1. ¿No podías ponerlo a dormir en la terraza?

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No grites, no grites, no grites.

— ¡Me lleva el demonio! —grito.

— ¡Que te he dicho de ese vocabulario! —me regaña Carol con el ceño fruncido—, No te crié por años para que empieces a hablar como una pandillera. Una niña tan linda como tú y con un rostro como el tuyo no es para que suelte esas mugres palabras de su boca.

Gruño de la frustración.

Carol es un amor de persona, pero cuando quiere también cumple el papel de abuela regañona. Nunca le he preguntado sobre su edad actual y pobre de mí donde lo haga, pero debe tener unos cincuenta y cinco años o más. Por fuera parece un terrón de azúcar, y a veces lo es, (otra cosa que no se le puede mencionar a menos que no quieras vivir). Y por dentro es dulce, amable, pero también regañona y con un carácter que ay ay ay.

No entiendo cómo quiere que me comporte, he pasado toda la mañana arreglándome para la llegada de los nuevos "miembros de la familia" y al parecer el vuelo se atrasó dos horas, por lo tanto, me toca esperar y odio esperar. Quería salir de este lio de una para poder largarme de esta casa cuanto antes.

—Voy a mi habitación a dormir, me despiertas cuando llegue la pesadilla —gruño antes de ir directamente hacia mi habitación.

Decido dormir un par de horas, ya que es lo único que puedo hacer para no volverme loca. Entro en mi habitación y en cuestión de minutos ya estoy en otro mundo, no he dormido bien en casi una semana desde que me enteré la "gran" noticia, así que estoy agotada. Cuando Carol me despierta estoy con un genio de los mil demonios. Lo usual.

Ya llegó la hora, no quiero fingir ser la dulce niña de casa, la hija perfecta de un multimillonario que solo se ama así mismo, pero ese será mi papel a partir de hoy. Lo único seguro es la fiestesota que me pegaré en la noche, necesito olvidar el mal rato que estoy a punto de pasar.

Me levanto de la cama y me dirijo al espejo, noto que mi cabello está un poco desordenado y no quiero darle una mala impresión a la bruja, así que me lo peino con los dedos, gracias al cielo heredé el hermoso cabello castaño de mi madre, es ondulado al final, largo, voluminoso y lo cuido muy bien. Paso mis manos delicadamente por mi enterizo negro el cual combiné con unos tenis blancos, estoy elegante, pero sin exagerar. Giro mi cuerpo un poco para verme la parte trasera de mi atuendo, todo parece perfecto. Excepto que no tengo casi culo. Pero bueno, no se le puede pedir de todo a Dios.

—Te ves hermosa mi niña —Carol está apoyada el marco de la puerta observando todos mis movimientos, le sonrío con ternura y se me pasa un poco el mal humor. Ella siempre ha estado conmigo, me educó lo mejor que pudo, aunque claro, me descarrié un poco en el camino, pero la amo con toda mi alma.

Mi padre cruza por mi puerta ignorando a Carol y con una sonrisa de idiota en el rostro, vuelve mi mal genio. Él es un ogro, un ogro que desgraciadamente es muy atractivo, y no lo digo yo, sino todos a nuestro alrededor. . Tiene todo lo que cualquier mujer desearía, incluyendo el dinero, yo lo sé, él lo sabe.

— ¿Lista? —me pregunta mientras me tiende la mano, me quedo observándola unos segundos con ganas de cortársela. Bueno, realmente quiero cortarle muchas otras cosas.

Asiento, y salgo ignorando su mano. Si cree que cambiará nuestro mutuo comportamiento está equivocado, hace años somos desconocidos, así será por el resto de nuestras vidas.

Mi padre y yo caminamos por el pasillo y me es imposible no mirar la habitación que está a escasos metros de la mía, sigo sin preguntarme porque colocó al mocoso tan cerca de mí.

— ¿No podías ponerlo a dormir en la terraza? —suelto frustrada.

—Tu madre... madrastra —se corrige enseguida, siento que el cuerpo se me pone tenso al instante, otra confusión así y lo asesino—, y yo creemos que es bueno que fortalezcan su relación de hermanos.

Las reglas del deseo | 1.0Where stories live. Discover now