CAPÍTULO 8

27 2 1
                                    

ELIAS DANKWORTH

La celda que me han asignado es fría y el conducto de calefacción está estropeado, por lo que la humedad se cuela por él y produce más frío.

Me castañetean los dientes con la pobre manta deshilachada que me lanzaron el otro día y me acurruco a un lado de la dura cama frotándome las manos tratando de entrar en calor.

Hace dos días fue la última vez que vi a Wade vestido de policía. Al principio, cuando mis ojos enfocaron al acompañante de la detective, no lo reconocí. En mi mente no estaba su imagen, pero cuando la escasa luz lo iluminó, sentí mi corazón estrujarse y perder su latido poco a poco.

Jamás de los jamases lo hubiera asociado con la policía. Su actitud despreocupada frente a la vida, la forma de pensar tan peculiar y alejada de la sociedad...todos sus intentos para hacerme ver que lo que somos no es aberrante.

Supongo que eso forma parte de la fachada de ser policía porque cuando nos enfrentamos con nuevos ojos, no quedaba nada de esa fachada despreocupada que tanto había lucido hasta ahora. Al menos no conmigo.

Intenté hablar con él, que me dijera el por qué de todo esto. El por qué me ha traicionado de ese modo y por que me ha acusado de algo tan grave que ni soñando he pensado jamás. ¿Y si ha sido todo un montaje para exponerme? ¿Y si Wade sabía desde un principio mi enfermedad y se hizo pasar por mi amigo para encerrarme?

Cuando la detective nos dejó, lo insté una y otra vez a que abriera su condenada boca. Sin embargo, no tuvo el valor siquiera de mirarme. Ni cuando casi le supliqué el por qué me dio la espalda de esa manera.

No pudo responder a esa simple pregunta. De lo único que fue capaz fue de boquear como un pez y abrir y cerrar los puños rítmicamente.

«Flashback»

Lo estoy contemplando fijamente y me niego a dejarme acobardar por sus turbados ojos avellana. Le he exigido tres veces ya que me diga de una buena vez por qué tuvo que meterse en mi vida, pero lo único que ha hecho ha sido negar férvidamente con la cabeza y parpadear espantando las inexistentes lágrimas.

Tiene suerte que esté esposado o ya estaría sangrando en el suelo. Entonces sí que tendrían razones para detenernos.

—¡Habla!—bramo apretando la mandíbula al ver como su postura se va encorvando.—¡¿Por qué tuviste que inmiscuirte en mi vida?! ¿Eh?—sigo con los ojos nublados por lágrimas acumuladas pidiendo a gritos salir, pero Wade no dice nada.—¡Contesta, joder!

No puedo levantarme, pero eso no significa que no pueda golpear la mesa con fuerza para presionarlo. Sus manos tiemblan descontroladas y sus pies no cesan de moverse de un lado al otro, como si quisiera salir corriendo estando encerrado en estas cuatro paredes.

—¡¡Smith!!—termina gritando con todas sus fuerzas, y por la puerta se asoma un turbado agente.—Quédese con el...con Elias.—le cuesta aclararse la voz y me estremezco notoriamente al escuchar mi nombre entre sus suaves labios, pero esta vez no es de placer. Es de algo mucho más oscuro que todavía no sé cómo expresar.

Sin dedicarme ni un vistazo más, se escabulle por donde segundos antes se encontraba el agente acongojado y desaparece como si no hubiera arruinado mi vida.

«Fin Flashback»

Me perdido tanto en mis pensamientos, que si siquiera me doy cuenta que el responsable de la mayor parte de mis desgracias se encuentra parado frente a mí junto a la detective.

—¿Elias Dankworth?—la estridente voz de la mujer resuena entre las rejas como una sirena de alarma.—Por ordenes explícitas, queda usted en libertad provisional.—le da una indicación al policía que nos ha estado brindando ayuda a mí y a mis compañeros de celda y, con una parsimonia agonizante, abre los barrotes

Testigo CriminalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora