CAPÍTULO 23

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LILIAN KANE

«Flashback»

Es un día caluroso, los árboles están recubiertos de verdes hojas y las flores en su máxima esplendor. Los pájaros cantan, felices por la llegada de la primavera y las madres llevan a sus hijos al parque para que corran y no ensucien sus preciadas alfombras.

No suelo saltarme clase porque sé que mi padre va a regañarme, pero esta vez es una emergencia y estoy de los nervios. Trato de mantener las manos enguantadas quietas en mi regazo, pero inconscientemente empiezo a alisar el ya planchado vestido.

Para esta ocasión he elegido un vestido de tirantes amarillo pastel decorado con puntitos blancos atado a la espalda. Siempre he preferido los pantalones, pero sé que Frank prefiere cuando me visto más "femenina", como el lo llama y no es muy común ver a mujeres con pantalones.
Así que he decidido darle ese gusto adornando el conjunto con un medio recogido que acentúa mi cabello peligroso.

Ayer le escribí una carta suplicándole que nos viéramos en el parque más alejado a las cuatro de la tarde para pasar desapercibidos, pero ya son las cuatro y cinco y aún no ha llegado.

—Lili.—me sobresalta su voz a mis espaldas.—He recibido tu carta esta mañana, ¿que es eso tan urgente que tienes que decirme?—inquiere mostrándome la carta con el ceño fruncido.

Antes de responder, me tomo unos momentos para apreciar al hombre que he amado por tres años. Su pelo negro azabache peinado hacia atrás a modo de tupé le deja el rostro despejado para poder apreciar sus marcados pómulos y sus profundos ojos negros. Esos que ahora me observan con detenimiento e intensidad.

—Y-yo...hace días que lo llevo sospechando, p-pero no estaba segura.—tartamudo agachando la vista y notando mis manos más sudorosas por momentos. Mala decisión haberme puesto guantes justo hoy.

—Lili, me estás asustando.—ríe nervioso acercándose más a mi lado, de manera que puedo sentir el calor que emana de su traje y me a acelera el corazón.—¿Ha pasado algo con tu familia? ¿Tu madre te ha pegado de nuevo?—inquiere inclinándose hacia mí abriendo mucho los ojos y examinándome el rostro como buscando alguna evidencia de golpes.

—No, nada de eso.—niego efusivamente y trago saliva. No sé como voy a decirle lo que tengo que contarle.

Su mano toma una de las mías y le da un leve apretón para animarme a seguir. Sus hábiles dedos juegan con los botones de mis guantes hasta que consigue abrirse paso y acariciar gentilmente la palma de mi mano.

Esa es la mayor muestra de afecto que he dejado mostrar en público, pero quiero más. Lo necesito más que nunca, de modo que me apego a su lado quedando a escasos centímetros de su labios entreabiertos. El ritmo de su respiración ha aumentado considerablemente y sus dedos se tensan alrededor de los míos, apartándome sutilmente.

—Sabes que aquí no podemos hacerlo.—murmura rozando mis labios con cada sílaba.—Si alguien nos ve voy a perder mi trabajo en la fábrica y tu reputación quedará manchada.—farfulla aún con sus dedos bajo mis guantes. Siempre la maldita reputación.

Soltando un largo suspiro, cierro los ojos y me relamo los labios, cosquilleantes por el contacto. Sólo quería ver cual era su reacción y después de tanto tiempo, sigue siendo la misma. Tiene que haber algo dentro de él que me dé algún tipo de esperanza.

—No hay nadie que nos conozca, solo somos dos personas que se aman.—insisto tanteando sus límites agarrándole el rostro y forzándole a mirarme a los ojos. Advierto duda en ellos.—Por favor...solo...—y lentamente acabo con la distancia que nos separa.

Testigo CriminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora