𝒞𝒶𝓉𝑜𝓇𝒸𝑒

1.1K 94 3
                                    

𝔚𝔥𝔢𝔯𝔢 𝔥𝔞𝔳𝔢 𝔟𝔢𝔢𝔫 𝔶𝔬𝔲 𝔟𝔬𝔱𝔥?

Ups! Ten obraz nie jest zgodny z naszymi wytycznymi. Aby kontynuować, spróbuj go usunąć lub użyć innego.

𝔚𝔥𝔢𝔯𝔢 𝔥𝔞𝔳𝔢 𝔟𝔢𝔢𝔫 𝔶𝔬𝔲 𝔟𝔬𝔱𝔥?

Omnisciente

El final del verano llegó más rápido de lo que Dakota habría querido. Estaba deseando volver a Hogwarts, pero por otro lado, aquel el mes, había sido uno de los mejores en toda su vida. Harry, Dakota y Ron, pasaban todo el tiempo juntos. Aveces también se les unían a Fred y George.

La última noche, todos fueron a cenar a Thistlehouse nuevamente. Esa vez, cenaron en el comedor. El comedor se encontraba en un invernadero, con plantas a su alrededor y colgando del techo, además, de un bello candelabro rojo. Mer hizo aparecer, por medio de un conjuro, una cena suntuosa que incluía todos los manjares favoritos de Harry y que terminó con un suculento pudín de melaza. Fred y George redondearon la noche con una exhibición de las bengalas del doctor Filibuster, y llenaron el comedor con chispas azules y rojas que rebotaban del techo a las paredes durante al menos media hora. Después de esto, llegó el momento de tomar una última taza de chocolate caliente e ir a la cama. Los Weasley y Harry, volvieron a La Madriguera, y Dakota y Mer, subieron a acostarse.

A la mañana siguiente, Mer y Dakota llegaron a La Madriguera por medio de polvos flu, con todas las cosas de Dakota ya listas. Por otro lado, a los Weasley y a Harry, les llevó mucho rato ponerse en marcha. Se habían levantado con el canto del gallo, pero parecía que quedaban muchas cosas por preparar. La señora Weasley, de mal humor, iba de aquí para allá como una exhalación, buscando tan pronto unos calcetines como una pluma. Algunos chocaban en las escaleras, medio vestidos, sosteniendo en la mano un trozo de tostada, y el señor Weasley, al llevar el baúl de Ginny al coche a través del patio, casi se rompe el cuello cuando tropezó con una gallina despistada.

El señor Weasley le había hecho un hechizo de expansión al Ford Anglia.

—No le digan a Molly ni media palabra —susurró a Harry y Dakota al abrir el maletero y enseñarles cómo lo había ensanchado mágicamente para que pudieran caber los baúles con toda facilidad.

Cuando por fin estuvieron todos en el coche, la señora Weasley echó un vistazo al asiento trasero, en el que Harry, Ron, Fred, George y Dakota estaban confortablemente sentados, unos al lado de otros, y dijo:

—Los muggles saben más de lo que parece, ¿verdad? —ella, Mer y Ginny iban en el asiento delantero, que había sido alargado hasta tal punto que parecía un banco del parque—. Quiero decir que desde fuera uno nunca diría que el coche es tan espacioso, ¿verdad?

Percy iba en un asiento, solo, detrás de los gemelos y los tres amigos.

El señor Weasley arrancó el coche y salieron del patio. Dakota y Harry se volvieron para echar una última mirada a la casa. De pronto, tuvieron que dar la vuelta, porque a George se le había olvidado su caja de bengalas del doctor Filibuster. Cinco minutos después, el coche tuvo que detenerse en el corral para que Fred pudiera entrar a tomar su escoba. Y cuando ya estaban en la autopista, Ginny gritó que se había olvidado su diario y tuvieron que retroceder otra vez. Cuando Ginny subió al coche, después de recoger el diario, llevaban muchísimo retraso y los ánimos estaban alterados.

El señor Weasley miró primero su reloj y luego a su mujer.

—Molly, querida...

—No, Arthur —dijo la mujer, mientras Meredith intentaba aguantar la risa.

—Nadie nos vería. Este botón de aquí es un accionador de invisibilidad que he instalado. Ascenderíamos en el aire, luego volaríamos por encima de las nubes y llegaríamos en diez minutos. Nadie se daría cuenta...

—He dicho que no, Arthur, no a plena luz del día.

Llegaron a King's Cross a las once menos cuarto. El señor Weasley cruzó la calle a toda prisa para hacerse con unos carritos para cargar los baúles, y entraron todos corriendo en la estación.

—Percy primero —dijo la señora Weasley, cuando se detuvieron frente a la barrera, mirando con inquietud el reloj que había en lo alto, que indicaba que sólo tenían cinco minutos para desaparecer disimuladamente a través de la barrera.

Percy avanzó deprisa y desapareció. A continuación fue el señor Weasley. Lo siguieron Fred y George.

—Nos vemos del otro lado —les dijo Dakota a sus dos amigos, para después pasar la barrera junto a su madre

(...)

—Pero, ¿como que no los viste?

—Mira, pase la barrera con mi mamá, después la señora Weasley y Ginny y se suponía que Harry y Ron venían detrás, pero no los vi porque mi mamá me apuró para subir al tren. Supuse que los encontraríamos ahí

Hermione soltó un suspiro. Ambas estaban subiendo las escaleras hacia su sala común. Se detuvieron, en la escalera y se recargaron en el barandal. La escalera se movió de lugar y siguieron andando

—Hermione

La mencionada volteó a ver a su amiga. Dakota señaló con la cabeza hacia enfrente. Ahí estaban.

—¡Están aquí! ¿Dónde se habían metido? Corren los rumores más absurdos... —dijo Dakota, mientras llegaban con ellos—. Alguien decía que los habían expulsado por haber tenido un accidente con un coche volador.

—Bueno, no nos han expulsado —le garantizó Harry.

—¿Quieres decir que vinieron hasta aquí volando? —preguntó Hermione, en un tono de voz casi tan duro como el de la profesora McGonagall.

—Ahórrate el sermón —dijo Ron impaciente— y díganos cuál es la nueva contraseña.

—Es somormujo —dijo Hermione deprisa—, pero ésa no es la cuestión...

No pudo terminar lo que estaba diciendo, sin embargo, porque el retrato de la señora gorda se abrió y se oyó una repentina salva de aplausos. Al parecer, en la casa de Gryffindor todos estaban despiertos y abarrotaban la sala circular común, de pie sobre las mesas revueltas y las mullidas butacas, esperando a que ellos llegaran. Unos cuantos brazos aparecieron por el hueco de la puerta secreta para tirar de Ron y Harry hacia dentro, y Hermione y Dakota entraron detrás de ellos.

—¡Formidable! —gritó Lee Jordan—. ¡Soberbio! ¡Qué llegada! Volaron en un coche hasta el sauce boxeador. ¡La gente hablará de esta proeza durante años!

—¡Bravo! —dijo un estudiante de quinto curso

Alguien le daba palmadas en la espalda a Harry como si acabara de ganar una maratón. Fred y George se abrieron camino hasta la primera fila de la multitud y dijeron al mismo tiempo:

—¿Por qué no nos llamaron?

Ron estaba azorado y sonreía sin saber qué decir. Harry se fijó en alguien que no estaba en absoluto contento. Al otro lado de la multitud de emocionados estudiantes de primero, vio a Percy que trataba de acercarse para reñirles. Harry le dio a Ron con el codo en las costillas y señaló a Percy con al cabeza. Inmediatamente, Ron entendió lo que le quería decir.

—Tenemos que subir...estamos algo cansados —dijo, y los dos se abrieron paso hacia la puerta que había al otro lado de la estancia, que daba a una escalera de caracol y a los dormitorios.

—Buenas noches —les dijo Harry a Hermione y Dakota, volviéndose. Ambas tenían la misma cara de enojo que Percy y los miraban con los brazos cruzados

—Son caso perdido —le dijo Dakota a su amiga, cuando sus dos amigos subieron las escaleras

Hermione asintió y ambas subieron las escaleras hacia su dormitorio.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz