64. No hay rosa sin espinas

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No hay nada en el mundo que no tenga un aspecto negativo, todo tiene algo que puede ser no del todo bueno.

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Días antes, en el castillo de los aprendices, Cecil y Dorian leían la segunda carta que habían recibido del general.

"Mi único deber siempre ha sido defender el reino de Artgotia, jamás cuestioné mi vida ni mi futuro, era muy cómodo saber que siempre sería un soldado y que moriría vistiendo los colores del reino. Ahora eso no es así, conocer a Fray hizo que pensara en otras posibilidades, en un nuevo mundo. ¡Les advierto! Los consejeros conspiradores no han muerto todos, ellos quieren que forme parte de una Orden de asesinos, su amenaza me confundió, cedí a ellos por el bien de Fray. Creí que eso sería lo mejor para él, pero no lo dejaré. Ya no integraré la Orden. Hice mi elección y lo elegí a él, me iré a donde sea que él vaya. Desde ahora es deber de ambos defender el reino, recursos y fuerza no les faltarán. Reitero lo dicho en mis anteriores cartas, las cuales desconozco que hayan recibido, deseo que mi caballo esté a salvo. El favorito Dorian es quien debe cuidarlo por mí. Ganímedes permanece al cuidado del propietario de la posada La Marinada. Le cedo mi puesto como general de la Guardia Real del reino de Artgotia a Cecil de Amalis, hombre de gran valor y honor. Estaré esperando una respuesta en la posada del puerto Tapis en el reino del Sur. También adjunto la carta mencionada. Firmo a continuación con mi nombre completo avalando mis palabras.

Ellis Patricio, general de la Guardia Real del reino de Artgotia."

Cecil miró dentro del sobre y sacó el otro papel, lo leyeron:

"General Patricio, tienes una elección esta vez. De no unirte a la Orden, tu amante será desmembrado en pequeños pedazos, comenzaremos a enviarte una parte de él por cada día que no accedas. Si huyes con él atacaremos Artgotia desde dentro, no los verán llegar, no oirán nada, no sabrán qué los golpeó."

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Desde que Ganges, el capitán pirata, hizo un acuerdo con Fray, él pasó a ser parte de la tripulación, pero no se le devolvió su cinturón para portar un arma y mucho menos su cuchillo. En pocas palabras, Fray no era completamente libre allí.

Fray a veces dormía en la cabina del capitán, lo entretenía con sus malabares y contándole historias ridículas y graciosas del palacio, hasta que el capitán se hartaba de sus distracciones y le exigía cumplir con su parte del trato. Entonces, Fray bajaba la mirada y comenzaba.

El capitán le había dado un camarote, que aunque muy reducido en espacio y poco cómodo, era para él solo. A la noche, Fray entró y se acostó, se removió en su camastro sin poder conciliar el sueño. No podía olvidarlo, al hombre que vio caer al agua, al que para él estaba muerto. Creía verlo en otros, cuando veía un pirata alto que se paraba cerca de él, cuando veía un rostro moreno, unos rizos oscuros. Deseaba encontrarse con su mirada, aunque sea una vez más, quería sentirse reflejado en sus ojos. Se decía que era tonto por quererlo ver otra vez porque el general no había querido ir con él al final. Pensaba: «¿De qué serviría verlo una vez más? No lo amo, y definitivamente no lo necesito.»

Un nuevo día comenzaba en el mar, Fray despertó y marcó un día más en la pared. Aunque no hubiera comido ni tomado nada en su encierro, mantenía contadas la cantidad de veces que le habían llevado una jarra. Seis días había permanecido encerrado, ahora marcaba el día nueve mientras pensaba: «Nueve días desde que... Desde que lo vi por última vez. Desde que el barco zarpó.»

Salió de allí y subió a la cubierta para encontrarse con el capitán.

Luego de la reunión, deambuló por la cubierta para habituarse al modo de vida de un marino, para aprender cómo se maniobraba el barco. Caminó entre los piratas y vislumbró a uno, era alto, con un cuerpo bien proporcionado, su piel era morena, del tono que conocía bien, el hombre estaba de espalda tirando de una soga gruesa, los brazos musculosos se tensaban al moverlo. Comenzó a ajustar la soga en un mástil y a hacerle un nudo intrincado luego, las manos del hombre estaban cuarteadas y sangrantes. Fray le observó el cabello, era oscuro, era igual. Su corazón se desbocó.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Where stories live. Discover now