🐰(𝟎𝟏)

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Sus orejas realizaron un movimiento constante por la silenciosa y serena noche, sus sentidos auditivos y sensitivos captando todo a su alrededor, estando en un estado alerta considerando que, mucho silencio, tampoco podría ser bueno. Abrió sus ojitos, casi entreabriéndolos, para adaptar su visión a la oscuridad del cuarto. Ya acostumbrado, miró hacia al frente y luego a los lados, dándose cuenta de que aún estaba a solas y fue un hecho que lo entristeció.

Recordaba que era de día antes de haberse ido a descansar para esperar a su dueño, cinco y cuarenta cinco de la tarde con más exactitud, cuando el cielo se pintada con esas tonalidades entre perla, naranja y azul celeste, exhibiendo una maravillosa vista a cualquier expectante que sea amante de un hermoso cielo con nubes esponjosas.

En esas horas se dedicó a preparar su diario y delicioso British Tea¹ con leche, acompañado de su suave Scone². Incluyó en su labor en la cocina unas mini bombas rellenas de arequipe y las últimas rellenas con crema pastelera. Estaba horneando esos sabrosos dulces para su dueño mientras pensaba en este mismo, quien había sido su maestro enseñándole a cocinar y ayudado a ponerse en práctica cuando de preparar y hornear ricos platillos y postres se trataba. El proceso de enseñanza culinaria y repostería siempre era divertido en cierto sentido, claro, procurando mantener reglas para evitar lastimarse o morir en el intento. Así de exagerados eran ambos a la hora de ponerse manos a la obra en la cocina.

Su dueño, Park Seonghwa, un reconocido cocinero por sus, ya dichos, ricos platillos y postres, era un hombre alto de cabello azabache y diferente a las demás personas que haya conocido en su corta vida; bromista y divertido, bondadoso, cariñoso, amable, con una hermosa sonrisa que contagiaba hasta al ser más gruñón que exista y unos intensos grises ojos que lo encantaban. Poseía cualidades que los describían al cien por cien como una persona especial y era muy suertudo de que estuviera en su vida o él en la suya.

Park Seonghwa era todo lo que una mascota híbrido(o él mismo, hablando egoístamente)pudiera desear como el dueño ideal.

Se removió en la cama con el envolvimiento de los cobertores en su cuerpo y por todo su sitio como un nido que quizás, en algún momento predeterminado, hizo. Su cuarto propio estaba en completa oscuridad y no evitó empezar a inquietarse por la abrumadora soledad de la que aún no se acostumbraba a pesar del largo tiempo. Era en vano inquietarse, ya que su dueño, como cocinero, trabajaba desde las diez en punto de la mañana y llegaba sino hasta las once y media de la noche en su Porsche blanco.

Para entrenerse todo lo que restaba la tarde, se quedaba jugueteando por la casa, en cada rincón de ella, hacía ejercicio una hora entera, preparaba alguna que otra receta de su dueño, veía documentales que de estos no entendía ni pío, por lo que cambiaba de programa para ver películas de Disney o en Youtube, jugaba en la Xbox, en el Wii, en el Just Dance cualquier coreografía de KPOP o leía un libro de su biblioteca personalizada que consistía en más de cien libros de fantasía y ciencia ficción para niños y adolescentes. Nada de lectura inapropiada cabe destacar.

La mayoría de las veces, se iba a su cuarto y se quedaba ahí a esperar, literalmente, sabiendo que su dueño llegaría, tarde, pero llegaría. Lástima que no podía recibirlo por estar ya dormido. Sólo sucedía raras veces por sentirse muy triste y el sueño lo dominaba. Entonces al otro día era, básicamente, lo mismo. Madrugar, desayunar, conversar al alzar, su dueño se despedía con un beso rápido en la frente y se iba a trabajar mientras él tenía su manita al aire despidiéndose, viéndolo alejarse en el Porsche. Únicamente escuchaba su voz cuando lo llamaba al teléfono de la casa para saber cómo estaba o qué hacía, aunque no era lo mismo que estar juntos.

𝐂𝐇𝐄𝐎𝐍𝐒𝐀, 𝐂𝐇𝐄𝐎𝐍𝐒𝐀 [RESUBIENDO]Where stories live. Discover now