El Rey. | Jenlisa.

By RivenIvy

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Jennie es la princesa de Corona, después de que su padre se rehúse a pagar sus deudas con Gales estalla la gu... More

002- Oferta.
003- Primera Noche Juntas.
004- Realidad
005- Cuadro.
006- Chocolate.
007- Fuerza.
008- Maquiavelo.
009- Parlamento.
010- Ella.
011- Promesa.
012- Paseo.
013- Servicio.
014- Ilustración.
015- La Lealtad.
016- Mujer.
017- Pecado.
018- Amanecer.
019- Pureza.
020- Preparativos y pelea.
021- Comienzo de la Celebración.
022- Por verla a ella.
023- Todo por un baile.
024- Al abrir los ojos.
025- El Rey.
La historia nunca deja de escribirse.
ola estoy aburrida

001- Orgullo.

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By RivenIvy

QUIERO ACLARAR QUE ESTA HISTORIA NO ME PERTENECE.

Historia original de: Franky1996

Esta historia originalmente fue subida por @JennieLoverK, mi antigua cuenta pero fue dada de baja.

¡Si no les gusta, no lean la historia! Por favor, les pido que no me denuncien la historia.

Hagan algo más productivo, por favor.

Portada hecha por: LittleCat11.

Si ven algunos errores en los nombres de los personajes, avisenme.♡

La princesa del reino de Corona, era sumamente hermosa, todos los habitantes del reino sabían de ello, he incluso entre otros reinos era sabido. A sus dieciocho años había sido tratada de ser cortejada por diferentes hombres, desde comerciantes adinerados, duques, archiduques, jefes de estado, príncipes hasta reyes, pero su padre el rey se había rehusado a dar su mano, la princesa Jennie era como la luna, simplemente solo podía ser apreciada desde la lejanía.

Sin embargo, desde hacía algunos meses la mente de la princesa era de todo menos sobre pretendientes.

Jennie veía como su padre y hermano mayor Lay estaban teniendo una junta con el concejo real.

Había sido una tarde de verano cuando a las costas de corona llegó esa carta, iba de la mano de un mensajero real enviado desde el otro lado del mar, Gales.

Jennie había estado a lado de su padre cuando un siervo se acercó a él para informarle del hombre.

El rey Ji-yong se levantó de la mesa y fue a su despacho para averiguar sobre las intenciones del hombre.

Jennie era sumamente curiosa, y gracias a los túneles de escape del castillo podía estar casi en cualquier parte del castillo sin que nadie más lo supiera, por lo que estaba viendo detrás de la pared cuando el hombre entro al despacho de su padre, aunque no podía verlo completamente, Jennie juraba que el hombre era aún más alto que su hermano, cabello negro y uniforme, ella estaba acostumbrada a ver a los hombres inclinarse ante la presencia de su padre, pero el hombre solo hizo una ligera reverencia con su cabeza.

- ¿Que deseás? - Jennie no podía ver a su padre, pero podía jurar que su rostro demostraba lo enojado que estaba, pues su tono de voz lo mostraba de maravilla.

- Rey Ji-yong, fui enviado por mi Rey Lalisa, por el tema del pago de la deuda que tiene con la corona de Gales.

Podía escuchar como su padre apretaba sus manos, gracias al cuero de sus guantes.

- No se ha recibido el pago desde hacía algunos meses, y el plazo se vence pronto, por lo que mi rey me ha enviado para saber si está dispuesto a honrar su palabra.

Jennie casi jadea escuchando las palabras del hombre, todas y cada una eran una ofensa a su padre, no solamente eso, claramente era una amenaza.

- ¡Dile a tu rey, que si quiere un pago venga el mismo por el!

Desde su lugar Jennie pudo escuchar como la silla de su padre cayó provocando un ruido sordo.

Pero lo peor de todo fue la pequeña risa del hombre, se estaba burlando de su padre, y no fue la única estupefacta por ello, pues escuchó como el hombre abandonó la habitación sin castigo alguno.

Habían pasado un par de meses desde ese día, todos en el concejo adulaban a su padre por la acción tomada.

"Fue una gran elección"

"Por algo es el rey"

"Gales no tiene oportunidad en contra de Corona"

"Será la perfecta oportunidad para tomar Gales y alzar más el nombre de Corona"

Ella sabía por qué decían aquello, pues hablando de tamaño de territorio, Gales era menos de la mitad de lo que era Corona, sin embargo había algo que no terminaba de convencer a Jennie, era como si hubiera algo en el aire, algo que advertía, una calma antes de la tormenta.

Jennie había sido testigo de cómo se desarrollaron la cosas, fue catastrófico, y todo había sido tan rápido.

Jennie había despertado como cada mañana, pero al ver por la ventana pudo ver como el cielo se pintaba de negro, su padre llamo a una reunión de emergencia al concejo, su hermano Lay corrió por los pasillos hasta llegar a la sala de reuniones.

Habían sido atacados.

En el pueblo se podía ver como la histeria comenzaba a hacer estragos, pues por las entradas de la capital llegaban los hombres y mujeres, en sus rostros se veía la desesperación de lo que fueron testigos.

La sangre escurría de sus cuerpos, pero parecía que el miedo era tal que les impedía sentir las heridas.

El rey de Gales había ordenado el ataque a Corona desde que su hombre le había dicho la respuesta del rey Ji-yong, no era como si en realidad quisiera hacerlo, lo que le habían prestado a Corona no había sido nada a comparación de lo explotado por las minas de su reinó y los intereses que recibía de otros préstamos, sin embargo no podía dejar que fuera sabido que no cobraba las deudas de su reino, cualquier otro reino podía tomar eso como una debilidad, y el hecho de ser mujer como una razón más de ello, y dejar de pagar lo que le debían, o peor invadir su reino.

Los barcos de Gales llegaron en la madrugada de aquel día, la estrategia era simple, rodear la capital, no dejando que las provincias interfieran, en realidad todo había sido sumamente fácil para la armada de Gales, eran relativamente pocos los hombres enviados en el primer ataque, solo tres mil caballeros, mil desde el oeste, mil desde el este, y mil desde norte, llegaron y por donde arribaron solo eran granjas y pueblos mineros, los hombres montaron a sus caballos dispuestos a avanzar lo más que pudieran antes de que el segundo batallón arribará, necesitaban ser rápidos para que no tuvieran tiempo de defenderse, eran de los únicos reinos que seguían usando armaduras para la batalla, pues desde la llegada de la pólvora las armadas preferían la movilidad a la protección, sin embargo las armaduras de Gales no era algo que cualquier otro reino tuviera, el acero del que eran era forjado para ser lo más liviano posible sin dejar que algun perdigón o espada pasara tan fácil para poder acabar con la vida de los caballeros, los caballeros no tuvieron piedad ante los mineros y granjeros, quemando todos los pueblos a los que llegaban, lo que debía ser una batalla de meses, había sido acabado en una sola noche, pues al amanecer de aquél día llegaron a las tres ciudades que rodeaban a la capital. En cada cuidad había una pequeña parte de la armada de Corona, pues la estrategia usada por la mayoría de los reinos era concentrar el poder en las capitales, dejando a las ciudades secundarias sin casi protección, la armada de Corona había tratado de repeler a los invasores lo más que podían, enviaron a halcones a la capital pidiendo apoyo, pero sabían no podían resistir mucho tiempo, los hombres de Gales eran hombres de dos metros, cada uno había sido entrenado desde niños a no sentir el menor remordimiento al quitar la vida a aquellos que tenían enfrente, incluso niños veían su final al filo de las espadas de aquellos hombres, la lucha fue encarnizada, los hombres de Corona pensaron que habían logrado algo cuando los capitanes habían dado un discurso para motivar a sus hombres, y estos salieron a luchar por su patria, estos vieron como los caballeros negros De Gales se retiraban, respiraron aliviados, era hora del contraataque. Sin embargo la intención de los caballeros no era acabar con las ciudades de un solo ataque, eso hubiera provocado bajas de su bando, simplemente debían hacer que no prestarán atención a los muelles, y lo habían logrado, el segundo ataque estaba por ser ejecutado, los barcos de Gales arribaron a las ciudades, los muelles eran puntos clave, tanto para recibir ayuda, como para un contraataque, por lo que desde los barcos fueron destruidos con los cañones, esa era la señal de retirada para que abandonaran la ciudad la caballería, y sin hombres dentro de los muros, los cañones de los barcos destruyeron por completo las tres ciudades.

El rey de Corona fue informado de la destrucción de las ciudades aledañas a la capital de su reino, la tensión en el castillo era palpable, solo había sido cuestión de horas para que su reino se viera reducido a una sola cuidad. El concejo solo repetía lo mismo, un contraataque, el todo por el todo, pues eran concientes de lo mismo que el, la capital de Corona no tenía granjas, todo el alimento venía de fuera, por lo que tarde o temprano la comida se acabaría. La burla a la corona, en lo que antes fueron ciudades de Corona, ahora se alzaba el estandarte del rey Lalisa, en lo que antes era su reino, ahora habían campamentos de los caballeros que mataron a su gente.

El rey tomo una decisión drástica, el ataque de toda la armada, los diez mil hombres a su mando atacarían a cada campamento uno por uno. Los sobrevivientes del ataque habían informado que el ataque había sido producto de mil hombres de cada frente, con la llegada del segundo ataque, los capitanes calculaban otros mil de cada uno de los frentes, solo era cuestión de acabar con ellos con la fuerza de su respuesta.

Los diez mil hombres marcharon al oeste, la tierra temblaba con sus pisadas, ninguno llevaba armadura, pero los mozquetes estaban listos para disparar, solo tenían una orden, acabar con el campamento rival sin ninguna piedad.

Llegaron a la primera ciudad, las carpas del campamento estaban preparadas para alojar a los combatientes que habían tenido una gran lucha, los hombres de Corona dispararon sin advertencia a las carpas que tenían más cerca de ellos, pero al no recibir respuesta se adentraron al campamento, la descomposición de sus compatriotas les impidió oler el aceite que impregnaba el campamento, se dividieron en grupos para buscar en cada carpa, sin embargo solo había barriles en algunas de ellas, algunos los destaparon para ver el contenido de estos.

- ¿Pólvora?

Y cuando se dieron cuenta de lo que sucedía, fue demasiado tarde.

Un solo movimiento decidió el futuro de un reino, un hombre preparaba una botella de vidrio, en su interior coloco aceite, y en la boquilla de la botella coloco un pedazo de lo que fue una bandera de Corona, le prendió fuego y aventó la botella al campamento, todos los hombres de Gales estaban a varios metros del campamento, era simplemente estúpido que creyeran que estarían en un lugar tan visible, sin embargo había funcionado, la pólvora que había a lo largo de todo el campamento explotó llevándose con ella a los hombres de Corona, algunos afortunados corrieron lejos de las llamas que carbonizaban a sus compañeros, solo para encontrar su muerte al filo de una espada.

Una buena estrategia, y el orgullo de un hombre habían hecho que Corona fuera servida en bandeja de plata, al Rey Lalisa, que se acercaba al reino solo para recibir la rendición del rey de Corona.

Sin embargo no solo podía llegar así como así a la capital, necesitaba dejar un mensaje si quería que después fuera atacada por los hijos de aquellos que murieron producto de las decisiones de su Rey.

El rey Lalisa era conciente que una manera de control era el miedo, estaba segura que ahora le temian por haber podido invadir Corona en un solo día, sin embargo necesitaba estar segura, no intentarían tomar venganza.

Todos los habitantes de Corona veían como en las calles de su ciudad entraban los caballeros de Gales, los caballos blancos eran majestuosos, los hombres que los montaban eran impresionantes, pero lo que hacía que sus alientos quedarán atrapados en sus gargantas, fue ver como en las lanzas de aquellos hombres estaban las cabezas de los generales de la armada, la sangre escurría por el metal.

Detrás de la armada en un caballo negro avanzaba el responsable de la destrucción de su reino, iba montando un corcel negro, su mirada fría y su postura regía hacia estremecer a los que la veían, estaba vestida con un traje de la armada con una gran capa que llegaba hasta el suelo.

Nadie se atrevió a hacer un solo ruido, ni una sola maldición fue pronunciada.

Y cuando llego a la puerta del castillo el Rey Ji-yong se inclinó, bajando la cabeza con deshonra. Todo un reino fue puesto a sus pies con tan simple acción.

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