Prólogo.

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La verdad que estar en este país, en esta ciudad y a demasiados kilómetros de mi hijo no me gustaba para nada pero nuestra relación con la familia Salvatore me llevaba hacer este sacrificio, ellos nos necesitaban y nosotros no abandonamos a los nuestros, sobre todo cuando son parte de mi familia.
Hace años que no pisaba Chicago, me había radicado en Moscú con mi hermano para llevar la Bratvá como se debía, Gavriel es el líder, yo soy su consejero y mano derecha en todo, juntos comandamos a una de las mafias más temidas del mundo.
Todos nacemos con un destino, el mío y el de mi hermano mellizo estaban ya marcados desde el momento en que nacimos, ojalá nuestras vidas hubieran sido diferente pero cuando tuvimos la opción de elegir nos quedamos en vez de huir como hizo mi primo Dmitri, ahora era demasiado tarde para todo eso, solo debimos cuidar nuestro legado hasta que Sasha tome el mando que le corresponde por derecho.

Volviendo a mi estadía en esta ciudad solo me quedaría un mes, debía resolver los problemas que tenían con Vincent Finochiarro, el líder de una de las mafias italianas.
Entre mafias nos llevamos bien, mientras cada uno este en su territorio y no se metan en los negocios de los otros no había problema pero ese viejo tocó las pelotas de Cosa Nostra y Camorra además de estar molestando a la mujer de Eric, él lo quería muerto así que eso haríamos para poder volver a Rusia con mi hijo.

Ignati es mi mayor tesoro y lo que más amo.

— Señor — me llama uno de mis empleados.

— Pasa — digo dejando que entre a la oficina.

— Tengo información de lo que pidió está mañana — me cuenta entregando un sobre marrón.

— Puedes retirarte — le ordeno mientras sirvo otro vaso de vodka.

Gavriel vino ayudarlos pero no avanzó mucho, creo que su cabeza estaba más en pensar en su esposa y la llegada de los gemelos que en esto que para él era una facilidad.
Empiezo a leer sobre la información que tenía en ese informe, no podía creer esto y me sentía traicionado con la familia Salvatore por no brindar estos conocimientos, un familiar suyo era el líder de Camorra y buscaba a Finochiarro para matarlo por haber secuestrado, violado y torturado a la novia del hijo del jefe. Ese viejo tenía su propia tumba cavada solo debíamos buscarlo para ponerlo en el lugar correcto.
Debía hablar con Nicholas Salvatore, él es líder en su familia y necesito respuesta.
Ante de ir a su casa primero debía dejar la contribución que hacemos anualmente a la Fundación Meitzner, ayudarlos solo nos beneficia a nosotros porque podemos blanquear dinero, pero eso no era el punto en ese momento, debía dejar el cheque e irme lo antes posible.

— ¿En qué podría ayudarlo? — pregunta una mujer de pelo castaño y ojos color café que me observa con atención.

— Soy Gauss Sokolov, vengo a dejar una humilde contribución a la fundación — digo al entregarle el cheque.

— Esto no es humilde — murmura sorprendida del numeral.

— Saludos a Madison — acoto saliendo de ese lugar.

Sabía que esa mujer se lo daría al cheque y eso me facilita a qué no entre, ver a muchas mujeres víctimas del machismo no me gustaba para nada.
Volví hasta mi camioneta para marcharme y poder reunirme con Nicholas y Giovanni Salvatore, las tres camionetas que me custodiaban se acoplaron una delante mío y las otras dos detrás para meternos en el tránsito.

— Hola — dice una niña saliendo del asiento trasero.

— ¡Carajo! — exclamo pegandome un buen susto y deteniendo mi camioneta. — ¿Qué haces en mi auto, niña? — consulto desconcertado.

Espero que esto no me traiga problemas.

— Estoy escapando de mi mamá — responde la pequeña.

— ¿Cómo te llamas? — le pregunto desconcertado.

¿Cómo es posible que una niña se suba a mi auto sin que mis guardaespaldas se den cuenta?

— Lucía Poissón — declara sentándose bien en el asiento.

— Señor — veo aparecer a mis guardaespaldas.

— Tenemos un problema, Iván — digo abriendo la ventanilla para que vea el interior del auto.

— ¿Y ella? — consulta confundido.

— No tuvo mejor idea que escapar de su madre y subirse a mi auto — le cuento mirando a la niña que ahora está apenada observando sus manos.

— Señor ... —

— Más control Iván — lo regaño.
Porque si una niña que no superaría los ocho años pudo subirse a mi camioneta como si nada cualquier sicario podría hacerlo y matarme.

— Si señor — asegura hablando con su jandy.

— Lo que hiciste está mal, tu mamá debe estar preocupada por tí y no debes subirte al auto de un extraño — digo sacando mi lado paternal.

— Lo siento señor — murmura.

— ¿Dónde está tu mamá? — pregunto.

— Ella trabaja en la fundación Meitzner — contesta.

— Iván, volvemos a la fundación Meitzner — sentencio poniendo en marcha mi camioneta para volver a lugar.

La niña no dice nada en todo el camino, seguía mirando sus manos apenada de lo que hizo, no quiero estar en el lugar de su madre en estos momentos, Ignati una vez me hizo lo mismo y casi me da un infarto porque imaginé lo peor en esa situación.

— Vamos Lucía — le hablo cuando aparco en la fundación.

Había un patrullero, una mujer abrazada a Madison llorando y sabía que este escándalo se debía a la desaparición de la niña.

— ¿Te parece ver a tu mamá, así? — le consulto mientras nos vamos acercando.

— No señor — me contesta con sus ojos cristalizados.

— ¡Lucía! — grita la mujer al vernos.

La mujer corre a dónde estamos y la abraza con fuerza, mientras que la niña hace lo mismo.

— Gauss — me habla Madison al verme.

— No se cómo hizo, pero se subió a mi auto sin darnos cuenta —  comento al ver al policía acercarse a dónde estoy.

— ¿Estás bien, hija? — la niña asiente.

— El señor me regaño y dijo que no debía subirme en autos de extraños — dice Lucía mirándome.

— No le hagas más esto a tu madre — le pido.

— No lo haré más — asegura sonriendo y se acerca abrazarme.

Su madre me mira, la reconozco es la mujer que le dejé el cheque hace unos minutos, tenía sus ojos rojos llenos de lágrimas, su cabello un poco despeinado y sentía impotencia de verla de esa forma.

Odio ver a una mujer llorar.

— Gracias — murmura y me da un fuerte abrazo que me toma de sorpresa.

— No es nada — digo cuando se separa y su rostro queda muy cerca del mío dejando que pueda observar mejor sus ojos color café.

Su mirada, esos ojos, sus labios y  me alejé de ella porque sabía que era peligrosa.

Las mujeres son peligrosas.

Sin decir nada me despedí de ellos para volver a mi camioneta, desde el interior observé madre e hija, la niña saludaba y me hizo esbozar una sonrisa mientras negaba mi cabeza divertido.
Vaya primer día en esta ciudad, no quiero más sorpresas como estás, solo estaré un mes aquí y espero resolver todo rápido para volver a Rusia con mi hijo.

No necesito más distracciones solo enfocarme en mi trabajo.


















* ¡Hola!

Debido a que estuve trabajando toda la tarde, estoy atrasada en la actualización, pero en unas horas estará listo el primer capítulo.

* Actualizaciones: martes y viernes

Redimirse (2° SAP) Where stories live. Discover now