Un giro inesperado

By MariaPadilla_

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Los caminos de Alice y Nicholas no estaban destinados a coincidir... o eso creía ella. Todo en ellos era dist... More

Sinopsis
Antes de leer
1. Amigo de un famoso
2. ¿Quieres ser monja?
3. Nicholas Blake
4. Primera sonrisa
5. La chica del capitán
6. ¿Prefieres el soccer?
7. Eres hermosa
9. Podría besarte
10. Cultura general
11. Siempre serás mi Lissie
12. Curaré tus heridas
13. ¿Te quedas a dormir?
14. Serás mi perdición
15. Necesito un abrazo
16. Prometo portarme bien
17. Diversión con alcohol
18. Precioso tormento
19. Gracias por ser tú
Especial: El secreto
20. Piano en miniatura
21. Te quiero mucho
Especial II: La chica del bar
22. Rendido por ti
Especial III: Clases de química
23. Me aterra arruinarlo
24. Te deseo
25. No quiero que te detengas
26. Jamás seré capaz de olvidarte
27. Primer baile contigo
28. La última c
29. Te retendría toda una vida
30. Siempre podrás refugiarte en mí
31. Eres una piedra
32. No me dejes

8. ¿Has jugado Beer Pong?

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By MariaPadilla_

15 de noviembre, 2018.

No recordaba la última vez que asistí a una fiesta.

No tenía muy claro cómo Stella me convenció de esto, tal vez me hipnotizó y por eso no entendía por qué un «sí» salió de mis labios cuando me lo propuso. Ahora, un jueves, en lugar de estar en casa descansando después de un turno de cuatro horas en el bar, estaba aquí; en la fiesta de la fraternidad a la que se unió uno de mis amigos recientemente.

—¿Estás segura de que Lucas está aquí?

Escaneé el mar de alumnos en el jardín de la mansión tras preguntarlo. No había rastro de él. También lo buscamos adentro, pero no lo hallamos.

—Muy segura. Perdió el vuelo del martes, pero ayer consiguió otro. Está aquí.

Dudándolo un poco, asentí y revisé mis mensajes. Una sonrisa se formó en mis labios. Idalia, la nueva niñera de Olivia, me envió una foto de ambas armando un rompecabezas.

—¿Quieres algo de beber? —preguntó Stella, haciendo que alzara la mirada.

Negué con la cabeza.

—Bien, yo iré por una soda. Ya vuelvo.

Volví a asentir y tomé asiento en una banca algo alejada del gentío alrededor de la piscina. Le avisé a Idalia que tal vez llegaría más temprano de lo que preví. Tenía unos treinta minutos aquí y ya estaba ansiando marcharme.

—Creo que a mis compañeros les ofendería un poco saber que Instagram te parece más interesante que la fiesta que organizaron.

Mi mirada chocó con la de un chico rubio de ojos oscuros. Me veía con una pequeña sonrisa. Tampoco disimulé la mía al verlo.

—Hola a ti también, Lucas.

Lucas era el único jugador del equipo con el que me relacionaba antes de conocer a Nicholas y fue la primera persona con la que interactué al inscribirme en la universidad.

El primer día de clases iba corriendo como un loco por los pasillos cuando chocó conmigo, haciendo que casi cayéramos al suelo. Y utilizo ese último adverbio, porque gracias a sus increíbles reflejos, me sostuvo a tiempo e impidió que mi trasero sufriera un gran golpe.

El mismo día Stella y yo coincidimos con él en la charla de bienvenida y nos volvimos inseparables. Él también estaba en su primer año, estudiaba actuación y hacía unos dos meses ingresó al equipo de fútbol para conseguir una beca deportiva.

—¿Cómo ha estado mi castaña torpe favorita?

—¿Cuántas veces tendré que recordarte quién chocó a quién?

—La misma cantidad de veces que tengo que recordarte que estabas muy ocupada jugando al candy crush como para escuchar cuando grité permiso desde lejos —alzó una ceja.

—¡Y nunca te disculpaste por hacerme perder!

Resopló, cansado de la respuesta que siempre le daba.

—Vale, lo siento.

Mantuvo la mirada fija en mi rostro, como si esperara a que dijera algo. Arrugué la frente.

—¿Qué?

—¿No te vas a disculpar?

—¿Y yo por qué debo hacer eso?

—¡Por haber hecho que llegara tarde a mi clase de teatro!

—¡No me disculparé por eso! ¡Tú ya venías tarde!

Tal vez debí mencionar que lo que más hacíamos era discutir sobre lo qué pasó ese día. Incluso nos sacaron de clases una vez porque... ejem... olvidamos que estábamos en una.

—¿Así es como tratas a tu leal, solidario, divertido, creativo, talentoso, guapo y sexy amigo que tenías semanas sin ver? —Se cruzó de brazos, fingiendo estar molesto.

Y por supuesto que debía decir algo como eso.

—Estás consciente de que tu ego pronto nos asfixiará a todos, ¿cierto?

—¿Tampoco preguntarás cómo me fue en Londres? ¿Pero qué clase de amiga eres tú? —preguntó, indignado.

—Publicabas como diez fotos diarias en Instagram, presumiéndole a todos tus supuestas vacaciones en Londres. Creo que nos quedó claro que la pasaste bien por tu hashtag: #viviendoloquetúno.

—¿Por qué dices supuestas? ¡Fueron vacaciones!

—¡Estabas haciendo un proyecto!

—¿Y? Mis seguidores no tienen que saber eso.

—Disculpa, Hannah Montana.

Frunció el ceño en un principio. Luego ambos reímos.

—Vale, voy a ignorar que no me llamaste ningún día mientras estuve en Londres si me contestas una pregunta.

Me crucé de brazos.

—Bien.

—¿Por qué demonios no me has dado un abrazo?

Rodé los ojos, divertida. Finalmente, con el atisbo de una sonrisa, me puse de puntillas y rodeé sus hombros con mis brazos.

Lo había extrañado mucho, más no diría eso en voz...

—Sé que me extrañaste, cariño, pero no necesito que lo digas, es evidente. —Envolvió sus brazos en mi cintura.

—Presumido.

—Realista —corrigió.

Me separé de él al mismo tiempo en que preguntó:

—¿Quieres ir a la nueva pizzería que abrió en la Spine Road? He escuchado buenos comentarios de ella.

—¿No se supone que acabas de llegar? ¿En qué momento te enteraste de eso?

—Vivimos en la era de la tecnología, hermosa. Actualízate.

Lucas tenía la costumbre de llamar a las personas por apodos halagadores. Decía que todos deberían saber que son igual de maravillosos que él.

—¿Cuándo?

—El domingo, ¿puedes?

Lo pensé unos segundos. Los domingos no debía ir al bar, pero aún tenía otra responsabilidad.

—¿Puedo llevar a Olivia?

—¿Tu hermanita? ¿Al fin me dejarás conocerla? —La emoción surcó su rostro.

Lucas y yo nos habíamos visto pocas veces fuera del campus, por eso no había tenido la oportunidad de hacerlo.

—Solo si prometes comportarte.

—¡Por favor, Allie! Estás hablando con el más educado, consciente, respetuoso, responsable, prudente, encantador...

—Ya entendí —interrumpí su derroche de personalidad.

Su brazo derecho me rodeó el hombro.

—No puedo creer que al fin conoceré a la niña que tiene al pequeño Jack refunfuñando cada que visito a Stella.

—¿Disculpen?

Ambos giramos ante la voz a nuestras espaldas.

—¿Por qué tardaste tanto? —me extrañé.

Stella dejó caer los hombros, cansada.

—Había demasiadas personas en la barra. ¿De qué estaban hablando?

—Lucas me invitó a una pizzería.

Los labios de la ojimiel se entreabrieron. Miró mal a Lucas.

—¡Nos cruzamos cuando fui por la soda y no me invitaste a esa pizzería!

—Primor, no es...

—Oh, no te atrevas a llamarme primor, bastardo.

—¡También te iba a invitar!

—¡Pues no lo parece!

—¡Estabas apurada y...!

Mis oídos pararon de filtrar su discusión cuando distinguí la presencia de cierto pelinegro a los lejos, en las puertas corredizas que separaban el interior de la casa con el patio trasero. Lo veía todos los días, sabía que también vendría, últimamente pasaba más tiempo con él que con cualquier otra persona y aun así no pude detener los latidos desenfrenados de mi pecho al notar lo guapo que lucía llevando aquella camisa blanca con los primeros botones desabrochados y aquellos pantalones oscuros.

No esperé que, un segundo más tarde, esas pulsaciones disminuyeran al divisar a la rubia colgada de su brazo.

—Oh, es que ya vio a su amor.

La voz de Stella me trajo devuelta a ellos.

—¿Su qué? —se confundió Lucas.

—Él no es... —Fruncí el ceño—. No es mi amor.

—¿De quién están hablando?

—Del capitán encabezando la lista de pretendientes de Alice.

—Él no encabeza ninguna...

—¿Del capi...? —Lucas me interrumpió, dando una ojeada a nuestro alrededor—. ¿Se refieren a Blake? ¿Desde cuándo él forma parte de sus conversaciones?

Cerré los ojos, recordando que...

—¿¡Alice no te contó que ahora vive con Nicholas Blake!?

(...)

—En serio eres una pésima amiga —fue lo único que dijo Lucas tras escuchar el resumen de las últimas semanas de mi vida.

Le regalé una sonrisa culpable.

—Lo siento.

—¿Cómo a alguien se le olvida contar que ahora vive con el chico más sexy del campus?

Me crucé de brazos.

—No es un hecho tan importante.

—¿Te fijaste en que no negó que es el chico más sexy del campus? ¡Le gusta! —Stella hizo un baile con sus cejas.

—Él no me...

—Cariño, ahórrate la negación —me detuvo Lucas—. A todo el que respira le gusta Nicholas Blake.

—Están exage...

—¿Y qué opinas de los gemelos Reed? —Stella me ignoró—. Ellos son aún más sexys.

—¿Más sexis? No lo creo, pero le hacen competencia.

—¿Y ahora de quienes están hablando?

Ambos giraron sus rostros con lentitud hacia mí, viéndome como si, de repente, me creció otra cabeza.

—Por favor, dime que está bromeando —le suplicó Lucas a Stella. Fruncí el ceño.

—¿En serio no sabes quiénes son? —me preguntó ella.

—No habría preguntado de saberlo.

Stella soltó un largo suspiro y sujetó mi mano.

—Vamos, te los mostraremos.

—Adelántense. —Lucas miró algo a nuestra derecha—. Yo... Las veré adentro.

No tuvimos que seguir su mirada para adivinar que se trataba de algún chico.

—¡Conquístalos a todos, cariño!

Reí por el comentario de Stella y me dejé arrastrar por ella hasta el interior de la casa. Me llevó hasta un tipo de barra improvisada en la que tuvimos que esperar varios minutos para obtener un lugar.

—Bien, ahora mirarás discretamente la mesa de ping pong que está al fondo.

La obedecí, pero tardé un poco en localizarla. Entre el mar de chicos y chicas que se me hacían vagamente conocidos y que se frotaban entre ellos sin vergüenza alguna, se besaban como si tuviesen una enfermedad terminal y hoy era su último día de vida o bailaban a nuestro alrededor  y obstaculizaban la búsqueda, al fin pude visualizar al grupo rodeando la mesa.

En lugar de distinguir a los famosos gemelos, mis ojos se detuvieron en otra persona: Nicholas. Le perdí el rastro charlando con Lucas y Stella, pero... creo que no debí volver a encontrarlo.

Las personas que cercaban la mesa estaban jugando algo que, siendo honesta, no tenía idea de cómo se llamaba, pero yo lo apodé como «la carta resbaladiza». Consistía en aspirar una carta y soplarla en los labios de la persona contigua a ti. Quién la dejaba caer y besaba a su compañero bebía un shot. Y una de las personas contiguas a Nicholas, era la rubia despampanante de más temprano.

Aparté la mirada antes de que su turno llegara. Desconocía el sentimiento que me invadía al mirarlos. No me agradaba. Mucho menos no tener una justificación válida para experimentarlo.

—¿Ya los viste? Los pelirrojos a la derecha de Nick, son Jared y James Reed, sus mejores amigos.

En el momento que por fin lo hice, una sola pregunta se repitió en mi cabeza: ¿Cómo demonios no me fijé en ellos antes?

Dios, si me estás escuchando, por favor no tomes en cuenta mis pensamientos impuros, sigo siendo una buena chica.

Esos chicos... ¡Mierda! Eran igual de altos que Nicholas. Sus cabelleras eran una mezcla entre rojizo y anaranjado; uno de ellos lo dejaba descansar en su frente, el otro lo tenía peinado hacia atrás. Lo último que distinguí antes de retirar la mirada fueron sus ojos: el primero lo tenía azules, el segundo avellanas.

—Ustedes... Tenían razón, ellos son... —No pude terminar la oración; ni siquiera podía encerrar su atractivo en una palabra.

Stella rio.

—Me preocupa que te estés quedando ciega, Alice Ann. Tú esperas a Nick en las gradas varios días a la semana. Ellos también son parte del equipo de fútbol. ¿Cómo carajos...?

—No lo sé.

Sí lo sabía.

El ochenta por ciento del tiempo, mis ojos estaban en Nicholas. El otro veinte, en el cielo fingiendo que no lo estuve mirando cuando me pillaba haciéndolo.

—Juro que James es el amor de mi vida. —Stella les echó un vistazo, embobada—. Aunque si Jared me presta atención, no me quejo, también lo quiero. A los dos. Un dos por uno.

Me reí.

—Si uno de ellos es el mismo James que no paras de mencionar, comprendo perfectamente tu afición hacia él.

—Es el de los ojos azules. —Suspiró—. Jared es el de los ojos avellana.

Le eché otro vistazo rápido al grupo, mordiendo la parte interna de mi mejilla.

No lo preguntes.

No lo preguntes.

No lo pregun...

—¿Sabes quién es la chica al costado de Nicholas?

Antes de contestar, Stella terminó de beber su soda.

—Su nombre es Hazel, pertenece al equipo de porristas. La he visto con ellos muchas veces.

No dije nada. Conociéndome lo suficiente, Stella cambió de tema velozmente, intentando que no sobreanalizara la información. No lo logró, pero charlamos por un buen rato hasta que un chico la invitó a bailar y yo la convencí de aceptar porque la verdad era que ahora sí quería marcharme.

Sintiendo la boca seca, le pedí una botella con agua al chico que atendía la pequeña barra. Él me la entregó con desdén, luciendo cansado. Casi escuchando las advertencias de mi padre, me fijé en que estuviera sellada. Descubrir que no lo estaba me sorprendió.

—Disculpa —lo llamé otra vez—. ¿Podrías cambiarla? Esta no está sellada correctamente.

—Algunas tienen ese defecto de fábrica, niña. No significa que el agua esté adulte...

—Te pidió que le dieras otra.

Un escalofrío me recorrió la espina al reconocer de inmediato la voz del recién llegado.

No me giré a verlo, pero la nueva expresión intimidada del chico me hizo suponer que no parecía muy feliz. Un segundo más tarde, sustituyó la botella de agua sin quejarse.

De reojo noté el cuerpo de Nicholas posicionarse a mi lado. Su olor familiar fue difícil de pasar por alto.

—Gracias —le dije, observando la botella en mis manos tras ingerir varios tragos.

—Te estuve buscando. —Su mirada perforaba mi perfil—. ¿Hace cuánto llegaste?

—Una hora aproximadamente.

—Creí que llegarías más...

—El compañero que me reemplazaría en el bar se retrasó un poco. No podía irme hasta que el encargado del siguiente turno apareciera. —No pretendí que mi voz saliera tan tosca.

Él no dijo nada y la culpabilidad hizo eco en mi pecho. A punto de disculparme, su siguiente comentario me detuvo.

—Luces hermosa.

Parpadeé varias veces, desorientada por el cambio de conversación.

—Yo... —Repasé mis prendas, extrañada—. Luzco igual que todos los días.

No mentía. Lo único distinto en mi atuendo de hoy era que mis botas tenían un poco de tacón. El suéter celeste y los jeans ajustados negros no eran algo fuera de lo común.

—A eso me refiero.

Exhalé, negando con la cabeza.

Me sentía extraña y me reproché por eso. Verlo con otras chicas no debería afectar la manera en la que actuaba a su alrededor. No éramos ni seríamos más que amigos. No tenía base sentirme así.

—¿Viniste a la barra por una bebida? —Lo miré, intentando sonar menos tensa.

—Vine a la barra por ti. —Ladeó la cabeza—. ¿Por qué estás aquí sola?

Me alcé de hombros.

—Ya estaba pensando marcharme.

Arrugó las cejas.

—¿Qué has hecho además de estar aquí de pie?

—Charlar con mis amigos.

—¿Y nada más? ¿No te has divertido con nada o nadie?

—No. Y no importa, ya debería...

—¿Has jugado Beer Pong?

Negué otra vez.

—No tienes que hacer esto, Nicholas, tú ya estabas... entretenido. Solo estoy esperando a Stella para despedirme y...

—¿Entrete...? —Examinó al grupo que dejó atrás con el ceño fruncido. Luego sus hombros se relajaron, cómo si ya lo comprendiera—. No estaba jugando ese estúpido juego, solo les decía a mis amigos lo ridículos que se veían haciéndolo.

—Tú no... —Suspiré—. Aun así no necesitas hacer que me divierta o...

—Alice, yo también estuve a punto de largarme. Sigo aquí porque te vi mientras me dirigía a la salida. Ven, jugaremos Beer Pong.

A continuación, posó su mano sobre la mía, entrelazó nuestros dedos de forma despreocupada y me haló suavemente mientras caminaba hacia el lado opuesto del salón. Por un instante, estuve sin palabras. Era la primera vez que sostenía mi mano.

No sabía muy bien cómo describir el roce de su piel cálida con la mía o cómo se sintió que sus dedos encerraran los míos mientras caminábamos, pero sí sabía que esa sensación de estabilidad, esas pulsaciones y esas cosquillas eran de las que experimentabas una vez, con una sola persona.

Desconcertada, alcé la vista y me encontré con una sonrisa casi imperceptible en sus labios, pequeña, cómo si no quisiera que supiera que él también había sentido la electricidad de aquella fricción.

—Nunca lo he jugado.

—Te enseñaré.

—No quiero consumir alco...

—Yo beberé por ti. Y no será mucho, vas a ganar.

(...)

Observé con preocupación los seis vasos hasta la mitad de cerveza. Luego, al contrincante frente a mí: Isaac, un amigo de Nicholas. Me veía con una sonrisa amable, quizá entreviendo los nervios que sentía.

—Esta no es una buena idea. Mi puntería es pésima, perderé.

—Alice...

—Hablo en serio. Voy a perder y terminarás bebiendo todo es... —Nicholas removió la pelota recién lavada de mi mano y posó sus dedos en mi barbilla, instándome a mirarlo.

—Es solo un juego, preciosa. El objetivo es divertirte, no preocuparte. ¿Lo entiendes?

—Pero...

—Tengo buena resistencia. No pasará nada si pierdes.

—Aun así...

—Solo recuerda apuntar hacia la parte posterior del vaso, ¿sí? Y no apuntar hacia un vaso en específico, sino...

—Hacia donde esté la mayor cantidad, lo entiendo, pero... —Mi mandíbula se desencajó, viendo de él hasta el vaso que había encestado aún con la mirada fija en mí—. Tú... Tú acabas de... ¿Cómo rayos hiciste eso?

Él rio, encogiéndose de hombros.

—Solo no lo pienses demasiado.

Si me preguntaban cómo sucedió lo de más tarde, no podría darles una respuesta lógica.

Lo que en un principio fue una masacre en la que Nicholas bebió en los primeros tres turnos de Isaac y éste último ni una gota porque no acerté en ninguno, poco a poco, comenzó a invertirse. Y cuando solo nos quedaba un vaso a cada uno, la primera en acertar fui yo.

Esperen...

La primera en acertar fui yo.

Eso... Eso quería decir que...

—Lo hice. —Agrandé mucho los ojos—. ¡Lo hice! ¡Gané!

Una descarga de energía me recorrió las venas y una inexplicable felicidad electrizó mi cuerpo. En un acto involuntario, rodeé el cuello de Nicholas, eufórica. Y contrario a la primera vez que lo abracé, sus brazos ya parecían esperarme.

—Sabía que lo harías —murmuró.

•••

El siguiente capítulo es otro de mis favs (creo que tengo demasiados favs JAJAJ), el viernes se los subo <3

Pueden encontrarme en Instagram y en Twitter como: @cuerpolector 🤍

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