𝒯𝓇𝑒𝒾𝓃𝓉𝒶 𝓎 𝓊𝓃𝑜

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𝔊𝔬𝔡

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𝔊𝔬𝔡...

Omnisciente

Oscurecía mientras se acercaban al despacho de Lockhart. Les dio la impresión de que dentro había gran actividad: podían oír sonido de roces, golpes y pasos apresurados.

Harry llamó. Dentro se hizo un repentino silencio. Luego la puerta se entreabrió y Lockhart asomó un ojo por la rendija.

—¡Ah...! Señor Potter, señor Weasley, señorita Rose... —dijo, abriendo la puerta un poco más—. En este momento estaba muy ocupado. Si se dan prisa...

—Profesor, tenemos información para usted —dijo Harry—. Creemos que le será útil.

—Ah...bueno...no es muy... —Lockhart parecía encontrarse muy incómodo, a juzgar por el trozo de cara que veían—. Quiero decir, bueno, bien.

Abrió la puerta y entraron.

El despacho estaba casi completamente vacío. En el suelo había dos grandes baúles abiertos. Uno contenía túnicas de color verde jade, lila y azul medianoche, dobladas con precipitación; el otro, libros mezclados desordenadamente.

Las fotografías que habían cubierto las paredes estaban ahora guardadas en cajas encima de la mesa.

—¿Se va a algún lado? —preguntó Dakota.

—Esto...bueno, sí... —admitió Lockhart, arrancando un póster de sí mismo de tamaño natural y comenzando a enrollarlo—. Una llamada urgente...insoslayable...tengo que marchar...

—¿Y mi hermana? —preguntó Ron con voz entrecortada.

—Bueno, en cuanto a eso...es ciertamente lamentable —dijo Lockhart, evitando mirarlo a los ojos mientras sacaba un cajón y empezaba a vaciar el contenido en una bolsa—. Nadie lo lamenta más. que yo...

—¡Usted es el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras! —dijo Harry—. ¡No puede irse ahora! ¡Con todas las cosas oscuras que están pasando!

—Bueno, he de decir que...cuando acepté el empleo... —murmuró Lockhart, amontonando calcetines sobre las túnicas— no constaba nada en el contrato...Yo no esperaba...

—¿Quiere decir que va a salir corriendo? —dijo Harry sin poder creérselo—. ¿Después de todo lo que cuenta en sus libros?

—Los libros pueden ser mal interpretados —repuso Lockhart con sutileza.

—¡Usted los ha escrito! —gritó Harry.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Where stories live. Discover now