CAPÍTULO 17

9 2 0
                                    

LILIAN KANE

—Quedamos en otra cosa, señor Dankworth.—le reprendo dando un fuerte golpe en la mesa bajo su atenta mirada.—Usted formaría parte de esta investigación si se comprometía a seguir una serie de normas, cosa que ha quedado más que claro que no ha cumplido al presentarse ante toda su familia.

Justo ayer me entero, gracias a Isabella, que a Harold le apeteció anunciar su llegada ante toda su familia y, por si fuera poco, provocara el desmayo de su hermano.

—Te he dicho que me llames Harold.—suspira pesadamente ignorando mi comentario como si no fuera la gran cosa, causando que cierre las manos en un puño.—Y si te deja más tranquila, estos días he estado hablando con mi padre. Creo que el haber calmado un situación algo prieta ha hecho que me vea con buenos ojos...

—Le he dejado claro que no quiero que me tutee.—lo interrumpo cortando la cantidad de tonterías que salen de su boca.—No necesito que me deje más tranquila, quiero y exijo resultados.—es mi trabajo y no permitiré que un niñato con ánimos de detective eche a perder la investigación.—¿Se da cuenta que ahora nos está ayudando a resolver un posible asesinato?

Ni mi tono de voz ni mis palabras parecen hacer efecto en él porque endereza su postura y da dos grandes zancadas, reduciendo así el espacio que nos separa. Odio cuando las personas hacen esto y más Harold.

—Soy plenamente consciente de ello, detective,—me rebate completamente sereno y con una sonrisa floja en los labios. Floja es mi paciencia.—pero si estorbara tanto no se empeñaría tanto en tenerme presente, ¿cierto?

Se cruza de brazos y eleva sus oscuras cejas en mi dirección, a la espera de una respuesta. Presiono las uñas contra las palmas de mi mano escondiéndolas en los bolsillos del abrigo y hago de tripas corazón para calmarme y no borrarle esa petulante sonrisa de un plumazo.

—No me gusta que me van la cara de estúpida, Harold Dankworth.—siseo apartando un mechón rojo de mi frente.—Me chantajeaste con información. Quiero resultados.—presiono fuertemente mi dedo contra su duro pecho para alejarlo de mí y que se dé cuenta que no soy cualquiera. Sin embargo, a penas consigo moverlo un milímetro.

—Y los tendrá. Todo a su tiempo, detective.—susurra con condescendencia antes de guiñarme un ojo y salir del despacho.

Me quedo ahí plantada. Perpleja y echando humo por las orejas, boca y ojos. ¡¿Quién coño se ha creído que es?! Por mucho que me esfuerce, no logro entender por qué Harold Dankworth ha querido ayudarnos en esta investigación si no muestra ni el más mínimo interés.

Y, por si fuera poco, llevamos más de un mes tratando de resolver los dos asesinatos que se llevaron la vida de dos niñas inocentes y aún no tenemos ni la más remota idea de quién pudo cometer tal atrocidad.

—¡Joder!—exclamo pagando toda mi frustración en los papeles que hay encima el escritorio.

Los informes, los testimonios, las declaraciones. Todo puede irse a la basura, todo. No son más que palabras sin sentido, hipótesis mal planteadas. Todo mal

—P-puedo regresar más tarde si quiere.—me sobresalta el balbuceo de Morrison, que me observa con los ojos bien abiertos desde el marco de la puerta.

—No. Pasa, pasa.—me obligo a respirar por la nariz y me aliso el pelo el la chaqueta para esconder el ligero temblor en las manos.—Si estás aquí, para variar, es que debe ser importante.—me es imposible evitar recriminarle el hecho de que invierte más horas vigilando la casa de los Dankworth que participando en esta investigación.

Al parecer, entiende perfectamente a lo que me refiero porque su vista se desplaza al suelo y empieza a removerse incómodo en el sitio.

—De hecho, creo que lo que tengo que mostrarte podría acelerar el proceso.—murmura algo cohibido e inmediatamente, toda mi rabia y frustración desaparecen al instante y es sustituido por una diminuta chispa de esperanza.

Testigo CriminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora