Buscando el Paraiso (+21)

By girl_blue_666

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San Francisco y el mundo entero era un caos, Hanna liderando uno de los mayores negocios ilegales, la fama de... More

ANTES DE LEER
PERSONAJES
⚠ ADVERTENCIA ⚠
PRAESAGIUM
Capítulo 1 (Parte 1)
Capítulo 1 (Parte 2)
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40 (Parte 1)
Capítulo 40 (Parte 2)
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46 //FINAL//
Epílogo
PRAESAGIUM
⚠NOTICIA IMPORTANTE⚠
CONTINUACIÓN

Capítulo 30

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By girl_blue_666


Adrien

— Su baño de esponjas, señor Volkov.

Dejo de mirar la televisión divertido girando mi rostro y toda diversión desaparece al verla.

Llevo seis días dentro del hospital, y aunque estoy en cama, con un agujero en mi pecho, con sesiones de recuperación, y drogado hasta la medula, he estado entretenido.

El personal del hospital es agradable, desde la señora de la limpieza hasta el doctor, han sido amables conmigo.

Hanna dice que es porque soy sexy.

Las tres enfermeras que se encargan de mí, también han sido amables, siempre que pueden me cuentan chistes, anécdotas del hospital, e incluso recomiendan los canales ocultos en la televisión, esos que si los pacientes descubrieran, el hospital debería pagar un dineral.

Hanna dice que es porque soy sexy.

Hablando de ella, también ha sabido como entretenerme, cada vez que puede tiene ataques de celos con las enfermeras y es divertido verla discutir con las mujeres porque deben limpiar la herida o deben tocar mis piernas para asegurarse que no he perdido movilidad en ellas.

Ni hablar de cuándo deben darme baños.

Dejando los celos de lado, ha sido una excelente compañía, mando a traer un sofá mucho más cómodo, y duerme aquí cada noche, aunque hay noches que duerme conmigo en la camilla.

Y claro, lo último para el final, esta semana he recibido más orgasmos que en toda mi adolescencia. Hanna pidió mi perdón de la manera que más nos gusta.

Ni herido de bala soy menos atractivo para la ninfómana Hanna Morgan.

Por lo que me conto Camille, una de las enfermeras, Hanna hablo con las cocineras para que me dieran lo mejor de lo mejor, y que, si me daban puré de papas de caja, en lugar de puré de papas reales, iba a hacer que las despidieran a todas.

Hanna niega todo eso.

Sus hermanos me dicen que es verdad, y que incluso, Derek se está encargando del negocio porque ella está concentrada en mi recuperación. Cass dice que lo disfrute, porque cuando me recupere, no me consentirá de esta forma.

He recibido visitas de cada Morgan, y de algunos guardias, y con respecto a nuestros amigos en San Francisco, me han llamado tres veces por video llamadas, y Tania suele llamarme con su familia casi cada noche.

Hanna hace muecas cuando ella habla.

Mi día a día, han sido bastante alegres, excepto por esos momentos que Hanna recibe mensajes y sale del hospital por dos o cuatro horas. Las fotos que Sasha me mando el primer día se repiten en mi mente, y no puedo evitar pensar que Hanna se junta con Abel.

Ella no ha negado que se junte con él.

Trato de no preocuparme por él, sin embargo, es difícil.

¿Realmente no han tenido sexo?

¿Están asesinando a más pedófilos?

¿Qué hablaban esa noche?

¿Hanna está teniendo problemas?

¿Qué hablaron en su reunión con La Elite?

¿Por qué siento que Hanna me está ocultando algo grande?

Toda pregunta desaparece cuando ella comienza a decirme que me desea.

Mi mente se nubla cuando comienza a besarme y su mano se pierde por minutos bajo mis sabanas.

Lo mismo sucede ahora, no había ningún pensamiento impuro en mi mente, pasaban un reportaje sobre la creciente fama de ROM y estaba calmado hasta que entro.

Va vestida con un traje de enfermera ajustado, no uno que puedas encontrar en una tienda de disfraces, es uno real. Las preguntas de cómo lo consiguió queda a un lado cuando cierra la puerta atrás de ella sonriendo con malicia y se me acerca haciendo sonar sus tacones blancos.

— ¿La hora de mi baño? Fue esta mañana, y usted no es mi enfermera, ¿Dónde está Camille?

Se acerca más a mí y toma el control remoto de la televisión y la apaga mirándome.

— Camille fue despedida, la encontraron cogiendo con los viejos con cáncer. — Habla bajo con un tono seductor que comienza a ponérmela dura. Aun cuando lo que dice no es para nada caliente.

Sus manos acarician con cuidado el contorno de mi herida y besa mi mejilla, bajando sus labios a mi cuello.

— Oh... ¿Y cuál es el nombre de la enfermera que besa mi cuello?

— Hanna, Hanna Morgan a su servicio señor Volkov. — Susurra contra mi oído y siento sus manos quitar las agujas en mi brazo.

— No creo que debas hacer eso. — Frunzo el ceño y ella ríe.

— Shhh.

Sus labios vuelven a los míos y veo de reojo como apaga las maquinas a mi lado.

¿Le habrá preguntado a alguien como hacerlo o ya sabía? ¿Por qué sabe...?

— No pienses. — Murmura mirándome a los ojos y asiento.

Sube sobre la camilla sentándose a horcajadas sobre mí y lamo los labios viéndola sobre mí.

Es una diosa.

Su cabello dorado cae con delicadeza y elegancia sobre sus hombros. El uniforme blanco es el mismo que el de las demás enfermeras, sin embargo puesto en ella luce como si estuviera hecho para provocar.

Se ajusta a su figura realzando sus pechos grandes, su cintura pequeña y sus caderas anchas. Ni hablar de sus muslos grandes a ambos lados de mis caderas.

Deslizo mis manos por ellos y sonrió llegando a su trasero.

Debe verse hermoso... quizás cuantos hombres tuvieron el placer de verla subir hasta aquí y caminar luciendo su culo de infarto.

Aprieto sus nalgas y ella sonríe de lado.

— Señor Volkov, es usted un pervertido.

— Mi novia suele decírmelo seguido... bueno, mi amante. — Se inclina hacia mí y junto sus labios con los míos saboreando sus labios dulces.

— ¿Tiene una novia y una amante? — Asiento y cierro los ojos cuando acomoda sus caderas sobre las mías. — Es usted un tanto avaricioso...

— Si, pero ¿Qué puedo decirte? Soy irresistible. — Sonrió de lado y ella ríe alzando la falda del vestido blanco y trago saliva.

Unos ligeros blancos rodean sus muslos y ella se alza avanzando arrodillada hacia mí. Se detiene sobre mi pecho sin llegar a sentarse y beso sus piernas tocando las ligas elegantes.

Sigo las tiras hacia sus caderas y deslizo mi mano hacia su coño frotándolo lentamente sobre sus bragas mordiendo el elástico de los ligeros. Tiro de él con fuerza y dejo que choque contra su piel sonriendo cuando se escucha fuerte y ella se queja.

— Te lo dejare pasar solo porque estas en cama. — Murmura divertida y baja sus caderas a las mías tomando mi rostro con ambas manos. Me mira sonriendo y me besa con desesperación.

Nuestras lenguas no tardan en unirse en una caricia necesitada y alzo mis caderas hacia las de ella frunciendo un poco el ceño cuando el movimiento me hace doler la espalda.

Ella lo nota y se aparta lamiéndose los labios.

— Cielo, no es nada...

— Lo sé, pero no vuelvas a hacerlo. — Baja las sabanas subiendo mi bata y sonríe viendo mi creciente erección. — Dios... hola grandote, te extrañe.

Rio negando y la veo quitar botón por botón la parte alta de su vestido. Quita sus brazos de las mangas y la tela cae tras su espalda dándome una vista genial de sus pechos desnudos y el tatuaje entre ellos.

Acaricio la serpiente oscura y llevo mis dedos hacia uno de sus pezones frotándolo con cuidado.

— ¿Cómo es posible que tus pechos sean tan hermosos?

Tiro de su pezón rosado y ella gimotea bajo.

— De la misma forma que tu polla lo es. — Murmura divertida y rodea mi miembro con una de sus manos agitándola con dureza y lentitud haciéndome suspirar.

Juego con sus pechos, los aprieto sintiendo su dureza y suavidad contra mis dedos, tiro de sus pezones sintiéndolos más endurecidos y alargados contra mis palmas, y los junto viendo como la serpiente se oculta entre ellos.

Hanna deja de masturbarme y suelto suavemente sus pechos a medida que retrocede. Se inclina frente a mí y me lamo los labios cuando toma una vez más mi erección, y la mete en su boca mirándome a los ojos.

Ella tiene una adicción por hacerme sexo oral.

Aunque no la juzgo, a mi igual me encanta tener su sexo contra mi boca y saborearlo.

Sus labios se aprietan alrededor de mi falo y su lengua lo lame dentro de su boca mientras su mano se agita en lo que no le entra. Succiona y lame como la experta que es, y llevo mi mano a su cabello viendo como mi verga se pierde en su boca.

Tiro de su cabello y guio sus movimientos sintiendo sus gemidos chocar contra mi carne. Se aparta con hilos de saliva uniendo mi húmedo glande con sus labios. Los lame y vuelve a meterlo a su boca concentrándose en lamer solamente la punta.

Sus dientes aprisionan suavemente mi glande y cuando su lengua se mueve rápidamente contra la apertura en la punta, debo contener las ganas de correrme tan pronto.

Se aparta sonriendo y vuelve a lamerse los labios.

Es tan jodidamente sexy.

Toma sus pechos sin dejar de mirar mis ojos y los pone junto a mi erección envolviéndola con sus senos calientes. Las alza y baja con lentitud, volviéndome loco. Subo mis caderas para follarme con ganas sus pechos, pero el dolor en mi espalda se acentúa y ella me mira mal.

Junta más sus pechos, haciendo que sea más difícil pasar entre sus pechos y baja su boca dejando caer un hilo delgado de saliva sobre mi excitado miembro.

— Móntame.

Alza su mirada divertida y aprieta con más fuerza sus pechos haciéndome gruñir.

— ¿Quieres que te monte?

— Hazlo ahora.

Asiente y aparta sus pechos, se sienta a horcajadas sobre mí una vez más y alza la falda de su vestido mostrándome la sexy tanga color crema que trae. La hace a un lado y tomo mi erección sujetándola mientras ella baja sobre mí.

Siento su interior abrirme paso lentamente y tiro la cabeza hacia atrás disfrutando de su caliente y estrecho interior.

Una semana fue mucho tiempo sin esto.

Hanna baja sus caderas de golpe y suelto un gruñido ahogado bajando mi mirada a ella. Sus manos se aferran a sus muslos y sus ojos se mantienen sobre los míos. Su cabello cae sobre sus pechos y roza sus pezones ligeramente.

Sujeta su falda sobre sus muslos y comienza a mover sus caderas arriba, abajo y a los lados llevándome no al cielo, al maldito noveno círculo del infierno.

Sus movimientos no son celestiales, no tienen nada de divino. Sus movimientos son endemoniados, son los que te encadenan al infierno y te hacen vivir una vida llena de pecado.

Sus caderas se mueven recordándome las veces que bailaba en ROM y aprieto su culo hundiéndome más en ella.

Hanna Morgan te hace pecar, cógela, y pecaras con gusto.

Su cuerpo sube y baja, metiéndome por completo dentro de su coño. Sujeto sus caderas cuando baja sintiendo ese punto en su interior, más caliente y apretado que ninguno. Sus manos bajan a mi abdomen y sus movimientos se apresuran junto a su respiración.

Sus pechos se sacuden cada vez que baja y su sexo envuelve mi miembro. Su movimiento me hipnotiza y tiro de sus caderas, haciendo que se mueva más rápido.

— Eres tan ninfómana...

Ella sonríe entre gemidos y se me hace la imagen más caliente que he visto en mi vida.

— ¿Y te quejas?

— Claro que no, me recuerdo lo afortunado que soy. — Murmuro y tomo su rostro buscando sus labios.

Lamo su labio inferior antes de morderlo y ella gime alto contra mi boca acelerando el movimiento de sus caderas. El sonido obsceno aumenta y con él nuestros gemidos y jadeos por aire.

Me siento tan cerca del orgasmo que ya ni siquiera lo aguanto, el calor en mi vientre crece y cuando Hanna comienza a hacer más cortos sus movimientos, sé que ella igual está cerca. Su mano baja a su monte buscando su clítoris y golpeo sus nalgas sabiendo cuanto le gusta que lo haga.

— Mírame. — Le ordeno y obedece de inmediato mirándome con sus mejillas ligeramente sonrojadas. Sus ojos brillan en su deseo y sus dedos se entierra en mi abdomen.

Nos mantenemos la mirada y sin poder evitarlo empujo contra ella follándola con necesidad. Ella llega a su orgasmo, lo noto en sus ojos expresando los fuegos artificiales explotando en su interior, y en como su coño me aprieta sin dejarme salir.

Embisto con fuerza contra ella, sintiendo el dolor recorrerme la espalda, pero la excitación es mayor y me vengo dentro de ella derramando mi corrida en su interior caliente.

— Ich fühle, wie dein Sperma in mir fließt, meine Liebe...

*Mmm, siento tu semen correr en mi interior, mi amor... <<alemán>>

Me recuesto sobre la camilla con la respiración agitada y ella se deja caer sobre mi pecho con cuidado de no tocar mi herida.

Beso su frente con cariño abrazándola contra mí y ella ríe suavemente haciéndome sonreír.

Su risa post-orgasmo, es lo más tierno en el mundo.

— Ahora si necesitas un baño de esponjas. — Murmura acariciando mi pecho.

— Tomare uno solo si tú me lo das.

Nos quedamos un momento más así, ella contra mi cuerpo, y yo en su interior, sintiendo nuestros fluidos derramarse por nuestros muslos.

Se levanta con cuidado luego de unos minutos, la veo caminar con piernas temblorosas al baño y vuelve con su traje acomodado. Se inclina a mi lado, y tal como yo hice con ella cientos de veces, me limpia. Toma mi miembro todavía duro, y lo mete en su boca, limpiando con su lengua los rastros de nuestros orgasmos.

Cuando termina y mi erección ya bajo, me ayuda a levantarme y me lleva al baño donde encuentro la bañera llenándose.

Entro con cuidado y ella toma una nueva esponja acercándose a mí.

— Como enfermera, eres lo que todo hombre desea.

— ¿Tú crees? — Sonríe divertida y pone un parche anti agua sobre el de género en el pecho y en la espalda.

Frunzo ligeramente el ceño.

— Si... Debes sacar el de genero para poner el otro. — Le señalo y ella asiente tomando un nuevo jabón.

— Lo sé.

Comienza a pasar la esponja por mi cuerpo con lentitud y me quedo pensando cuando pasa su mano por mi espalda, rodeando la cicatriz.

Han pasado seis días, y Hanna se niega a hablar de todo lo relacionado con esa noche, con esa bala. Y aunque está prohibido, y ella adora las cosas prohibidas, no me ha quitado el parche para ver cómo evoluciona la herida.

Ni siquiera ha tenido las mínimas ganas de verla.

Yo la he visto, todavía tengo dos puntos adelante y uno atrás, la piel esta lastimada, y las enfermeras dicen que es probable que la cicatriz que quede sea diminuta y en el pecho, quede solo una leve hendidura que no será muy evidente.

Aun teniendo ese favorable panorama, Hanna no me ha preguntado nada.

¿Por qué?

Cuando termina el baño, salgo dejando que envuelva mi cintura con una toalla, y quito los parches de mi pecho cuando ella sale del baño yendo por ropa limpia. Me estiro para quitar los de la espalda, y el dolor en mi pecho se acentúa. Suspiro y vuelvo a intentarlo frente al espejo, logrando quitarlo esta vez.

Hanna cuando entra, se congela y mantiene su vista en mi pecho.

Deja la ropa sobre el lavamanos y va por los parches de repuesto de inmediato. Tomo su mano antes de que los abra.

— Deben dejarse descubiertos un momento luego de un baño.

Asiente y toma otra toalla dando suaves toques sobre mi piel, quitando los rastros de agua. Cuando debe secar mi pecho evita mirar la herida y tomo su mentón con cuidado.

»— ¿Tan fea es?

Niega mirándola.

— Es solo que... es un recordatorio de que lo jodo todo, si lo nuestro no hubiese pasado, no te hubiera atravesado una bala.

— No seas tan dramática. — Murmuro inclinándome y beso sus labios. — Yo creo que es la prueba de que mi amor por ti es real. Porque esa noche no temía morir, temía que tú lo hicieras, temía no poder hacer nada para ayudarte, una vez más...

Sonríe ligeramente.

— ¿Y yo soy la dramática?

— Sabes que sí. — Rio y vuelvo a besarla acariciando sus mejillas.

Volvemos a la habitación y me siento sobre el sofá mientras Hanna pone los parches sobre las heridas. Al terminar deja un beso sobre cada uno.

— No hacía falta que recibieras una bala, ya sabía que tu amor por mí era real.

— Y no hace falta que amenaces a medio personal en el hospital para que me den el mejor trato, yo ya sé que tu amor por mí es real. — Sonrío tomando sus mejillas.

— No sé de qué hablas.

— Claro.

🚬🚬🚬🚬

La puerta atrás de mí se abre, y me giro viéndola entrar. Avanzo hacia ella y alzo mis brazos un poco sonriendo.

— Oficialmente estoy dado de alta.

Sonríe divertida entregándole mi bolso a Gerald.

— Lo sé, yo firme tu salida. — Rodea mi abdomen alzándose para besarme, y bajo mi rostro al suyo correspondiendo el beso. — Bien, vámonos, tenemos un viaje largo.

Avanzo con ella al ascensor y frunzo el ceño mirándola.

— ¿No vamos a quedarnos en La Mansión Morgan? — Niega aferrándose a la barra atrás de ella y me paro a su lado. — Tania quería viajar para verme... Bueno, no importa, supongo que tendrá que ir a mi departamento.

— Tampoco vamos a San Francisco.

— ¿A dónde iremos entonces? — Miro detenidamente su rostro buscando alguna señal de adonde iré a seguir con mi recuperación y una de sus comisuras se alza ligeramente.

— Iremos a Rusia, quizás al fin pueda conocer a esa tal Ezzia con la que tanto hablas.

— Ella es gay, no seas celosa, cielo. — Rio un poco procesando que iremos a Rusia.

Hanna tiene el dinero para llevarme a Rusia, también debe tener propiedades ahí, pero no es eso lo que me tiene intrigado. La miro mientras bajamos y caminamos al auto.

— ¿Mis padres saben lo que paso?

Niega entrando y me siento junto a ella.

— Si quieres, puedes quedarte con ellos en tu casa y les cuentas.

Frunzo el ceño.

— ¿Me llevas a Rusia para deshacerte de mí? ¿Y así mis padres deban cuidarme y tú no?

— Si, ¿Cómo me descubriste? — Sonríe divertida y me ayuda con el cinturón de seguridad ya que todavía me duele mover los brazos. — Tengo negocios en Moscú, asique te llevare conmigo, nos quedaremos en mi departamento, ¿Te gusta la idea?

Asiento lentamente.

— Podre juntarme con mis amigos mientras tú haces tus negocios, quizás incluso voy a ver a mis padres.

Ladea ligeramente el rostro y ya sé lo que piensa al respecto.

— Recuerda que el doctor dijo que debías tomar con calma esto de la recuperación, te dispararon Adrien, hace diez días... Quizás, podrías invitarlos a ir a mi departamento.

Asiento y ella me sonríe ligeramente.

— Es por tu bien, para que pronto podamos coger como nos gusta.

Rio negando y ella lo hace conmigo besando mi mejilla.

— Pasaremos a la Mansión Morgan por nuestras maletas y para despedirnos de mis hermanos. Luego viajaremos a las ocho, antes de que comience la fiesta de Halloween.

— ¿Por qué no podemos quedarnos a la fiesta de Halloween?

— Ya sabrás, algún día, cuando puedas correr.

La miro tratando de entender que hacen en la Mansión Morgan durante Halloween y ella se ríe de mi mirándome de reojo. Le divierte saber que tengo curiosidad al respecto.

Al llegar a los terrenos Morgan, en la entrada nos hacen esperar más de lo acostumbrado, y Hanna me dice que es por el día. Sigo sin entender viendo las telarañas en las paredes de la gran casa.

Solo estuve diez días en el hospital, ¿Verdad?

El conductor nos deja frente a la puerta principal y bajo con Hanna rodeando mi cintura. Entramos a la mansión y no puedo evitar mirar detenidamente las decoraciones por todos lados.

A diferencia de la última vez que estuve aquí, no hay nada moderno, todo el lugar está ambientado en la época victoriana. Sofás, paredes, candelabros, incluso las empleadas van vestidas con vestidos negros y delantales blancos, que solían usar las criadas.

Con la gran diferencia de que van maquilladas como criadas muertas.

¿Qué está pasando aquí?

Hanna tira de mí y nos lleva hacia las escaleras. Logro divisar tragos con ojos en una de las bandejas que llevan las empleadas.

Subimos las escaleras con lentitud, y al llegar arriba, me aguanto la risa viendo a Cass en un vestido victoriano azulado.

— No te rías hombre con el agujero, si estuvieras bien, también estarías usando un traje ridículo. — Me mira mal, y cuando una sirvienta la busca diciendo que encontró el lunar falso, Cass baja rápidamente las escaleras.

Entramos al cuarto de Hanna y ella se apoya en la puerta cerrada suspirando.

— Al fin algo de normalidad.

Rio mirándola y me acerco a su ventana viendo las telarañas falsas al otro lado.

— ¿Ya me dirás que hace tu familia en Halloween?

— Ya te dije, lo sabrás cuando puedas correr. De lo contrario vas a querer quedarte. — Murmura avanzando a su armario y saca nuestras maletas con cuidado.

Asiento divertido y me siento sobre su cama viéndola guardar sus cosas.

He conocido gente que es fanática del treinta y uno de octubre, que decoran su casa y buscan los trajes más aterradores, pero lo de Los Morgan, va cinco niveles más allá. ¿Por qué?

No creo que sea algo solo de su familia, Hanna me comento que vendrían otras personas, personas de la mafia, asique es probable que sea algo que se hace, durante décadas. ¿Qué se hace exactamente?

¿Y por qué si Hanna me cuenta voy a querer quedarme?

Supongo que tendré que esperar al próximo año para saberlo...

— ¿Puedes tocar algo para mí? — Señalo el teclado cuando me mira y asiente alzándose de hombros. — ¿No has pensado en hacer públicas tus canciones? Son hermosas.

— ¿Para qué? ¿Hacerme famosa? Ya lo soy. — Murmura sentándose frente a su teclado. — Aparte, si las hiciera públicas, me pedirían conciertos y toda esa mierda. No tengo tiempo para eso.

Sonrió divertido.

— ¿Qué te hace estar tan segura de que tus canciones te harían famosa en un santiamén?

Me mira sobre su hombro alzando una ceja.

— Son mías, eso ya las hace valer más que un Audi del año, y las hice yo, son perfectas. Cualquiera que las escuchara, se conmovería.

— Eres tan sexy cuando eres engreída. — Rio y ella me muestra su dedo medio poniéndola una tablatura frente a ella.

— Esta se llama "The silence" — Su espalda se endereza y sus dedos recorren las teclas sin tocar ninguna en específico, solo reconociendo el lugar.

Cuando creo que me está jugando una broma y ligeramente no va a tocar nada, sus dedos comienzan en las notas bajas una secuencia repetitiva, que si hubiera otro ruido en la habitación, no podría oírse.

Su mano derecha sube gradualmente hacia las notas altas y cuando aprieta una nota aguda parando las notas bajas, un escalofrió recorre mi cuerpo.

Eran melodías lentas y larga, sin llegar a ser aburridas ni tediosas. Bajaban de intensidad cuando menos lo esperabas, como también subían, aun así, todas terminaban igual, se perdían en el silencio de la habitación... y era algo mágico que esperabas cada vez que comenzaba a sonar una nueva nota.

Hanna movía suavemente su cabeza al ritmo de su canción, y como siempre, no bajaba la mirada a sus manos, lo cual me hace sonreír.

Es talentosa en todo lo que hace.

Y sé que, aunque fue algo engreída diciendo que de hacer públicas sus canciones, todos la amarían, no se equivocaba.

Alrededor de las seis, bajamos a comer algo y nos quedamos hablando con sus hermanos. Los cuales iban vestidos con trajes victorianos. Incluso Diego traía uno.

Trate de que me dijeran lo que hacían, pero ellos ya habían sido advertidos por Hanna para que no abrieran la boca.

A las siete, Hanna me dio mis medicinas para el dolor y Chad con Henry se burlaron de mí. A las siete con treinta minutos, comenzaron a llegar los invitados, todos iban vestidos con trajes ajustados que lucían incomodos, y vestidos abultados.

Cuando las empleadas comienzan a bajar nuestras maletas, Hanna comienza a despedirnos de sus hermanos, para mi sorpresa el único que sabe que iremos a Rusia es Derek. Los demás piensan que iremos a San Francisco. ¿Por qué Hanna no les diría a sus hermanos que vamos a Rusia?

No le tome atención, ya que Ian Morgan entrando a la cocina con un traje azulado victoriano es mucho más sorprendente. Nos desea un buen viaje, y me doy cuenta de que Hanna lo ignora.

Supongo que todavía no se arregla con él luego de que no la defendiera cuando La Elite la llamo zorra y dijo que disfruto con los cuatro.

Al irnos, giro mi rostro y logro ver a Ian bajar la mirada apenado y avergonzado.

Ian es un Morgan, pueden ser idiotas, arrogantes, engreídos y mil cosas más, pero también son muy emocionales e intensos. Ian se arrepiente de no haber hablado cuando trataron mal a su hija, y el qué ahora ella lo ignore, le duele, lo ves claramente cuando ya atravesaste la barrera de frialdad de Los Morgan.

Yo soy uno de los pocos que atravesó la barrera.



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