56. Solo los débiles son crueles

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Dorian y Cecil caminaron hacia la puerta que los llevaba al corredor amplio donde las distintas alas del palacio se abrían. Fue en ese momento que Dorian se permitió suspirar de alivio, sabiendo que había regresado al sitio donde podía expresar su arte, al lugar donde se sentía bien estar. Junto a Cecil esa sensación era mucho más gratificante, porque lo tenía a él para compartirlo todo.

Cecil le acarició la mano y envainó la espada, se había mantenido a la defensiva hasta ese entonces. Había aprendido que cuando las cosas parecían estar saliendo bien algo malo siempre ocurría. Escuchó el suspiro aliviado de Dorian y quiso imitarlo, pero le resultó imposible. Estaba intranquilo, necesitaba saber lo que Cithria pensaba respecto a ellos, y qué es lo que diría sobre su relación. Sabía que antes no se había interpuesto porque lo necesitaba para pelear, pero ahora que recuperaba el trono sabía que podría cambiar de parecer y enviarlo de regreso al castillo de los aprendices.

Dorian lo observó y miró sus manos unidas.

—Cecil, ¿qué hay de malo? ¿Qué... —Dudó en acabar esa pregunta y pensó: «Cecil me quiere dejar, ahora que vio lo que he hecho, él... Cecil...» Su garganta se cerró y respiró con dificultad.

—No te dejaré, no importa lo que ella diga, si no quiere que me quede te irás conmigo al castillo de los aprendices... ¿Irías?

—¡Sí! —Dorian pudo respirar— Lo haría, iré adonde sea contigo —dijo mirando hacia adelante, una lágrima rodó por su mejilla y se la secó de inmediato con el puño de su camisa.

—¿Cómo te sientes? —Cecil lo sostuvo más cerca y le acarició la cabeza.

—Mejor —dijo Dorian cerrando los ojos y recibiendo su cuidado.

—¿Siguen aquí? —Cithria se acercaba, la dorada corona relucía en su cabeza— Hablaré primero con Dorian —Caminó pasando por su lado y ellos la siguieron, sus corazones retumbaban en sus pechos, ansiosos por la incertidumbre de sus futuros.

La reina fue seguida por ambos en silencio, hasta que llegó a la sala que usaba para distenderse.

—¿Esta es la sala de reuniones? —dijo Cecil dudando al ver el interior.

—No, no es necesario ir allí...

Dorian miró a Cecil, no quería separarse de él aunque fuera por unos breves momentos, pero debía hacerlo. Lentamente separó sus manos.

—Te esperaré aquí —dijo Cecil queriéndolo calmar, aunque él estaba más intranquilo.

Dorian le sonrió y entró a la sala, cerró las puertas mirándolo en todo momento.

El lugar tenía amplios sillones mullidos, mesas con arte y mesas vacías destinadas a colocar la comida y bebida en ellas, pero en esta ocasión nada sería servido, solamente habría una conversación entre las personas allí dentro.

Cithria se sentó en el sillón individual como era su costumbre, Dorian estaba de pie con una mano apretada en su abrigo, la que había estado tomando por tanto tiempo la de Cecil, que se sentía fría ahora. Dio unos pasos más cerca hacia el centro de la sala.

—Siéntate, hablemos —dijo Cithria alentándolo a acercarse.

—Reina... —Dorian ya quería comenzar a hablar por Cecil, buscar en la reina la piedad y el perdón.

—Dorian, déjame hablar, seré breve —dijo ella deteniendo sus palabras con la mano—. ¿Lo que sienten es mutuo?

—Sí —dijo Dorian al instante.

Cithria asintió.

—¿Qué es lo que haré con ustedes? —dijo hablando para sí misma.

Dorian le sonrió, esperando que la mujer resolviera qué es lo que le diría.

El mago del color y el alquimista con pisadas de oro [BL] (COMPLETA)Where stories live. Discover now