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—Alessandro, despierta por favor, haré lo que quieras por el resto de mi vida si abres los ojos ya. Solo... Hazlo... Te lo pido —esa voz era un grano en el culo.

El cuerpo le dolía como si lo hubiesen atravesado con cuchillos. Lo único que deseaba era descansar pero el tono chillón que tenía su hermana para hablar lo privaba de toda paz.

—Dejalo descansar Gina, no se va a morir. —esa voz era aún peor que la anterior. Definitivamente Maxi debería quedarse mudo. Con todo el esfuerzo del mundo abrió los ojos. Vio a su hermanita recostada sobre su pierna y con la cabeza gacha. Su hermano estaba sentado frente a la cama viendo la pantalla de su celular.

—Ya quisieras verme muerto. —se escuchó decir a sí mismo. Tenía la garganta seca y rasposa.

—¡No puede ser Alessandro, abriste los ojos! —Gina saltó encima de él y lo besó por todo el rostro.

—Deja de gritar como una loca. —sentía todo el cuerpo pesado, la cabeza le daba vueltas y el hombro le escocía como el demonio. —¿Qué hago aquí?

Maxi se acercó a la cama donde estaba el patético y borracho de su hermano, sus ojos verdes se encontraron y Alessandro supo inmediatamente que le daría el sermón de su vida. Los recuerdos le vinieron de golpe. No tenía idea de cuánto llevaba en el hospital pero algo le decía que habían pasado días desde su accidente.

—Gina, cariño, ve por un café. —Alessandro prefería que su hermanita no escuchara lo que Maximiliano le reprocharía a continuación. Las discusiones entre ellos siempre terminaban mal, nunca tenían una conclusión y parecía que en cada pelea se guardaban cosas para echarselas en cara mutuamente más adelante. Claro que no había sido así en el pasado.

—¿Pero qué dices? Si acabas de despertar, quiero quedarme contigo.

—Escuché que dijiste que harías cualquier cosa que te pidiera y esto es lo que deseo. Ve-te, Gina. —la joven lo miró mal pero no discutió ni se molestó. Así era su hermana. La única que trataba de entenderlo pese a todo.

—Llama a mamá y a papá, Gina. —dijo Maximiliano.

—Maxi ellos...

—Cariño, prometo que después me podrás fastidiar todo lo que quieras, ahora sal, pequeña. —la cortó Alessandro.

Mientras la menor de los Tardelli salía del cuarto, Maxi se sentó a los pies de la cama y lo observó por un minuto largo. Era lo que siempre hacía para intimidar a las personas. Pero con él ya no funcionaba esa táctica. Ambos se conocían tan bien que Alessandro había optado por tomar la actitud más cínica y egoísta que podía tener. Sabía que eso sacaba de sus casillas a su hermano.

—¿Vas a quedarte mirándome o me darás algo de tomar? —lo quería fastidiar hasta verlo enfadarse.

Maxi estiró el brazo hacia la mesa auxiliar tomando un vaso plástico y se lo ofreció.

—¿Agua? ¿En serio? Me refería a vino o un shot de tequ...

—Cállate. Debería estar en una reunión con inversionistas franceses, luego con el departamento de contabilidad para revisar el informe mensual y en cambio estoy aquí porque nuestros padres estaban muy preocupados por ti y también estaban tan inquietos por tu salud que tuve que cancelar todo. Otra vez. Por tu culpa. —su hermano estaba terriblemente molesto. Pero no del tipo que a Alessandro le hacía gracia, sino enfadado de verdad.

—Bueno... Deberías agradecerme, ¿quién querría estar todo el día viendo informes aburridos? —intentó bromear mientras llevaba el vaso a sus labios y daba un sorbo. aunque no era alcohol le supo a gloria. —Oye, necesito unas pastillas me duele el braz... —se quedó quieto al ver el yeso en su brazo izquierdo y eso fue suficiente para que los recuerdos del choque vinieran a su mente como una cascada. Absolutamente todos.

Cuidado Con AlessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora