|| Volumen dos: Presente ||

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Capítulo 25: De nada, es el pago por dejarme quedar a dormir anoche.

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PRESENTE.

—Todos estos años, desde que nos conocemos, nunca me dijiste que tenías un hermano menor.

Zhou Luoyang no sabía por qué esa noche Du Jing estaba sacando a relucir el pasado.

—¿Qué? —El joven guardó la camisa y los pantalones del contrario—. ¿Estás celoso? Reloj.

Du Jing le entregó el reloj mientras se acostaba y lo miraba en silencio. Zhou Luoyang le dio la ropa que había comprado para que se cambiara.

—No nos conocemos desde hace mucho tiempo. Ahora, cámbiate.

—Así que Leyao y tú no son tan cercanos. ¿Estoy en lo correcto?

Al principio, Zhou Luoyang deseaba fruncir el ceño y regañarlo, pero sabía que Du Jing no decía eso para ofender.

—No —admitió—. Raramente nos hemos visto en los últimos dieciséis años; a lo mejor, una vez cada dos o tres años.

Después que la madre y el padre de Zhou Luoyang finalizaron su divorcio, su padre se volvió a casar con una mujer japonesa, y Leyao nació de esa unión. Zhou Luoyang extrañamente hacía contacto con ese lado de su familia. De hecho, nunca fue a Tokio a visitar a su padre en los años que Du Jing y él se conocieron.

En sus vagos recuerdos, sólo los había saludado un par de veces antes del accidente automovilístico; luego se quedó en la casa de su madrastra y toda la familia lo trató con cortesía.

A Zhou Luoyang le gustaba mucho Leyao cuando era pequeño, especialmente a la edad de los cinco o seis años, quien agarraba sus juguetes y le pedía a su hermano mayor que jugara con él.

Afortunadamente, se habían ido acercando poco a poco durante el lapso de tiempo en que se ocupó de Leyao. Zhou Luoyang comenzó a conocer realmente a su hermano menor, y Leyao se mostró completamente dispuesto a confiar en su hermano mayor. En los dieciséis años anteriores, era como si fueran extraños que no tenían nada que ver el uno con el otro.

Pero también compartían la misma sangre, y eso era algo que ninguno de los dos podía cortar. Y así, Zhou Luoyang tenía el deber de asumir la responsabilidad de protegerlo y acompañarlo en el tramo final de su viaje antes de llegar a la edad adulta.

Todos necesitaban independencia y autonomía, y las personas discapacitadas no fueron una excepción.

Zhou Luoyang esperaba que Leyao pudiera volverse autosuficiente, pero no del tipo de independencia en la que lograba hacer todo por su cuenta, sino una de espíritu y personal. Leyao también comprendía eso.

—En este momento, mi mayor deseo es que él tenga la capacidad de elegir entablar una relación, formar una familia y realizar su potencial individual, como cualquier persona.

Du Jing dijo—: Mira atrás de ti. ¿Lo has conseguido?

—No —admitió—. ¿Vas a sermonearme? ¿Justo como antes?

Las comisuras de la boca del contrario se alzaron en respuesta.

—Finalmente, una sonrisa. Eso es raro —comentó apagando las luces—. Hoy Leyao me preguntó por qué nos separamos en aquel entonces —Du Jing no respondió; por lo que Zhou Luoyang continuó—. Para ser honesto, tampoco sé el motivo.

Tiandi Baiju: Caballo Blanco del Cielo y la TierraUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum