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—¿Te divertiste anoche? —preguntó Maxi cuando ya estaban en el auto yendo hacia la compañía.

No habían tenido la oportunidad de conversar propiamente más temprano y por ende no le había dado detalles de su horrorosa noche.

Cuando pensó que la cosa no podía ser peor los impulsos de agarrar una borrachera lo invadieron en la madrugada. Aquel episodio había drenado sus energías y sabía que una buena forma de mantener la calma hubiera sido con whisky o ron.

—Fue interesante ... —¿de qué otra forma podría describir la situación? Si realmente reflexionaba acerca de ello no había salido tan mal pero tampoco había sido un éxito.

—Espero que no lo hayan hecho en el sofá. La tapicería es muy cara. —comentó su hermano medio en broma y medio en serio.

—No me acosté con ella, Maxi. —le confesó sin necesidad de alargar el misterio.

—¿Por qué? —lo miró de reojo y volvió a centrarse en la autopista. —Creí que te gustaba mucho y su relación iba a dar un paso importante.

—¿De qué relación hablas? Sólo nos la llevamos bien en la oficina y nada más que eso.

—Bueno, esa no es la impresión que todos tenemos.

—Somos amigos. —declaró apoyando el rostro en la ventana del coche. Ya no había chance de avanzar con Adele. No después de aquel bochorno. —Y siempre será así.

—¿Acaso te rechazó? —Maxi estaba sorprendido. Era irrisorio que una mujer hiciera eso.

—Te agradecería que olvidáramos el tema.

—Vale, no te presionaré más hermanito. —dijo al estacionar el auto.

—Gracias —salió directamente hacia el ascensor mientras se ponía sus lentes oscuros.

El alivio recorrió su cuerpo durante toda la mañana al no encontrarse con Adele. Debía admitir que estaba escondiéndose entre las cuatro paredes de su despacho para no verla.

Lo último que quería hacer era enfrentarla y rememorar la vergüenza que había experimentado horas antes.

Aunque le costó concentrarse en la montaña de papeles que tenía enfrente, logró esforzarse lo suficiente para sacar un par de informes con éxito.

Aless estaba muy bien hasta que la rubia a la que quería seguir evitando asomó la cabeza por su puerta.

—¿Quieres ir a almorzar? —preguntó como si no hubieran pasado una velada incómoda.

—Si. Me encantaría. —era mejor aparentar calma y no dejarse llevar por el pánico que había estado sintiendo. Tal vez el asunto no era tan grave como él lo estaba viendo y a Adele no le había afectado tanto.

Se dirigieron al restaurante usual caminando. En el transcurso charlaron de cosas relacionadas al trabajo y eso lo relajó. Estaban en una zona segura y sin complicaciones.

Una vez que se sentaron y ordenaron su comida el silencio los rodeó. Pero Aless no se sintió tenso ni mal. Adele seguía siendo encantadora y amable con él.

—Entonces... —empezó a hablar cuando el mesero los dejó a solas.

—Entonces... —le sonrió de buen ánimo.

—No quiero que nada cambie entre nosotros. Creo que nos dejamos llevar ayer y no es necesario que vayamos más allá de nuestra amistad. —explicó en voz baja.

—Adele —ella no podía saber cuán agradecido estaba por sus palabras —Tienes razón. Supongo que hicimos algo por inercia y no pensamos en lo que de verdad queriamos.

Cuidado Con AlessWhere stories live. Discover now