CAPÍTULO LVII

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Volví a casa con el corazón pesado luego de recordar que en una semana podría dejar Cloeville

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Volví a casa con el corazón pesado luego de recordar que en una semana podría dejar Cloeville. Sentía cómo las ramas de los árboles pretendían tocarme para ahogarme en un abrazo, pero no se los permití, porque nunca me gustaron las despedidas extremadamente largas.

Si debo despedirme, tiene que ser la misma mañana de la mudanza. Un par de lágrimas enterradas en la tierra y un último beso incondicional. Eso sería mágico, y un adiós a la medida.

Me pregunto qué panorama podré contemplar en Ikerwood... ¿Carruajes por doquier? ¿Señores y señoras con elegancia en su andar? ¿Espíritus divagando por las calles con sus corazones quebrantados?

Thomas me da un golpe en el brazo para volverme a la realidad.

Una cena como cualquier otra, pero con tres almas entristecidas.

— ¿Ya comenzaste a estudiar? — pregunto para apaciguar mis afecciones.

Frunce el ceño con lentitud.

— Aún no tengo que ir a la escuela.

— Pero debes mantener activo ese cerebro, ¿piensas ir el primer día sin mero conocimiento? — indago y Tommy chasquea su lengua como muestra de desinterés.

Lo observo con una mirada expresiva, hasta que John me observa con una oscuridad inmensa en sus órbitas. Es como si... nada existiera dentro de ellas, ni siquiera una simple emoción, solamente un profundo y exasperante vacío.

— No debe preocuparse por él, después de todo volverá a su antiguo instituto — comenta y luego le hace un gesto a mi madre, indicando que quiere un poco de agua.

Como si no tuviera manos.

— ¡Oh, lo olvidé! — exclama mi madre con sorpresa — Espérenme un segundo, no tardo.

Y se levanta de la mesa, dirigiéndose a su habitación con una sonrisa a punto de escapar.

Todos quedamos en completo silencio.
Mientras tanto, Thomas continúa comiendo con entusiasmo. Y John y yo nos lanzamos miradas furiosas. Una guerra de miradas que no estoy dispuesta a perder.

De pronto, hace un carraspeo con su garganta llamando la atención de toda la mesa.

— ¿Por qué no come carne? — cuestiona al mismo tiempo que destroza la que tiene en su plato.

Con el pequeño nos lanzamos expresiones de incomodidad, y por más que la pregunta sea para mí, no tomo el valor necesario como para formular una respuesta.

El dragón dorado vuelve a posar sus ojos en mí, y me veo obligada a abrir la boca.

— Respeto a los animales — por fin respondo, y observo al pasillo esperando a que mi madre aparezca en cualquier momento.

— A veces pienso que por esa razón tiene una mente tan pequeña.

Tommy toma un poco de agua.

— Lo mismo pienso de usted — digo con una curva en mis labios.

Pincha un trozo de carne con su tenedor y apunta directamente a mí, sin embargo, no le doy importancia.

¿Cree que una actitud como esa es capaz de intimidarme? Al parecer, todavía cree que soy aquella Evania que conoció hace unos meses.

Al no obtener una reacción de mi parte, se levanta del asiento lentamente, hasta llegar a mí con pasos firmes capaces de romper el suelo que nos sostiene. No soy capaz de mirarlo a los ojos, por más que su ira trate de llevarme hacia ellos.

Inclina su cuerpo hacia mí, y el utensilio aparece frente a mis ojos.

— Coma un poco, seguro extraña el sabor — comenta con la voz áspera.

Acerca el tenedor cada vez más, hasta que la grasa impacta en mis labios y se esparce como si fuera agua corriendo por ellos.

— ¡Basta, padre! — exclama Thomas con la mandíbula tensa.

"Resiste, Evania, demuéstrale que eres una mujer fuerte" dice mi voz interior, sin embargo, unas lágrimas de repulsión quieren salir de mí.

— Abre la boca.

Y aprieto mis labios con más fuerza.

De repente, siento cómo sus manos se posan en mis mejillas y las estrujan como si fueran de arcilla. Mi rostro comienza a arder y puedo afirmar que las yemas de sus dedos sienten mis dientes. Su fuerza es descomunal, como si quisiera destruirme con cada paso que da.

— ¡Padre! — exclama el pequeño mientras salta de la silla, pero esta vez, con la voz entrecortada

Mi cuerpo comienza a temblar, incluyendo mis labios. El temor que siente mi cuerpo es tan grande, que levanto mis párpados y frente a mí, encuentro a un hombre a punto de estallar.

Mis labios comienzan a separarse, y John sonríe al ver mi debilidad.

— ¿¡Acaso estás demente!? — grita mi madre al observar la escena.

Deja caer un paquete grande y corre hacia mi dirección.

John, en cambio, suelta mi rostro con violencia y sus expresiones vuelven a transformarse al estar frente a mi madre. Nunca he conocido a un ser tan manipulador en esencia.

— ¿Estás bien? ¿Te hizo daño? — pregunta con preocupación, al mismo tiempo que acaricia mis mejillas y asiento — ¡No vuelvas a acercarte a ella de esa forma!

A unos metros, veo a Thomas levantando el paquete... y cómo sus manos tiemblan debido a la situación que pasamos.

Él nunca se había rebelado frente a su padre, ni siquiera con un grito, tal vez pueda sentirse poderoso luego de esto... o con más miedo.

— Lena, no es lo que...

— ¡Fuera de mi vista! — grita con todo el poder de su garganta, y todos quedamos con la boca abierta.

Antes de irse, el dragón dorado me aniquila con un parpadeo. Y siento escalofríos.

— Mamá...

No termino de formular la oración, ya que ella me interrumpe con un tono de voz más calmo.

— Ahora vamos a dormir, ¿está bien?

Ambos asentimos, y mamá nos sonríe para tranquilizar nuestros sentimientos.

Espero que esa conversación no sea como las demás.
Espero que mamá abra los ojos, y sus alas por igual.

Espero que mamá abra los ojos, y sus alas por igual

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Evania: Un rincón del paraíso ©Where stories live. Discover now