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Hello flores!!! Ya vi la controversia generada en el capítulo anterior... pues bien, yo les diría que aquí el pescao no está vendío, eh! Y que de tó puede pasar

 pues bien, yo les diría que aquí el pescao no está vendío, eh! Y que de tó puede pasar

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Aquello no podía estar pasando. No podía ser real. ¡Joan no podía estar besándome de verdad!

Sus labios se movían con maestría, dignos de un fiel adversario. Cuando su lengua comenzó a juguetear con la mía, sentí un estremecimiento brutal. Era la sensación de estar flotando en una nube de la cual no deseaba bajar. Mi corazón palpitaba sin ser consciente de ello, el calor comenzó a recorrer mi cuerpo provocando que mis impulsos fueran otros muy diferentes a los dictados de mi cerebro. Antes de darme cuenta de que realmente estaba respondiendo a ese beso, pude ser testigo de mi propio jadeo conforme sus manos apretaban mi cintura acercándome a él, sintiendo cada palmo de su cuerpo junto al mío de tal manera que iba a enloquecer.

«No» respondí mentalmente.

No podía dejar que me atormentara de esa forma, que jugara conmigo de ese modo.

Con la poca voluntad que aunaba la pequeña parte consciente de mi cerebro, subí la rodilla con fuerza y escuché su quejido de dolor al mismo tiempo que dejaba de ser presa de sus brazos conforme se apartaba de mi lado.

—Que sea la última vez que te atreves a tocarme, Joan Baker, porque de lo contrario vas a saber realmente de lo que soy capaz —dije con seriedad, incluso me sorprendió a mi misma que no gritara ante el fuego que me quemaba por dentro.

No iba a esperar a que respondiera, ciertamente me importaba muy poco lo que tuviera que decir, solo necesitaba encerrarme en mi habitación, sentir el muro o mejor dicho, puerta que me separaba de aquel energúmeno de ojos azules y recapacitar en lo que había pasado para ver como narices iba a asimilarlo. Casi estaba llegando al último peldaño de la escalera, asumiendo que había dejado suficientemente claras las cosas para que la próxima vez se lo pensara no una, sino unas cuantas veces antes de atreverse a hacer tal cosa. Estaba segura de que aquel episodio había finalizado y siendo yo la vencedora, pero debí prever que con Joan eso nunca sucedía, que jamás iba a dejar que tuviera la última palabra.

—¡Quizás quiera ver de qué eres capaz, pelirroja! —gritó seguido de su risa como si el hecho de haberle dado un rodillazo en su entrepierna le hiciera gracia.

«Igual no le has dado suficientemente fuerte, Andrea» me dije llena de rabia.

Estaba claro que lo había hecho para provocarme, para sacar mi lado más mezquino y atroz. Y lo peor de todo es que lo había conseguido, había logrado sacar mi rabia y frustración.

—Le odio. Le odio. Le odio. ¡Le odio! —comencé a decir dando un portazo a la puerta de mi habitación importándome muy poco si eso le agradaba por sacarme de quicio.

¿Cómo se atrevía?, ¿Cómo podía haber llegado tan lejos?, ¿Importarle?, ¿Decía que le importaba?, ¡Un cuerno! A ese solo le importa él mismo y su mezquindad.

Quería desquiciarme. Volverme loca además de humillarme o rebajarme al nivel más vejatorio posible y lo peor de todo es que yo se lo había permitido desde que llegó, dejando que me pisoteara a su antojo.

No más. Ya me había cansado de aguantar, de ser su objeto de frustración con el que pagar sus pajas mentales. Si tanto le cabreaba que saliera con su mejor amigo, que tuviera una vida plena y feliz, se iba a joder, pero a joder de verdad porque pensaba llevar aquella relación ficticia al máximo nivel.

No iba a permitir que mi mente perdiera ni un solo segundo en las sensaciones que había sentido al probar aquellos labios, ni mucho menos iba a dejar que mis pensamientos se fugaran por una parte de mi cerebro que no les estaba permitido viajar. Ni hablar. Joan Baker es un misógino engreído que buscaba hacerme la vida imposible y había sobre pasado el límite para conseguirlo. Me importaban un bledo sus razones para odiar la idea de que Nicola y yo estuviéramos juntos hasta el punto de atreverse a besarme haciéndome creer que le podían importar mis sentimientos.

Por favor... ¿Importarle?, ¿Después de como me había tratado todo este tiempo?, ¿Quién demonios iba a ser tan estúpido como para creerlo?

Si tenía hambre desde luego se evaporó completamente y a pesar de que tenía que adelantar trabajo de clase, era incapaz de concentrar mi mente en algo que no fuera el hecho de que ese energúmeno intentara entrar en mi habitación aprovechando que estábamos a solas.

Vale. Miedo no tenía, por ilógico que pareciera sabía que él no iba a hacerme nada que yo no quisiera y menos aún ponerme la mano encima, pero el hecho de que se hubiera atrevido a besarme me había desequilibrado mentalmente aunque no quisiera reconocerlo, aunque lo que más me martirizaba era saber que yo misma le había dejado que lo hiciera e incluso se había escapado un gemido de placer inconscientemente.

¡Le había dado razones al tío que mas detesto de mi existencia que me gustaban sus besos!

¿Cómo podía haber llegado a eso?, ¿En qué mundo me había dejado avasallar de esa forma para sentir placer con un ser tan miserable?

Comencé a desnudarme quitándome la ropa que llevaba de clase y quedando en lencería interior mientras buscaba desesperadamente mis zapatillas de ballet en la bolsa de danza. Era en momentos como esos cuando más necesitaba desconectar mis pensamientos, centrar mi mente en la música y dejarme llevar anulando cualquier tipo de pensamiento. Para mi la danza era un bloqueo a las neuras de mi mente.

Me ajusté el body, puse la música en el ordenador y a pesar de que mi habitación no era realmente espaciosa, tenía el tamaño justo para poder danzar sobre mi misma sin golpearme la pierna con algún mueble.

—Siete meses Andrea —susurré estirando las piernas para calentar antes de comenzar a dar vueltas—. Te quedan siete meses para que se marche y al fin tengas paz mental.

Efectivamente faltaban siete meses para que Joan se fuera a la universidad. Probablemente iban a ser los siete meses más largos de mi vida viendo el percal, pero después de lo sucedido tenía muy claro que si él pensaba jugar sucio, yo lo haría aún más.

 Probablemente iban a ser los siete meses más largos de mi vida viendo el percal, pero después de lo sucedido tenía muy claro que si él pensaba jugar sucio, yo lo haría aún más

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Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora