44. ¿Hay alguien más?

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Estoy sentada en el borde de la piscina, mis pies chapotean en el agua mientras disfruto de la brisa, es tranquilizador estar así. Me llevo la botella que vino a mis labios y bebo el poco contenido que queda. Miro la marca de la botella para distraerme y no comprendo el idioma, parece griego, la botella no es de mi cajita feliz, sino de la colección privada de mi padre.

Él dejó su alcoholismo hace mucho, ahora es capaz de beber en cantidades moderadas y se controla a la perfección, además, su nueva obsesión es coleccionar licores carísimos, antiguos y limitados, jamás los bebe, los tiene como un adorno, así que espero que no se de cuenta de que su hija ya ha vaciado unas cuantas botellas.

Respiro hondo y con mi mano libre empiezo a colocar mi cabello detrás de mis orejas, parezco una loca. Sigo bebiendo hasta que ya no queda más. La dejo a un lado y tomo otra sin abrir, con habilidad quito el corcho y me la llevo a mis labios.

—Sabes a uva —le digo a la botella con una sonrisa—, eres de... 1890 —leo la fecha, aunque me esfuerzo, mi vista no está del todo clara—, demasiado viejo para mí —bromeo.

No quiero recordar mi conversación con Damián, ni su expresión de decepción, en estos momentos todo es un desorden en mi cabeza y en mi corazón. Mi celular vuelve a vibrar a mi lado, lo agarro y leo rápidamente los mensajes sin contestar. Tengo varias invitaciones para la fiesta de hoy, una de ellas es de Brandon.

Tengo que aclarar esto de una vez, y entre más pronto mejor, estoy segura que podré inventarme algo, intentaré convencerlo de que ya no me atraen los hombres, quizá así me deje en paz.

Volteo la botella y su liquido empieza a caer en la piscina, observo el agua ensuciarse por el alcohol y le marco a Brandon.

— ¡Bellezaaaa! —grita demasiado alto—. Pensé que jamás me contestarías, llevo horas intentando contactarme contigo.

—Ven por mí, tenemos que hablar —digo y cuelgo. Suelto la botella ya vacía y cae en el agua, la veo flotar un rato hasta que me aburro y me levanto tambaleante.

No sé por qué me siento tan infeliz, lo tengo todo. ¿Por qué no me puedo conformar? ¿Por qué quiero más? ¿Por qué con él? ¡Maldita sea! Mi padre siempre ha tenido razón, soy su copia, soy egoísta, egocéntrica, calculadora, jamás me ha importado destruir a quien se metiera en mi camino, pero ahora me siento a punto del colapso al recordar cómo le hablé. Limpio una lagrima que se escapa y recorre mi mejilla.

¡No llores! ¡No tienes derecho a llorar! No quiero volver a ser esa niña patética que solo lloraba en un rincón esperando a que todo se solucionara por arte de magia, no quiero ilusionarme, ni volver a sentirme defraudada, no quiero que me lastimen porque ya mi padre lo hace constantemente.

Recojo los zapatos que había dejado tirados en el minibar y me los coloco. Observo mi vestimenta y creo que está bien para lo que tengo planeado hacer, uso un vestido amarillo floreado y unas sandalias café. Intento peinar un poco mi cabello, camino hacía la salida y espero a Brandon afuera. Él tarda quince minutos en llegar, cuando baja de su auto me sonríe y corre hacía mí.

—Eh —retrocedo cuando noto su intención de rodearme con sus brazos, quiero el menor contacto con él—. Hablemos y aclaremos todo de una vez, vayamos a un lugar tranquilo —lo rodeo y me subo en el asiento del copiloto.

Dudo sobre si es correcto que él maneje, pues no sé si bebió alcohol. Él se acomoda en su auto sin quitar su sonrisa, ambos nos colocamos el cinturón y le pregunto si bebió.

—No, apenas había llegado cuando recibí tu llamada —responde encendiendo el auto—, jamás arriesgaría a mi reina de esa forma —otro apodo más y le pego una patada en las pelotas, ya no lo aguanto.

—Conduce a la playa, no quiero ir a ninguna fiesta —él asiente y nos ponemos en marcha, mi mirada está fija al frente, ni siquiera tengo que actuar algo que no soy, estoy siendo más cortante y fría de lo que pretendía, pero bueno, el alcohol me prohíbe tener ciertos filtros.

—Estás muy diferente desde que viste esa foto en Instagram —deja de sonreír y suspira, algo me dice que también está intentando representar un papel, es ilógico que tenga tan poca dignidad.

Brandon parquea y yo no hago ademan de querer bajarme, observo el mar y las pocas personas que caminan en la playa.

—No me importan las fotos —suspiro—, antes de eso ya se me había pasado la atracción por ti, mis sentimientos siempre son superficiales y fugaces —no quiero filtros, quiero sincerarme por primera vez en mi vida.

—Demasiado fugaz diría yo —escucho la tristeza en su voz y me siento mal, hoy es el día donde los pobres hombres han sido victimas de la bruja Kane. ¡Genial!

—Lamento darte ilusiones, esta mañana estuve demasiado saturada con asuntos personales, no quería que tuviéramos esta conversación en los pasillos de la universidad.

— ¿Hay alguien más? —su pregunta me toma por sorpresa, volteo mi rostro para mirarlo.

—Si —él parpadea varias veces y baja su mirada—. Me gusta alguien más.

—La inalcanzable Amanda Kane siempre tiene alguien más —su tono es de burla—, soy sincero, no tenía la intención de acercarme a ti, era demasiado trabajo para mí, pero cuando noté tu interés todo el mundo me felicitó por haberme ganado tu atención.

—Lo siento —la verdad es que no—. No quiero andar por ahí rompiendo los corazones masculinos que se me acerquen —resoplo, cierro mis ojos y apoyo mi cabeza en el vidrío de la ventana.

— ¿Alguna vez te has enamorado de alguien? —no reacciono, odio esa maldita pregunta—. Respóndeme, sé sincera conmigo, sé sincera contigo misma. Necesito saberlo.

—Creo que si —me recompongo—, creo que si —repito nuevamente.

—Así como te enamoraste de esa persona te puedes enamorar de mí, te prometo que si lo intentamos de verdad podemos tener una relación muy espec...

—Tú no estás enamorado de mi —lo miro a los ojos y sonrío con tristeza, intento ocultar el deje de molestia—, solo estas hipnotizado por mi imagen, quieres lo que te puedo dar.

—No es así...

—No me hagas las cosas más difíciles, por favor, acéptalo de una vez. Me pareces un buen chico, y no quiero tener que rechazarte públicamente si te me vuelves a acercar con otras intenciones —es casi una amenaza, no quiero tener que recurrir a eso, deseaba terminar en buenos términos esta rara obsesión—. Podemos ser amigos, buenos amigos —quizá con ese premio de consolación le baste.

—Estoy haciendo el ridículo contigo, parezco un niñato inmaduro que no puede aceptar ser rechazado —se acomoda en su asiento—, solo quiero decirte algo...

—Adelante.

—Deja de creer que lo sabes todo, no conoces los sentimientos de los demás, no tienes la última palabra. Entiendo que muchas personas se han acercado a ti queriendo algo a cambio, pero no todos somos así.

—No era mi intención —miro hacía mis manos y las retuerzo entre sí, sus palabras me dejan pensativa, no esperé que me diera esa respuesta, me siento un poco culpable.

—Lo intenté y perdí, como buen jugador aceptaré mi derrota.

Y esas son las últimas palabras que nos dirigimos, ambos nos quedamos observando el cielo estrellado y la luna saliente, me siento un poco culpable por esta situación, ya que fui yo quién la inició, sin embargo, ya no tengo un peso encima.

Las reglas del deseo | 1.0Where stories live. Discover now