¡Leo, me asustaste!

El peliblanco hizo una ligera inclinación, como disculpa a su rey, un perro de caza, descansaba junto al rubio deseoso de la atención de la pelirroja, el presa napolitano movía su cola con desesperación a la espera de aquella caricia.

- Mis disculpas, mi rey. - Lisa hizo una ligera mueca por el honorífico, pero no podía culpar al peliblanco, ya no era la princesa que debía cuidar, ahora la cabeza de todo el reino, por lo que solo le sonrío a su viejo amigo. - Le puedo sugerir ir en el carruaje esta vez.

El rey miro escéptica a su guardia, pues el peliblanco era consciente de su amor por montar. - ¿Hay algo que deba saber?

Incluso el perro se tenso ante el tono utilizado.

Si había una cosa que pudiera sacar lo peor de ella, eran los secretos, y si no podía confiar en su viejo amigo ¿En quien lo haría?

- Por supuesto que no. - Contestó presuroso el guardia. - Solamente que ahora va la princesa de Corona.

El rey río con la preocupación de su amigo, sabiendo ahora a que se debía aquella preocupación.

- No hay nada de qué preocuparse , la milicia de Corona esta lo suficientemente débil como para intentar cualquier cosa.

Las mejillas del peliblanco se pintaron de carmesí al verse descubierto.

- Aquel orgullo. - río el rey. - No serias hijo de Gales.

Leo vio como su perro era desatado, y seguía al rey que volvía a tomar su camino hacia los establos.

El también debía seguir su camino. Seguía tratando de entender las acciones de su rey, claro que la apoyaría en cualquier momento, y la protegería de todo aun si ello le costara la vida, pero pese a ello, no entendía como prefería a una princesa de fuera del reino a una dama de Gales, por supuesto sabia de la belleza de la cual era portadora aquella princesa, sin embargo ello no quitaba que fuera de Corona, "¡Por lo que mas quieran, siguen pensado que esta bien quemar a alguien solo por pensar!".

El jefe de guardia se reunió con el resto de la escolta, liberaron a los halcones vigías, y montaron a sus caballos, siguiendo de cerca a su rey.

Claro que el peliblanco no era el único que pensaba en la superioridad de Gales, aquel que llamaban orgullo siempre les hacia decir con sorna, más cuando un extranjero pisaba sus tierras, aun este fuera un noble, "el mas pobre de los campesinos, pensara mas que estos ilusos adoradores de mártires".

Hacia mas de tres siglos que la iglesia católica apostólica romana, había tratado de entrar a Gales, querían poner al rey que a ellos les convenía, querían que se inclinarán ante los "enviados de Dios", por suerte, sus antepasados habían derramado su sangre para que aquellos hombres no pudieran entrar a su reino, pues era sabido de que las costumbres que tenían eran mal vistos por aquella iglesia, y el único camino que hubieran tenido de haberlos dejado entrar, seria el de terminar en el fuego de la hoguera.

Afortunadamente las preocupaciones de la escolta fueron infundadas, pues
habían pensado que la realeza de Corona seria tan estúpida como para tratar de recuperar a la princesa "Al menos no son tan estúpidos como para intentar algo", y no sabían si aquella "princesa" seguía siendo leal a su pueblo, "Aquellos hombres no tienen honor, se follarián a su madre por un par de monedas de oro", no podían esperar que la princesa de aquel pueblo que seguía viendo con malos ojos el progresó, y a la mujer como una inferior fuera diferente a los súbditos de su reino.

Ajena a los pensamientos de aquellos hombres que las escoltaban, Jennie disfrutaba el paseo a lado del rey, veía con interés la naturaleza que incluso ella, era diferente a la de Corona. El viento en su cabello, el suave trote de su montura, hicieron que cerrara sus ojos disfrutando el paseo, cuando los abrió la luz del sol, la vislumbro un par de segundos, pero cuando su vista se vio recuperada, el cobre que se mecía con el viento hizo que su respiración quedara atrapada, eran como miles de hilos de fuego, tan incontrolables, tan ardientes, que pedían como ellos solos que metiera sus manos entre aquellas hebras de fuego, aun sabiendo que se quemaría, y fue como si en aquel momento no le importara arder en llamas, queriendo que su mirada no fuera descubierta volteo su cabeza hacia el frente y vio impresionada la estructura frente a ella. Las paredes blancas de altos muros, y el bullicio que apenas se había escuchado, creció en potencia, y cuando los caballos dieron la vuelta para poder entrar al edificio, vio lo que provocaba aquel ruido casi ensordecedor.

Miles de jóvenes gritaban casi eufóricos apenas el rey paso frente ellos, este los saludaba mientras que algunos guardias hacían lo posible por que ninguno se acercara de mas al rey.

La antigua princesa de Corona pese a su sorpresa de ver la euforia de tantas personas, no podía dejar de ver el alto numero de mujeres que veían al rey, en sus ojos podía verse la ilusión con la que profesaban a la mujer a lado suyo, que seguía saludando sin percatarse de la sorpresa de la platinada.

Y por fin llegaron a una área que parecía apartada del resto, pues los guardias eran muchos mas no dejando que nadie se acercara. El ruido rápidamente desapareció, y Jennie pudo ver como un par de personas las esperaban.

Un hombre mucho mas delgado que cualquiera que hubiera visto, pareciendo mas huesos y pellejo que carne, y una mujer de tez obscura, que a diferencia de cualquiera que había visto no agacho la mirada ante la presencia de los hombres, y ello le sorprendió mas de lo que hubiera imaginado.

-B..Bien...¡Bienvenida Rey!

Jennie casi cae de su caballo al escuchar el grito del hombre, afortunadamente un guardia habia logrado hacer que bajara del caballo sin que fuera producto de un golpe.

El rey en cambio, no parecio tomarle importancia al grito del hombre, mas por estar acostumbrada que por otra cosa.

- Respira Hoshi, no estoy aquí para matarte. - Bromeó el rey, ganado una risa nerviosa del pequeño hombre.

La mujer de tez morena negó con una sonrisa, seguía sin creer que aquel hombre hubiera hecho lo que hizo para ganarse su corazón. - Rey es un gusto verla de nueva cuenta.

- Kida, lo mismo digo.

Y sin decir nada mas comenzaron a caminar al interior del edifico.

Afortunadamente para Jennie, el rey se dio cuenta de lo perdida que parecía estar. - Hoshi, podrías explicarle que es aquí, a la reina Jennie.

Pese a la sorpresa generada por el nuevo honorífico, Jennie no pudo permanecer mucho tiempo desconectada del mundo al verse jalada por el hombre.

- Este es el laboratorio de la Universidad...

El rey vio como Jennie era jalada mientras que la conversación se perdía en el aire, y quedaba sola con Kida.

- Dime, para que me llamaron con tanta urgencia.

- Mi señora. - Dijo sabiendo que en cuestiones de trabajo, el rey prefería el máximo decoro. - Gaetan fue el que exigió verla cuanto antes.

Sin esperar mas, camino ante aquel hombre de tendencias un tanto incomodas para la gente normal.

Al entrar a la habitación, Lisa vio como la tierra y polvo parecía cubrir cada rincón de la habitación, y un hombre apenas noto la presencia de la pelirroja corrió a su lado, casi extasiado.

El rey no hubiera dejado que se acercara de mas aquel hombre de baja estatura sucio como el solo, si no fuera por su gran ingenio.

- Mi señora que bueno que pudo venir.

Lisa dio una sonrisa de medio lado. - Dime que tienes de nuevo, hombre topo.

El hombre sonrío por el sobrenombre.

- Tengo la llave a la nueva etapa de la destrucción.

Dijo un hombre detrás de aquel francés, un italiano, de facciones bastantes marcadas con un fósforo en la boca.

- Pensé que estabas en la fabrica de pólvora, Vicenzo.

- Así era, pero este loco me llamo a ayudarlo.

Con un movimiento de cabeza, el rey indico que le mostraran aquello de lo que estaban tan orgullosos.

Ambos hombres, tomaron un tubo de cartón rojo con un pedazo de mecha en un extremo, Vicenzo prendió la mecha y aventó el cartucho a un extremo de la habitación.

Aun estando a varios metros de distancia, cuando la mecha vio su final, el sonido fue tan ensordecedor, y el empuje fue tal que los cuatro cayeron al suelo con aquel pitido en sus oídos, con la vista nublada, y desorientados.

Los guardias entraron corriendo a la habitación, alzando con ira a los inventores, listos para matarlos por haber puesto la vida del rey en peligro.

El rey de Gales, permaneció unos segundos en el suelo vomitando el desayuno que había tomado apenas hacia una hora, vio como pese a tener la espada en sus cuellos, aquellos dos hombres sonreían.

- Déjenlos. - Dijo limpiándose la boca con la manga de su chaqueta.

- ¡Pero señora...!

- He dicho algo.

Los guardias dejaron a los hombres, pero permanecieron cerca.

- Veo que le gusto. - dijo el hombre topo, viendo a través de los ojos turquesas, como miles de ideas corrían por la mente del rey. - Le llamamos dinamita, y se hace...

- Preparen la producción en masa, quiero mil cartuchos cuanto antes. - El rey no trato de ocultar su emoción con aquellas ideas que surcaban su mente, pero sobretodo debía asegurarse ser la única con aquel poder. - Díganme, ¿que es lo que quieren?

Los ojos de ambos hombres brillaron, sabiendo que habían complacido a la mujer frente a ellos, sabiendo que ellos traería una destrucción nunca antes vista, sabiendo que Dios mismo los arrojaría a las profundidades del averno... pero...ellos no servían a Dios...

Ellos le servían a su Rey.

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