49

12.5K 2.5K 182
                                    



Que lo disfrutéis florecillas!!!

Ni siquiera contesté, sino que me giré para coger el bolso del asiento del copiloto sin abrir la boca y corrí directamente hacia él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ni siquiera contesté, sino que me giré para coger el bolso del asiento del copiloto sin abrir la boca y corrí directamente hacia él. Ni siquiera pensé que podría llevarme Nicola en su coche, o despedirme al menos con alguna simple palabra de él. En aquel momento solo me importaba una cosa; que mi madre estuviera bien.

—Solo dime si está viva —susurré mientras me colocaba el casco que me ofrecía y me subía a la moto sin pensar en lo que hacía, como tampoco en que llevaba un vestido de lo más inapropiado para montar en moto.

—Lo está —contestó en el mismo tono y no pregunté nada más, solo me aferré a su cintura con fuerza, con la única certeza de que deseaba abrazar del mismo modo a mi madre cuando la viera.

El trayecto hasta el hospital se me hizo tan corto que apenas me dio tiempo a pensar que era la primera vez que montaba en la moto de Joan. Ni siquiera reaccione para saber si conducía bien o no, o si me daba miedo o no, tenía la cabeza tan sumida en mis propio terror que no reaccioné, solo me abracé a él y recé para que ella estuviera bien.

Las luces fluorescentes y frías hicieron que saliera de mi aturdimiento conforme entramos en el hospital. Había estado tan aterrada que ni siquiera había preguntado como había sido, qué había sucedido, si estaba sola... tenía ahora todas esas preguntas acumuladas en mi boca a punto de salir atropelladamente y a la vez.

Joan se dirigió hacia el mostrador y dio el nombre de su padre junto al de mi madre. Ahí comprendí que el accidente lo habían tenido los dos.

—¿Cómo te has enterado? —pregunté mientras la enfermera que nos atendía revisaba la pantalla del ordenador.

—Mi padre tiene mi numero asignado como persona de contacto, me llamaron el hospital para advertirme que había tenido un accidente y que había sufrido un fuerte traumatismo, me advirtieron de que su esposa le acompañaba en el coche.

—¿No te dijeron nada de ella? —exclamé.

Joan iba a contestar, pero la voz de la enfermera hizo acalló aquello que me iba a revelar. Me giré para contemplar el rostro de mediana edad de aquella mujer cuyos cabellos rizados de un tono borgoña mantenía recogidos en una cola baja. Tenía alguno de ellos rebeldes que se escapaban y se metían ente sus gafas de pasta negra. Llevaba una mascarilla a la altura de la barbilla, y su traje azul lucía con una placa pequeña en la que permanecía inscrito el nombre de Yamila.

—El señor Paul Baker ha ingresado en planta, habitación cuatrocientos ocho. Su esposa en cambio aparece en el registro de ingresos en la unidad de cuidados intensivos debido a un fuerte traumatismo craneoencefálico... —A partir de ahí dejé de escuchar, era como si mi mundo se desvaneciera al saber que estaba grave, incluso podía notar como mis piernas se desvanecían y mi nombre se repetía una y otra vez por la voz de Joan que permanecía a mi lado sosteniéndome.

—Andrea, ¡Andrea! —seguía gritando y vi como la enfermera había salido de su mostrador para acercarse hasta mi y verificar mi estado.

—Estoy bien. Estoy bien. Solo quiero ver a mi madre —mencioné en un hilo de voz del que apenas salía de mi garganta.

Pensé que Joan me dejaría sola y se iría a ver a su padre, en cambio no lo hizo, sino que me acompañó hasta la unidad donde se encontraba la U.C.I y estuvo a mi lado cuando el médico nos informó de la gravedad en la que se encontraba. Al parecer había sufrido varios golpes, pero uno de ellos había sido en la cabeza y era la razón por la cuál permanecía ingresada con vigilancia constante. No estaba consciente, aunque sus signos vitales eran constantes y fuertes, esa noche sería decisiva para definir su progreso y saber aquello hizo que me asustara de verdad.

No estaba preparada para perder a mi madre. Podía afrontar mil cosas, incluso tenía demasiadas cosas que reprocharle para que se marchara así sin más. No. No podía perderla. Ella no podía irse ahora que al fin había encontrado la felicidad.

Me dijeron que no podía entrar a verla hasta la mañana siguiente, así que subimos a la habitación donde había ingresado el padre de Joan en busca de respuestas.

Paul tenía varios rasguños por los brazos y la cara, pero a pesar de las vías que llevaba en ambos brazos, parecía bastante bien. Nos contó que estaban cruzando una intersección cuando un camión se saltó el semáforo y les envistió. Tuvieron suerte y solo les chocó por la parte trasera del coche teniendo en cuenta la velocidad a la que iba, pero el coche empezó a dar vueltas y volcó por la parte en la que estaba sentada mi madre, por eso el peor golpe se lo había llevado ella.

Eran casi las dos de la mañana cuando el padre de Joan nos echó básicamente de la habitación para que nos fuéramos a casa a descansar. Siendo sincera no me apetecía en absoluto marcharme, casi prefería hacer noche allí mismo a la espera de noticias, pero Paul insistió en que sería un día largo y era mejor dormir unas cuantas horas y ducharnos antes de volver por la mañana.

Cuando salimos noté el frío de la noche, antes de poder quejarme sentí la chaqueta de Joan sobre mis hombros y le miré preguntándome porque me la cedía.

—Hace frío y no vas apropiadamente vestida para ir en moto, tu madre no me perdonaría si te resfriaras por mi culpa —mencionó y supuse que lo hacía por ella, por mi madre.

No se la devolví. En cualquier otra circunstancia lo habría hecho, pero en ese momento me importaba un bledo llevar la cazadora de Joan Baker e incluso montarme en su moto y abrazarme a él. Mi inquietud hacía que la batalla que manteníamos entre ambos fuera algo trivial en comparación con aquello. Por increíble que pareciera y por primera vez desde que Joan entró en mi vida, era como si hubiéramos sellado una tregua.

Al llegar a casa supe que no podría conciliar el sueño por más que quisiera. Tenía miedo de dormirme y que algo malo pudiera suceder, que fuera demasiado tarde o que la fuera a perder. Ni tan siquiera era consciente de mi nerviosismo hasta que cogí la jarra de agua que mi madre siempre tenía en la mesa de la cocina y derramé un poco al servirme.

—Tranquila. Ella va a estar bien —oí a mi espalda conforme me sujetaba la jarra para evitar que se siguiera derramando.

No aguanté más y las lágrimas que hasta ahora había contenido comenzaron a salir de mis ojos conforme trataba de erradicarlas con una de mis manos. Sentí su abrazo y en cualquier otro momento lo había rechazado pero ahora mismo lo necesitaba.

Necesitaba sentir que no estaba sola.

Necesitaba sentir que todo saldría bien.

Necesitaba precisamente eso; sentir.

—Lo sé —contesté conforme seguía derramando lágrimas a pesar de que él no me viera y me bebí el vaso de agua esperando que de algún modo me tranquilizara—. Creo que me quedaré en el salón por si llaman del hospital o hay noticias. Puedes ir dormir... —añadí esperando que me dejara a solas.

—Me quedaré contigo.

—Me quedaré contigo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Andrea y sus neurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora