CAPÍTULO 30: Segunda Parte

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ELIAS DANKWORTH

La casa se ha vuelto demasiado vacía y silenciosa. Es desconcertante no escuchar los ruidosos pasos de Isabella, o el olor a café recién hecho que padre siempre se hace por las tardes. Incluso el canturreo de Daisy o los comentarios hostiles de Harold. Sin darme cuenta me he acostumbrado a estar rodeado por esos continuos detalle

s que no aprecias hasta que no están.

Debería estar feliz y disfrutando de la casa, en cambio, me encuentro tumbado boca arriba en el sofá pensando en si es buena idea volver a llamar a Wade y convencerle que aplace la reunión de esta tarde.

«No, me ha dicho que es urgente. Puede que estén a punto de encontrar al asesino y no hay que interferir.»

Así que, pensando pensando, recuerdo el sobre encima de mi mesita de noche que me dio Lilian días atrás y que aún no me animo a abrirlo. Debería estar ansioso por saber cual es el resultado del análisis, pero llevo ya tantas decepciones en lo que se refiere a Harriet y su muerte que lo último que me apetece es llevarme otro chasco.

—Vamos, algo bueno tiene que salir de esto.—me auto convenzo haciendo de tripas corazón para levantarme del mullido sofá y enfilar mi caminata zombie hasta la habitación.

No tengo que rebuscar mucho para encontrar el papel, solo apartar unas cuantas prendas sucias y empezar a leer con pereza. No espero encontrar nada útil, la verdad, sólo es para pasar el tiempo antes de que llegue Wade.

Mis ojos se están cerrando a medida que avanzo en la lectura. No entiendo nada de lo que pone. ¿Sugestiva? ¿Marcada a...? Ni que yo fuera un experto en el campo forense. En algún campo, a secas.

No es hasta que paso a la siguiente hoja que, sorprendentemente comienzo a entender parte de lo que hay escrito y mis ojos se fijan en el segundo párrafo donde se habla de las características de la llave y de las diferentes hipótesis sobre su procedencia.

Se trata de una llave más bien vieja y al ser considerablemente pequeña, no pertenece a ninguna puerta. Según lo que dice aquí, lo más seguro es que encaje con un armario o baúl antiguo.

Baúl antiguo...¿donde he visto yo un baúl antiguo? ¿En la empresa, tal vez? No. ¿En el despacho de padre? Tampoco. Entonces dónde...¡Lo tengo! Si no recuerdo mal, a mamá le regalaron un baúl como regalo de bodas. Era uno relativamente grande y aparatoso y nunca quería tenerlo en la habitación porque decía que ocupaba demasiado espacio y no entraba suficiente luz. Pero, ¿dónde le dejó?

Decidido a encontrarlo, empiezo a buscarlo por toda la casa. La habitación de padre, de Isabella, de Harold. Nada. Sigo con la planta de abajo, la cocina, el salón...incluso el baño, aún sin éxito.

No es hasta que me encuentro en el sótano, helado de frío y con ganas de salir corriendo al mínimo ruido, que diviso un enorme bulto cubierto por una gruesa tela que en su día fue blanca. Parpadeando varias veces, obligo a mis ojos a acostumbrarse a la oscuridad y, lentamente me adentro a este cuarto húmedo y oscuro.

Se nota que no se limpia desde hace mucho y el polvo baila por el aire libremente, provocando que tenga que taparme la nariz para no estornudar continuamente.

Reticente a tocar nada, me decido a apartar un poco la tela que saber que es este bulto que tan mala espina me da y cuando lo dejo caer bajo una densa capa de polvo, canto victoria.

El baúl es más tétrico de lo que recordaba. Con razón mamá quería tenerlo lo más lejos posible de ella. Luce un decorado gótico plateado, repleto de esculturas místicas y otras un tanto peliagudas en relieve. No sé en qué estaría pensando la persona que le regaló semejante monstruosidad,

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