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Sus ojos azules brillaban con la poca luz que iluminaba la estancia y eran tan intensos que me atrevía asegurar que aquella amenaza la decía en serio, que fuera lo que fuese lo que trataba de advertirme no debía ponerlo en duda alguna

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Sus ojos azules brillaban con la poca luz que iluminaba la estancia y eran tan intensos que me atrevía asegurar que aquella amenaza la decía en serio, que fuera lo que fuese lo que trataba de advertirme no debía ponerlo en duda alguna.

Iba a decir que era tarde, que en aquel juego de poder no era él quien saldría ganando, pero antes de que mis palabras salieran de mi garganta Joan se alejó y me vi liberada del calor de su cuerpo.

Permanecí varios segundos inmóvil, sin reaccionar, analizando realmente lo que acababa de pasar y sentía como mi corazón estaba acelerado de un modo frenético.

¿Qué demonios acababa de ocurrir?

No entendía ese afán de superioridad por parte de Joan conmigo, ni porque tenía tanta fijación cuando yo no le había hecho absolutamente nada, es más, pasaba de él como si fuera un mueble más de estar por casa y sin embargo, seguía buscándome para intimidarme, amenazarme o dejarme claro que él mandaba sobre mi.

«Vete a freír espárragos Joan Baker, no solo voy a jugar contigo, sino que arderás en el infierno» medité cuando la sangre me enardeció por las venas al comprender que para él todo aquello solo se trataba de ser finalmente vencedor en aquella disputa que él mismo había empezado. No pensaba acobardarme ni amilanarme. No. Estaba harta de callarme y dejar que se burlara a mi costa solo por engrandecer su magnánimo ego.

Aquel lunes decidí maquillarme. No maquillarme realmente como habitualmente hacíamos en las funciones de ballet, sino llevar simplemente algo de máscara de pestañas, colorete y un toque de brillo en los labios, mucho más que la simple cara lavada que llevaba siempre, pero supuse que si quería causar una buena impresión a Nicola necesitaba algo más que un cambio de color de pelo.

—¡Buenos días! —exclamé de buen humor, sobre todo porque no vi ni rastro del engreído y patán de turno por la cocina. Si tenía suerte ya se habría marchado de casa.

En aquel momento mi madre alzó la vista y sonrió dejándome una taza sobre la encimera y supuse que sería leche con unas gotas de café, ya que solía ser lo que desayunaba si me daba tiempo y no me quedaba dormida.

—Te veo demasiado sonriente y animada, ¿Eso significa que te gusta algún chico del instituto? —preguntó un tanto intrigada y mi cara debió cambiar de un color rosado al más pálido blanco.

—¿Qué?, ¡No!, ¡Ni hablar! —bufé llevándome la taza a los labios.

Tampoco es que tuviera nada de malo si así fuera, después de todo no podía negar que Nicola estaba tremendamente bueno, más bueno que los bomboncitos de chocolate rellenos de crema de avellana.

—¡Ey!, ¡Joan! Quizá tú puedas darme la respuesta. ¿Sabes si a mi hija le gusta alguien del instituto? —preguntó en ese momento y quise morirme, literalmente morirme del soponcio.

Andrea y sus neurasTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang