𝒯𝓇𝑒𝒾𝓃𝓉𝒶 𝓎 𝒸𝒾𝓃𝒸𝑜

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Omnisciente

A la mañana siguiente, Dakota se levantó y comenzó a vestirse. Se puso una blusa roja y una falda rosa (multimedia). Se cepilló el cabello y bajo sus cosas. Después volvió a subir, se encontró con Ron y los dos se dirigieron a la habitación de Harry.

Harry trataba de convencer a Hedwig de que volviera a la jaula cuando Dakota y Ron abrieron de golpe la puerta. Ron entró enfadado. Dakota entró después de el y cerró la puerta.

—Cuanto antes subamos al tren, mejor —dijo Ron—. Por lo menos en Hogwarts puedo alejarme de Percy. Ahora me acusa de haber manchado de té su foto de Penelope Clearwater. —Ron hizo una mueca—. Ya saben, su novia. Ha ocultado la cara bajo el marco porque su nariz ha quedado manchada...

—¿Porque no solamente la limpia con magia? —dijo Dakota, con una mano en su cintura—. Ya puede hacer magia fiera del colegio

—Tengo algo que contarles —comenzó Harry, pero lo interrumpieron Fred y George, que se asomaron a la habitación para felicitar a Ron por haber vuelto a enfadar a Percy.

Bajaron a desayunar y encontraron al señor Weasley, que leía la primera página de El Profeta con el entrecejo fruncido, y a la señora Weasley, que hablaba a Mer, Ginny y a Hermione de un filtro amoroso que había hecho de joven. Las cuatro se reían con risa floja.

—¿Qué nos ibas a contar? —preguntó Dakota a Harry cuando se sentaron.

—Más tarde —murmuró Harry, al mismo tiempo que Percy irrumpía en el comedor.

Con el ajetreo de la partida, Harry tampoco tuvo tiempo de hablar con Ron y Dakota. Todos estaban muy ocupados bajando los baúles por la estrecha escalera del Caldero Chorreante y apilándolos en la puerta, con Hedwig, Cheryl y Hermes, la lechuza de Percy, encaramadas en sus jaulas. Al lado de los baúles había un pequeño cesto de mimbre que bufaba ruidosamente.

—Bien, Crookshanks —susurró Hermione a través del mimbre—, te dejaré salir en el tren.

—No lo harás —dijo Ron terminantemente—. ¿Y la pobre Scabbers?

Se señaló el bolsillo del pecho, donde un bulto revelaba que Scabbers estaba allí acurrucada.

El señor Weasley, que había aguardado fuera a los coches del Ministerio, se asomó al interior.

—Aquí están —anunció—. Vamos, Harry.

El señor Weasley condujo a Harry a través del corto trecho de acera hasta el primero de los dos coches antiguos de color verde oscuro, los dos conducidos por brujos de mirada furtiva con uniforme de terciopelo verde esmeralda.

—Sube, Harry —dijo el señor Weasley, mirando a ambos lados de la calle llena de gente. Harry subió a la parte trasera del coche, y enseguida se reunieron con él Hermione, Ron y Dakota, y para disgusto de Ron, también Percy

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora