29. Quiero seguir escuchándote...

19.7K 992 120
                                    

Leerlo lo cambia todo. Damián no es la persona que creía, y no sé qué tan bueno o malo sea.

Él no está hecho para esto, es alguien muy romántico, soñador, cursi, poético, por fuera aparenta ser serio, frívolo y reservado, eso aumenta más su aura de misterio y hace querer descifrarlo, tal cual como dijo Laura, odio eso.

Puede que tenga relaciones superficiales de vez en cuando, es comprensible, es joven y muy guapo, pero esto del contrato es diferente, no es una relación casual, estamos compartiendo mucho más que cama, además, somos hermanastros, tenemos que vernos en otros aspectos, y no sé si él tenga el carácter para lograrlo.

—Tienes cara de tragedia ¿Vas a llorar o qué? —se sienta a mi lado con una sonrisa que esta vez no puedo replicar. Se sienta a mi lado en su cama.

—Puff... Yo no lloro por nada.

—Todas las personas lloran —dice casi en un susurro, escucho atentamente todas sus palabras—. Y no tiene nada de malo hacerlo...

—No te enamores de mí —le suelto con brusquedad, no es la forma para hacerlo, pero al mal paso darle prisa—. No lo hagas.

— ¿Y has dicho eso porque...?

— ¿Para qué querías que leyera este cuaderno específicamente? ¿Para que supiera que tienes sentimientos? ¿Qué crees en el amor y sueñas con encontrarlo...?

—Bella, te equivocas, yo no quería que lo leyeras, fuiste tú la que lo pidió, lamento que te incomode mi personalidad, pero eso no tiene nada que ver con nosotros y lo que vamos a hacer, para mi eres una chica que está buena y quiero follar, nada más.

—Es que no entiendo... ¡No tiene explicación! —me levanto de la cama y lo miro desde una distancia prudente—. ¿Cómo aceptas esto si crees en tus cursilerías?

—No confundas la amabilidad con el amor, si crees que te trato diferente por un motivo extraño estas equivocada —habla con tanta frialdad que me deja muda—, eres la mujer más exasperante que he conocido en mi vida —bufa.

—Solo aclaraba...

—No me aclares estupideces —se levanta y camina hacía mi—. Sé lo que dice el contrato, sé lo que esperas que haga y yo sé lo que quiero hacer contigo. Odio la persona en que te conviertes a veces.

— ¿A qué te refieres? —aprieto mis manos en puños.

—Te pones paranoica, a la defensiva, no te importa lastimar a absolutamente nadie, eres demasiado egoísta, y cuando te quieren ayudar tú lanzas golpes duros y certeros —habla con tanta tranquilidad que no combina con su elección de palabras, no puedo negar que me dejan callada y duelen... mucho—. Solo quiero que dejes de crear cuentos raros en tu cabeza, por muy bonito que te trate es únicamente por amabilidad, jamás me enamoraría de ti.

—Tú tampoco eres una perita en dulce —protesto.

—Ahí estás, a la defensiva, me haces preguntas y no te gustan mis respuestas. Si iniciamos esta relación de uso de cuerpos compartidos o lo que sea —hace comillas con sus dedos —. Al menos relájate. ¿Cómo quieres que me acueste contigo si ni siquiera confías en mí?

—Me voy —doy la vuelta con rapidez y agitación, no puedo seguir aquí, escuchando todas sus verdades, porque tiene razón en absolutamente todo lo que está diciendo.

—Quédate —susurra antes de que salga de la habitación, me quedo sosteniendo el pomo de la puerta, cierro mis ojos—, quédate conmigo.

—Yo...

—Aleja tus miedos, diviértete, disfruta, nadie te está presionando a nada. Puedes quedarte y pasar unas horas divertidas o marcharte y seguir viendo el techo de tu habitación, decide.

—Maldita sea —gruño entre dientes.

Doy la vuelta sin siquiera mirarlo y me vuelvo a acostar en su cama, de reojo noto su sonrisa aparecer, resoplo porque ha ganado. Él tiene razón, ambos sabemos en lo que nos estamos metiendo, somos lo suficientemente grandecitos para cumplir con lo pactado. La cuestión es... ¿Temo que él rompa el contrato? ¿O temo que yo lo haga?

—Pero eso va para los dos —me incorporo colocándome de lado y apoyándome en mi brazo—, a partir de ahora ambos seremos libres con el otro. Sin mentiras. Hablaremos como adultos.

—Listo, escoge que quieres leer —me señala su biblioteca.

— ¿Eh? —¿No dijo que nos íbamos a divertir?

— ¿Qué pensó tu retorcida cabecita? No hay mejor diversión que leer.

—El sexo, sin duda el sexo definitivamente debe ser mejor... —murmuro para mí.

Intento seguir leyendo su cuaderno, pero mis ojos se desvían hacía él. Cada diez minutos cambia de posición, se sienta, se levanta, se acuesta en el suelo, se sienta en la orilla de la cama, lo único que no cambia es que sus ojos están pegados al libro que tiene en sus manos. Luego, me sorprende cuando se acuesta a mi lado, me pongo nerviosa, intento acomodarme mejor.

No sé cómo, ambos terminamos medio abrazados, yo acostada en su pecho, él sosteniendo el libro con su mano derecha y leyendo en voz alta. El libro se llama Cenizas al viento de Kathleen Woodiwiss. Y si, es un libro romántico histórico.

—Creo que deberías irte a tu cuarto Bella... —me dice cuando mis ojos empiezan a cerrarse. Niego con la cabeza.

—Quiero seguir escuchándote —me mira, lo miro y ambos nos sonreímos, aprieto el brazo que tengo alrededor de él y lo escucho hasta que me quedo dormida.

—Quiero seguir escuchándote —me mira, lo miro y ambos nos sonreímos, aprieto el brazo que tengo alrededor de él y lo escucho hasta que me quedo dormida

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me levanto desubicada y de sopetón, miro a mi alrededor sin saber como he llegado a mi habitación. Lo último que recuerdo es su voz gruesa leyendo frases que poco a poco perdieron sentido para mí. Seguro él me trajo cargada en sus brazos, quizá maldijo en voz baja porque me había dicho que me pasara a mi habitación y me negué.

Termino de desperezarme y agarro mi celular. Tengo muchos mensajes, pero solo me concentro en uno de mis chats, ya suponía que me escribiría.

Bestia: Pesas condenadamente para estar como un palo.

¿Yo? ¿Palo? ¡What! Empiezo a reír mientras le escribo un insulto muy creativo.

Yo: Carepeo, palo tu abuela.

Bestia: No insultes a mis antepasados grosera, luego te jalaran los pies en la noche.

Le mando un emogi sacando la lengua y él un sticker de un niño con gafas oscuras cruzándose de brazos.

Bestia: Estoy en el gym... ¿Por qué no vienes?

Jum, ver a Damián probablemente sin camisa, alzando pesas...

Obvio que voy.

Las reglas del deseo | 1.0Where stories live. Discover now