CAPÍTULO 22: Segunda Parte

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ELIAS DANKWORTH

Durante los últimos minutos he intentado ignorar el repentino efecto del medicamento, sin embargo, cuando quiero leer algún informe, se me cierran los ojos y los dedos se me traban entre las teclas de la máquina de escribir.

Mis piernas se sienten pesadas y hacer el más mínimo esfuerzo me fatiga. No creo que haya sido buena idea tomarme una dosis extra, pero al menos me ha ayudado a dejar de pensar por unas horas. El doctor ya me dijo que tendría efectos secundarios.

—Señor Dankworth,—me interrumpe un hombre joven vestido de traje asomándose tímidamente.—tiene una llamada entrante, ¿se la paso?

—¿De parte de quién?—no suele llamarme nadie y menos en horas laborales.

—No lo ha querido decir, pero insiste en que es urgente.—advierto su evidente incomodidad en sus hombros. Desde el incidente con Bethany esta mañana, ninguno de mis trabajadores se ha atrevido a acercarse. Ni que me los fuera a comer...

—Está bien, házmela pasar.—suspiro frunciendo el ceño y dejando libre al pobre muchacho que le falta tiempo para asentir y salir corriendo.

Pasan unos minutos antes de que la operadora me remita la llamada y cuando la atiendo me quedo momentáneamente inmóvil con el teléfono en la oreja.

—¿Elias? Soy el doctor Douglas.—su voz gruesa me llega algo difusa desde el otro lado del auricular. Pareciera que no estuviera en su despacho.

—Doctor, que sorpresa. No esperaba su llamada.—no soy capaz de esconder mi pasmo y carraspeo tratando de recuperándome de la impresión inicial, pero me cuesta pasar saliva porque él llamando no es algo común.

—¿Cómo le está yendo con el tratamiento?—su pregunta me saca todavía más de lugar y no sé qué decirle.

—B-bien, supongo.—balbuceo encogiéndome de hombros consiente que no puede verme.—He estado sintiéndome algo raro últimamente, aunque creo que va bien. Me ayudan a no pensar, pero no creo que me haya llamado sólo para saber cómo me va.—apunto receloso y lo oigo suspirar.

—No, no lo he llamado solamente para saber cómo se encuentra.—reconoce reticente y me yergo en la silla, atento.—Quiero decirle que la cita de esta tarde será en la iglesia del pueblo.—de todo lo que podría haber dicho, esto es lo último que me esperaba. Qué digo, ni siquiera se encontraba entre mis posibilidades.

—¿D-disculpa? ¿En una iglesia?—repito totalmente desconcertado. Debo haberlo escuchado mal.—¿Y qué se supone que vamos a hacer en una iglesia?—entrecierro los ojos desconfiado y algo reticente. No me gustan estos cambios tan repentinos.

—No seas aguafiestas, es una sorpresa.—ríe animado quitándole importancia al asunto al notarme tan reacio.—Lo espero después de comer en el jardín de la Iglesia. No llegue tarde o se van a enfadar.—y sin dejarme añadir nada más, cuelga

Los segundos siguientes soy incapaz de moverme y me he quedado con el auricular en el oído, con la esperanza que aún siga en línea. ¿Quién se va a enfadar? ¿Después de comer? ¿No es demasiado temprano? ¿Por qué tan temprano y en el jardín? ¿Será alguna de esas actividades que se les practican a los pacientes para que recuperen la razón?
***
Las horas pasan y con cada segundo, más aumentan mis nervios. Ya no me puedo quedar quieto y procuro mantenerme siempre en movimiento con cualquier excusa. Entregar folios, comprobar los nuevos químicos...lo que sea menos estar sentado.

Ya no queda casi nadie en el departamento y todos están disfrutando de la compañía de otros en la cafetería, pero yo no tengo el valor de dar la cara ante todos ni de sentarme tranquilamente a charlar de temas triviales cuando mi vida es un desastre.

Testigo CriminalOnde histórias criam vida. Descubra agora