2. No soy tu puñetera mensajera

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Decido concentrarme en que ropa usaré esta noche para despejar mi mente y no pensar en los intrusos que llegaron a mi vida.

El tema de la moda siempre ha sido una escapatoria para mí, aprendí a vestirme mejor y a maquillarme cuando me di cuenta de que mi imagen siempre estaría en las revistas y sería juzgada por muchos, mi imagen pública era una mentira, pero esa mentira era mejor que mi realidad.

Terminé por convencerme a mí misma que debía ser alguien diferente para ser aceptada, ahora todos hablan de mí, pero solo lo que yo quiero que hablen, me gusta tener absoluto control de mi vida y mi imagen. Lo único que siempre se me escapa de las manos es todo el asunto con mi padre, él es un machista arraigado que me cree incapaz de cualquier cosa que tenga que ver con los negocios. No le importa que sea la primera de la clase, la preferida de los maestros ni que muchas empresas me quieran para ellas, no, él siempre dice que nunca estaré preparada para manejar Kn.

Me dirijo a mi gran armario, el cual tiene el tamaño de una habitación pequeña. Sé que soy una compradora compulsiva y fomento el consumismo extremo ¿Pero que le hago? Tengo los recursos para comprar toda la ropa que desee, es más, puedo comprar las tiendas enteras si quiero, pero, aunque no parezca, me controlo, todo lo que compro lo uso.

Siempre divido mi ropa por categorías, así de organizada soy, me detengo en la parte que le llamo Candente. Tengo mis blusas y vestidos especiales para fiestas. Uso demasiado el color negro y el rojo cuándo quiero destacar; esta vez decido optar por una blusa blanca de lentejuelas y unos shorts oscuros, rasgados y muy cortos. Todo lo combino con unos tenis blancos de plataforma, estos me hacen aumentar unos centímetros de estatura, no soy baja, pero desearía ser más alta.

La ciudad en la que vivo está rodeada de playas y como estamos en pleno verano, el calor es intenso, por lo cual debo vestirme acorde.

Tomo la ropa escogida y la llevo hacia la cama, la doblo y acomodo; me cruzo de brazos mientras observo la ropa perfectamente organizada y le doy nuevamente el visto bueno, justo cuando estoy a punto de ir al baño tocan mi puerta.

— ¿Quién? —pregunto de mala gana.

—Necesito hablar contigo —la voz de mi padre se escucha como una orden y me saca de quicio ¿Le cuesta hablarme bien? Sí, sí que le cuesta. Ya no está aparentando quererme frente a dos extraños.

—Adelante —volteo para dirigirme a él.

Mi padre entra en la habitación con una sonrisa en su rostro la cual no combina con la voz de hace unos momentos; coloco una expresión de desagrado y fastidio, no sé qué quiere, pero es la última persona que quiero ver en estos momentos.

—Quiero que cenes con nosotros —me ordena con una sonrisa, maldita sea, da mucho miedo.

Frunzo el ceño y pienso que mi padre está volviéndose loco. Acaba de traer a su nueva mujer y al engendro de su hijo a nuestra casa, a mi refugio, a este que era el hogar de mi madre, y quiere fingir que somos la familia feliz. ¿Cena en familia? ¿Qué es eso? No, no doy para tanto. Aunque quiero su aprobación para recuperar mi herencia, no pienso cambiar la persona que soy con él.

Sin quererlo, los recuerdos dolorosos vuelven a mi mente, aquellos que en el día son claros y en las noches se presentan como pesadillas.

«—No me agrada que estés viajando tanto, tu hijate necesita —le reprochó Carol, mi padre se había ido por varias semanas y medecía constantemente que volvería en un día o dos, pero siempre lo esperaba ynunca llegaba

—Necesito ganar dinero para darle todo esto —señaló la casa con frustración.

Ninguno de los dos se había percatado que estaba escondida detrás de un muro, escuchando toda su conversación.

Las reglas del deseo | 1.0Where stories live. Discover now