🐇(𝟎𝟒)

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Se hizo otro día más que cierto conejito se removió inquieto en la mullida superficie en la que estaba, frunciendo sus cejitas por la incomodidad de saber que se encontraba solo en su cuarto y con las luces apagadas, a excepción de su lámpara de mono hecha personal y especialmente para él; un regalo de su tío Yunho que apreciaba mucho por lo preciosa que era. La luz que reflejaba estrellas, planetas y corazones alumbraban las cuatro paredes y el techo, dándole una sensación mágica de relajación.

Una sensación que se extinguió al despertarse solito envuelto entre sus cobijas sin su dueño que lo abrazara como todas las noches hacía y hasta cuando amanecían juntos.

Un gemidito lastimero por la soledad que lo acogió brotó de su garganta, formó un puchero triste con sus labios y se sentó en su camita en pose de indio. Se restregó sus ojitos y sorbió su nariz al saber que iba a llorar un poquito, pero no se permitió hacerlo y en cambio, hizo a un lado las telas a su alrededor y se bajó, sus piecitos cubiertos con la mismas medias que se había puesto el día anterior tocando el suelo y sintiéndolo algo frío y que lo hizo abrazarse a sí mismo para darse calorcito.

Pero él no quería su propio calor, quería el de su dueño. ¿Por qué su dueño no estaba con él esa mañana?

Con la carita arrugada por la tristeza y confusión, salió de su pieza y cerró la puerta tras de sí, quedándose parado allí mientras observaba la puerta frente suyo, la cual era del cuarto de Seonghwa y que del mismo provenía un olor que hacía mover su naricita con rapidez y que se sacudiera su colita.

Era ese típico aroma característico que lo volvía dócil y a la vez lo enloquecía.

Se aproximó a aquella puerta y la abrió con intención de asomarse, pero sus orejas largas fueron las primeras en entrometerse y las regañó por eso, estas descendiendo al instante hasta su nuca y dejándole a él poder asomar sus ojitos, los cuales se abrieron en grande cuando avaló un cuerpo tirado en uno de los muebles grandes de piel de cuero del cuarto, torcido, aún vestido y roncando suave pero audible en ese intenso silencio.

Yeosang entró por completo con un poco de miedo, pues no tenía permitido entrar al cuarto de Seonghwa por razones que desconocía pero que respetaba. Aunque haría una excepción porque le resultaba extraño que el mayor no esté despierto y preparándose para ir a trabajar, de modo que buscando un reloj-alarma y dando con el objeto en una de las mesitas de noche, detalló que eran las siete y cincuenta dos, era temprano todavía.

Evadiendo las ganas de mirar a otra parte en particular, a donde no debía ni queriendo ser un entrometido como sus orejas lo eran, se acercó al de azabache cabello y sin poder evitarlo se quedó contemplándolo más de la cuenta.

¿Cómo no hacerlo? Es decir, Seonghwa era el hombre más hermoso que había visto en sus doce añitos.

Sin dar un consentimiento de nada, sus orejas comenzaron a moverse solas de arriba a abajo y viceversa, al igual que su colita que se unía a ellas para traicionarlo a él y delatar lo que sentía.

Como siempre sucedía desde que lo conoció.

Negó muchas veces arrugando la nariz para que sus partes animales se detuvieran y cuando lo logró, suspiró avergonzado por sus reacciones cuando algo se trataba de Park Seonghwa alias su dueño. Llevando una mano al hombro de este intentó despertarlo con cuidado.

──Hwa──Carraspeó ligeramente cuando su voz sonó ronca y siguió con su cometido de despertar al mayor, llamándolo varias veces sin alzar la voz.──Hwa... Hwa... Hwa, wake up¹.

Se enterneció por aquel adormilado que se removió balbuceando cosas que no entendía y abría despacio los ojos, clavándolos en el techo y quedándose unos segundos así.

𝐂𝐇𝐄𝐎𝐍𝐒𝐀, 𝐂𝐇𝐄𝐎𝐍𝐒𝐀 [RESUBIENDO]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt