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Habían transcurrido dos meses desde que se había enterado estrepitosamente de que iba a ser padre y las cosas se habían mantenido en una cierta paz que no estaba dispuesto a perturbar.

Su trato con Lizzie había sido cordial y pese a que compartían su habitación y la cama, Aless había construido un muro imaginario entre ellos. Seguía amándola con locura pero algo había cambiado en su forma de comportarse con ella y le era difícil perdonarla por completo. Pese a que la rubia se había disculpado bastantes veces, a él le incomodaba todavía que no se lo hubiera dicho.

La razón era clara. Odiaba las traiciones. Ya había sido objeto de esas acciones en el pasado con su ex y que fuera precisamente Lizzie quien lo había hecho le dolía más. No había esperado que ella fuera así.

Por otro lado, quiso minimizar la magnitud de su situación a Roger pero le fue imposible con el pasar de los días. Al principio creyó que sería un problema que tuviera que permanecer en el país más tiempo del necesario pero su amigo lo había felicitado y había hecho alusión a su última conversación en la que había mencionado que a eso se refería cuando le había dicho que no dejará escapar a Lizzie.

No es como Aless lo hubiera querido pero definitivamente ahora estarían unidos de por vida. Un hijo era un lazo irrompible entre dos personas. Estaban muy próximos de tenerla en sus brazos y cada vez esa realidad era cercana. Ya habían decidido el nombre por mera recomendación de la abuela y a todos les había encantado.

En dos meses más le darían la bienvenida a Mia en su hogar y sería el mejor regalo de navidad que jamás hubiera recibido. Sus padres y sus hermanos también sentían la misma dicha y a eso se debía el buen ambiente de la casa. Si por Aless fuera, las cosas hubieran sido muy distintas. Su familia había logrado que pensara las cosas con cabeza fría y no regresará a New York precipitadamente. Había entendido que quedarse era la opción más sana para él y para Lizzie.

No estaba siendo él mismo. No encontraba una forma de serlo. Elizabeth había trastocado cada uno de sus planes y su nueva actitud no ayudaba mucho. Lloraba casi a diario, comía más que él, dormía por horas, se irritaba por nada y ahora era ella quien lo abrazaba por las noches hasta asfixiarlo.

¿Era la misma chica de la que se había enamorado?

Jamás podría aceptar que ella se había convertido en una persona más humana. Estaba acostumbrado a lidiar con su falta de empatía, sus miradas desaprobatorias, su frialdad y gestos de irritación. Que fuera tan mimada y cálida lo desconcertaba, que quisiera acurrucarse a su lado a la hora de dormir lo inquietaba, que lo buscara constantemente lo contrariaba.

Si tan solo se hubiera mostrado así mucho antes, Aless estaría contento, pero ya era tarde. La confianza que le profesaba se había ido junto con sus ganas de conquistarla.

Por supuesto que él no la ignoraba o la trataba mal. Se estaba limitando a ser atento debido a su bebé, sin embargo, sus esfuerzos no iban más allá de lo necesario.

Justo como aquella tarde. Estaban todos reunidos debido a que Gina estaba de vacaciones y se quedaría con ellos hasta que sus rotaciones en el hospital de Cardiff comenzarán. Gina le había traído vitaminas naturales a Lizzie y otras cosas para el embarazo. Su hermanita era la más emocionada por el inminente nacimiento de su hija y aprovechaba cualquier momento para venir a la capital y quedarse con la rubia. Estaban comportándose como si fueran las mejores amigas. No es que antes se llevarán mal, pero ahora que serían familia de una u otra forma, Gina estaba empeñada en que las dos fueran uña y mugre.

Y ni hablar de Melody. Esas tres estaban conformando un grupo en el que se dedicaban a charlar acerca de niños, bodas y más. Sin ánimo de interrumpirlas se acercó en silencio hacia su hermano.

Cuidado Con AlessWhere stories live. Discover now