Asiento lentamente en silencio y presiono su mano para demostrar que aprecio genuinamente su preocupación, pero no quiero su ayuda. Ni la de nadie, realmente.

Sé que Daisy se preocupa mucho por todos y eso es una de las cosas que más aprecio porque padre necesita a alguien que se asegure de su bienestar, sin embargo, me agobia que me controlen todos los aspectos de mi vida.

—En serio te lo digo, para cualquier cosa estoy aquí. Si necesitas hablar, llorar, gritar...—reitera mirándome fijamente a los ojos hasta el punto de empezar a ser algo incómodo. ¿Por qué tanta insistencia? Por Dios.

—Gracias, pero estoy bien.—aseguro lo más convencido que soy capaz y hago ademán de levantarme para alegarme de ella disimuladamente.

Pasan unos segundos en los que siento sus ojos clavados en mi nuca mientras intento tragar mi zumo de naranja. No puedo verla directamente porque le doy la espalda, pero través del reflejo de la luz en la ventana, advierto su postura tensa en mi dirección.

—Está bien.—se rinde suspirando sonoramente y mis hombros se relajan inmediatamente.—De todos modos te iré poniendo al día del trabajo en la empresa y de los informes de los químicos.—y sin esperar respuesta por mi parte, decide dejar de hacer esperar a padre.

***
A través de la ventana la veo montarse en el coche de padre y desaparece con una gran humareda que me deja momentáneamente embobado. La humareda es densa pero los viandantes sigue pasando como si nada, es como un velo invisible que vendara los ojos a la gente para no darse cuenta de lo realmente pasa. Nadie se da cuenta.

—¿Espiando al personal?—me sobresalta Isabella parándose a mi lado con la vista fija en mi misma dirección.

Estaba tan ensimismado en mis propios pensamientos y en las dudas que llevo arrastrando desde hace tanto tiempo, que no la he escuchado llegar y su mera presencia me pone algo nervioso. Quiero contarle lo que me está pasando, pero no sé pode donde empezar. Necesito su apoyo, pero no sé cómo perdérsela.

—No estoy seguro acerca de Daisy.—confieso en un murmullo sin apartar la vista de la ventana.

A mi lado, percibo la clara impresión que mi comentario ha causado en mi hermana y, lentamente se mueve de modo que queda frente a mí y su intensa mirada se fija en mi perfil. Hay una pausa demasiado larga para mi gusto y, por un instante, temo haber cometido un error, aunque ya es muy tarde para rectificar.

—¿Ha que te refieres?—inquiere cauta sin querer demostrar mucho. Ya me dijo una vez que Daisy no era santa de su devoción y yo la defendí. No tengo claro hasta que punto me equivoqué.

—No sé, hay algo en ella me causa desconfianza.—inspiro lenta y profundamente antes de armarme de valor y enfrentarla.—Desde hace unas semanas me viene interrogando todo tipo de cuestiones: que si voy mucho a comisaría, que si Bethany está feliz, que si estoy bien, que si necesito hablar con alguien...Antes a penas podía dirigirme la mirada y ahora parece querer saberlo todo de mí.

En ese mismísimo instante aparece Harold por el pasillo vestido con un pulcro traje gris interrumpiendo abruptamente la conversación. No es que no me fíe de mi hermano, todo lo contrario, Harold es una de las persona más leales que conozco. Sin embargo, sólo son sospechas mías y no quiero que cargue con más problemas. Ya tiene bastantes.

—¿Controlando el condado?—ironiza colgándose la chaqueta sobre un hombro—No enloquezcáis a los pobres vecinos.—habla dirigiéndose a la salida.

—¿Por qué no te quedas?—me apresuro a añadir antes de que se le pase el inusual buen humor.—Para hablar y poner al día, los tres.—murmuro, cauto al pronunciar eso último.—Como en los viejos tiempos.

Testigo CriminalWhere stories live. Discover now