CAPÍTULO XV

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La suave luz de la mañana logra resaltar cada rasgo de nuestros rostros, y nos invita a perseguir ese resplandor a través del pavimento que se encuentra sólidamente gris

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La suave luz de la mañana logra resaltar cada rasgo de nuestros rostros, y nos invita a perseguir ese resplandor a través del pavimento que se encuentra sólidamente gris... y me llena los ojos de una brillante alegría.

Los rayos del sol no pueden sentirse sobre mi piel, tal vez porque llevo una simple camisa blanca que encarcela gran parte de mi cuerpo, y no puede respirar el aire fresco proveniente del norte. Quién sabe, tal vez de la misteriosa ciudad a la que vamos.

Blarhel, dicen que se llama.

¿No es ese un nombre extremadamente curioso? Blarhel... ¡Un sonido propio del paraíso! Tan pequeño pero extravagante al mismo tiempo, como si el centro del mundo se construyera allí.

— ¡Estoy tan emocionada! ¿No sientes cómo tu corazón quiere salir de tu cuerpo físico y dirigirse rápidamente hacia Blarhel, como si a ese lugar perteneciera? — exclamo con los sentimientos completamente expuestos.

— No sé... — responde Thomas mientras mueve su cabeza de un lado a otro — Pero eso voy a sentir si el tren no se apresura.

Sonrío y sostengo mi sombrero con la mano derecha, tratando de mantenerme en la tierra para que mis ideas novelescas no me eleven.

John mira al cielo y yo hago lo mismo, admirando cómo las nubes están a punto de envolver al sol con sus poderosos cristales de hielo.

— Ya debería estar en camino.

Mi madre observa a su amado mientras muestra una sonrisa que expresa amor en cada perla reluciente dentro de su boca. El sol se refleja en sus ojos y por ese motivo, brillan como si de una estrella fugaz se tratase.

— ¡Allá viene! — exclama Thomas y todas las cabezas apuntan hacia esa dirección.

A lo lejos, puede observarse un ferrocarril de colores granate y sombra, y su chirrido se hace notar en la atmósfera... tanto que ni siquiera podemos oír las voces que abundan en el aire.

Thomas me dice algo pero no llego a comprenderlo, y seguramente sea algo auténtico, debido a su rostro repleto de regocijo.

Las personas se van amontonando en distintas direcciones y con mi familia quedamos intactos, mientras la multitud se va aglomerando a nuestro lado.

— ¡Chu, chu! — dice Tommy y mi madre ríe, e imita el mismo sonido.

El tren se detiene increíblemente frente a nuestros ojos y somos los primeros en poner un pie sobre él, ¿no seremos los más afortunados de la Tierra en este preciso instante?

No es que nunca haya viajado en un tren, pero el pensar que cada experiencia es única y que dentro de él podemos llegar a descubrir muchos misterios escondidos... es increíble. Y más me emociona pensar que luego de éste, subiremos a otro cargado de más almas, vivencias y olores, para terminar en una ciudad encantada y colmada de aventuras.

Con mi familia elegimos los lugares del medio, pues a John le causa fastidio el ruido ajeno procedente de los extremos del ferrocarril. Y me pregunto por qué, habiendo tantas voces y conversaciones enriquecedoras alrededor.

Thomas y yo nos ubicamos al lado de la ventanilla, mientras que la pareja de ensueño se mantiene cerca del pasillo.

— Este viaje va a ser un poco largo, así que no se aburran de inmediato — explica John y Tommy resopla.

Sin embargo, yo asiento con entusiasmo y conservo mi mirada en el exterior: desde este panorama, se puede observar el exquisito paisaje que desborda Cloeville. A distancia, los arbustos tienen un pigmento mucho más oscuro y su atractivo es custodiado por las nubes que observan desde lo alto. Por otro lado, las viviendas lucen mucho más pequeñas, y las personas poseen el tamaño de las hormigas. Se podría decir que Cloeville es similar a una colonia diminuta.

La felicidad viaja por cada sector de mi organismo, hasta que llega al exterior y se manifiesta una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro. Apoyo una mano en la ventana y exclamo:

— ¡Qué lugar tan sublime!

La verdad es que, hace bastante tiempo no observaba la majestuosidad de mi pueblo desde otro punto de vista. Tanto tiempo dentro de él, pero con la mirada obstruida.

El viaje prosigue y yo continúo admirando la belleza de la naturaleza, al igual que la simplicidad de los pasajeros. Pude notar que la mayoría de ellos son hombres trabajadores, seguramente dirigiéndose a sus trabajos oscuros... y digo oscuros, porque sus gestos demuestran tristeza o cansancio, ya sea a través de sus ojos inundados de olas bestiales o sus frentes determinadas por líneas de preocupación. De vez en cuando, un suspiro sale de sus labios y gritan lo que la garganta no puede.

Por otro lado, la presencia de las mujeres está lejos de ser inexistente, pero no se las escucha al menos que sus hijos estén causando un gran alboroto; porque sí, algunos niños logran sacudir todo el ferrocarril con un simple descargo de emociones.

De repente, noto cómo el sonido del tren se va apagando de a poco, hasta que se silencia por completo. Algunas personas comienzan a pararse, y observo a mi madre, que hace un gesto con su cabeza indicando que llegó el momento.

Ya estamos a una aventura de distancia.

Ya estamos a una aventura de distancia

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Evania: Un rincón del paraíso ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora