24. Retribución

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Fray había servido a Bonduelle todos los días desde que el general se ausentó, por su error al lavar las botas fue castigado crudamente, no se le permitió quedarse en cama para sanar como debía. Su obligación era servirle la comida a Bonduelle, y eso es lo que hizo. Era el cuarto día, se sentó en la cama antes del amanecer, y soportando el ardor del roce de la ropa sobre su piel, se vistió, después fue a la cocina. Puso vino, pan, fruta y carne seca en una bandeja y caminó hacia el lugar, al llegar a dónde dormía Bonduelle, lo encontró sentado a la mesa, ya esperándolo. Como era usual en él, ignoró a Fray hasta que estuvo a su lado colocando la bandeja, y lo observó. El sirviente tenía moretones en el rostro, sobre el párpado, en la mandíbula, en los pómulos, uno de sus ojos permanecía entrecerrado, las manos tenían cascarones y heridas por haberlas usado para protegerse de los golpes. Ambos evitaron mirarse a los ojos, Fray por odio, y Bonduelle por asco.

Luego de colocar la bandeja, Fray se inclinó a modo de reverencia y esperó por la orden de que podía irse, pero esa orden no llegó.

—¿Qué sabes de los nobles que están en el castillo? —dijo Bonduelle con comida en la boca y le dio un sorbo a la jarra de vino.

—No sé nada.

—Más —dijo apoyando la jarra sobre la mesa.

Fray se movió rápidamente, lo que le provocó emitir un quejido que no pudo ocultar.

Bonduelle se rio y le sostuvo el brazo con fuerza, presionando uno de los tantos moretones.

—Lo tienes merecido.

La expresión de Fray no ocultaba el dolor ni la furia por la impunidad que tenía ese hombre. Todavía sosteniendo la botella entre sus manos, no dejó de servir el vino.

—Hoy haré la guardia en el castillo, por la tarde volverás aquí a servirme, hoy quiero darme un baño caliente, será mejor que esta vez lo hagas bien, o el castigo será peor que ayer, ¿sabes el costo de mis botas? Jajaja no respondas, no quiero oírte hablar, no sabes ni sumar...

Fray no respondió. Bajó la mirada, soportó el dolor, el frío y el desprecio. Él resistió.

Bonduelle terminó de comer y esperó mucho tiempo antes de decirle que podía irse con la bandeja.

El sol se ponía cuando Fray, haciendo sus labores pasó enfrente de la puerta interior del castillo, allí no estaba Bonduelle, sino que había otros dos soldados custodiando la entrada. No necesitaba pasar por esas puertas para entrar, como sirviente conocía otras entradas, ocultas para el caso de que en el castillo se hicieran eventos donde los sirvientes no debían ser vistos por los invitados. Rodeó el castillo e ingresó por una puerta accesoria y baja. Desde que los llevaron allí no había visto a ninguno de esos nobles que les dijeron que estaban ahí, ninguno había salido a andar por el bosque, cazar, a andar en los patios, ni a quejarse por la comida, y cuando llegaban suministros y víveres, las carretas eran recibidas por los soldados.

Subió las escaleras y recorrió pasillos que iban por dentro de las paredes, entró a una de esas salas que no se les había ordenado limpiar, abrió las ventanas para que entrara la luz y vio las telas de araña que cubrían las paredes y las esquinas, bajo las telas con polvo los muebles eran viejos y algunos estaban rotos. Fray continuó su recorrido, ya no quiso ver las otras habitaciones, solo con pasar por las puertas se intuía que estaban iguales. Más allá, más cerca a la puerta principal era donde estaban las habitaciones que habían sido limpiadas y acondicionadas para los nobles.

Después de que limpiaron el lugar y llegaron los nobles, él no había sido llamado para entrar, y no lo había hecho sino hasta que el mismo sub general Bonduelle le dijo indirectamente que no sabía quiénes estaban ahí. «¿O por qué me habría preguntado si no?», pensó Fray mientras hacía la indagación.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Where stories live. Discover now