CAPÍTULO XLIX

630 145 81
                                    

Mis ojos no se detienen ni un momento entre esos signos escritos y la tinta negra con la que fueron trazados

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Mis ojos no se detienen ni un momento entre esos signos escritos y la tinta negra con la que fueron trazados. Un mundo alterno sacude mi mente, al igual que distintos espacios e individuos.

Con el paso del tiempo pude sentir los hilos de luz provenientes de la ventana, pero en este mismo instante, parece como si todo se hubiera intensificado a mi alrededor. Llevo varios minutos con los pies tan quietos como el tronco de un árbol, sin embargo, todo cambia de un párrafo a otro.

Mis pupilas comienzan a moverse rápidamente de un lado a otro, hasta que leo entre pausas inquietantes, algo que sacude el suelo y logra sentimientos encontrados en lo profundo de mi ser.

"... Mamá, mientras más conozco el mundo, más convencida estoy de que jamás encontraré a un hombre al que realmente pueda amar."

¿Es posible identificarse tanto con los trazos de un libro? ¿Es posible sentir cada letra como un reflejo de tus pensamientos?

Estoy tan concentrada en el texto que no presencié el momento donde mis cejas se elevaron hasta tocar las nubes. Apenas me doy cuenta, relajo un poco el rostro, aunque siendo completamente sincera, mi expresión sigue siendo la misma en el interior de mi alma.

Continúo con las pupilas expectantes, y una vez más, ese libro revuelve mi estómago como nunca antes lo había visto.

"- Recuerda, mi amor, que aún no tienes diecisiete años. Es todavía demasiado temprano en la vida para que desesperes..."

Cierro la obra con solidez.

Y quedo con la mirada fija en mis pies, que ahora se encuentran inquietos.

— ¿Está segura de que no quiere ir un momento a su casa? — cuestiona Labrot con preocupación.

Tal vez piensa que mi rostro refleja cierta incomodidad por esa razón. ¿Cómo podría explicarle, Don Labrot, que unos simples párrafos lograron revolver mi estómago hasta dejarme con un vacío inexistente?

— Sí, segura - trato de responder con normalidad — Thomas fue a sus clases de guitarra mucho más temprano, y Eric lo acompañó en el viaje, así que no tengo mucho que hacer en casa.

Sin nombrar que John está allí debido a sus días libres, y que no deseo por nada del mundo que mi corazón vuelva a fracturarse. Además, con un tiempo a solas y en completa armonía, tal vez la pareja logra ablandarse aún más. Y el corazón del hombre también.

Por esa razón tomé el impulso de venir a la tienda unas horas antes de que abra, teniendo en cuenta que Don Labrot también se refugia aquí mucho más temprano.

— ¿Usted piensa lo mismo? — pregunto y el anciano frunce el ceño — Quiero decir, ¿usted cree que debo casarme, simplemente porque soy mujer?

Me observa de reojo, para luego girar todo su cuerpo hacia mí. Yo en cambio, dejo mi libro a un lado para concentrarme en lo que el señor está a punto de responder.

— Pienso que el matrimonio es algo para todos.

— ¿Y si no lo deseo? — vuelvo a indagar, pero esta vez con un toque de tristeza.

Mis ojos se posan nuevamente en el libro, y me pregunto por qué las personas desean tanto complacer a los demás. O seguir esas ideas, sin cuestionar nada. Y esas mujeres que constantemente luchan por tener una vida alegre junto a su marido, o las que tratan de resistir todo lo que pueden.

¿Por qué siguen creyendo en algo como eso?

¿Por qué piensan que el amor es sacrificio?

- No creo que exista alguien que no lo desee, Evania - responde - Si no puede comprenderlo, observe a su madre, primero con su padre y ahora con el señor Kast.

"Claro, porque con John todo es arcoíris y felicidad" pienso.

No respondo y Labrot trata de cambiar el tema de conversación para volver nuevamente a la calidez del día.

— Bajo estos ojos he notado que... ¿Eric y Thomas son amigos? — cuestiona mientras observa la entrada del almacén — Son jóvenes muy únicos.

Sonrío como reflejo a su comentario.

— Sí, Thomas es alguien especial — respondo aún con la sonrisa intacta, y Labrot me observa con miles de pensamientos dentro de su cabeza, preguntándose si debe atreverse a abrir la boca o no.

— ¿Y Eric?

Abro bien grandes los ojos.

La verdad es que, sí, un joven encantador y amable, pero no voy a atreverme a hablar de él suponiendo que todavía no lo conozco. No voy a dejar que ocurra lo mismo que con John, donde imaginaba que era un dulce príncipe cuando terminó atormentando mi vida.

— No lo conozco lo suficiente como para afirmar eso, señor — contesto y vuelvo a tomar el libro entre mis manos.

Don Labrot, por otro lado, muestra su dentadura desgastada y realiza un baile de cejas.

— Evania, debería darle una oportunidad — dice — Se sorprenderá al darse cuenta lo parecidos que son uno del otro.

¿Parecidos? Eso no lo sé, suponiendo que yo nunca caminaría bajo una tormenta abismal solamente para reconstruir viejos recuerdos. Bueno, al menos eso pienso yo.

Me encojo de hombros para que ninguna palabra escape de mí.

— Puede que él sea un tanto conversador, pero es buena persona, ¿no le recuerda a alguien?

Claramente no, sin embargo, le sonrío para terminar con esta incomodidad dentro de mí.

Tal vez pueda darle una oportunidad de hablar más conmigo, pero no caeré bajo los encantos de mi imaginación ni mucho menos en dejarme llevar por su apariencia simpática.

Después de todo, debo ser leal a mi verdad y no confiar ciegamente en las personas. No de nuevo.

 No de nuevo

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Evania: Un rincón del paraíso ©Where stories live. Discover now