𝒟𝒾𝑒𝒸𝒾𝓃𝓊𝑒𝓋𝑒

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𝔗𝔥𝔢 𝔠𝔥𝔞𝔪𝔟𝔢𝔯 𝔬𝔣 𝔰𝔢𝔠𝔯𝔢𝔱𝔰

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𝔗𝔥𝔢 𝔠𝔥𝔞𝔪𝔟𝔢𝔯 𝔬𝔣 𝔰𝔢𝔠𝔯𝔢𝔱𝔰

Omnisciente

Durante unos días, en la escuela no se habló de otra cosa que de lo que le habían hecho a la Señora Norris. Filch mantenía vivo el recuerdo en la memoria de todos haciendo guardia en el punto en que la habían encontrado, como si pensara que el culpable volvería al escenario del crimen. Dakota y Harry lo habían visto fregar la inscripción del muro con el Quitamanchas mágico multiusos de la señora Skower, pero no había servido de nada: las palabras seguían tan brillantes como el primer día. Cuando Filch no vigilaba el escenario del crimen, merodeaba por los corredores con los ojos enrojecidos, ensañándose con estudiantes que no tenían ninguna culpa e intentando castigarlos por faltas imaginarias como "respirar demasiado fuerte" o "estar contento".

Ginny parecía muy afectada por el destino de la Señora Norris. Según Ron, era una gran amante de los gatos.

—Pero si no conocías a la Señora Norris —le dijo Ron para animarla—. La verdad es que estamos mucho mejor sin ella. —A Ginny le tembló el labio—. Cosas como éstas no suelen suceder en Hogwarts. Atraparán al que haya sido y lo echarán de aquí inmediatamente. Sólo espero que le dé tiempo a petrificar a Filch antes de que lo expulsen. Esto es broma... —añadió apresuradamente, al ver que Ginny se ponía blanca.

Aquel acto vandálico también había afectado a Hermione y a Dakota. Ya era habitual en ellas pasar mucho tiempo leyendo, pero ahora prácticamente no hacían otra cosa. Cuando les preguntabas qué buscaban, no obtenías respuesta, y tuvieron que esperar al miércoles siguiente para enterarse.

Dakota se pasaba noches enteras leyendo, tanto así, que sus habituales colas de caballo —que era el peinado que usaba para asistir a clases—, que siempre lucían perfectas, últimamente estaban demasiado despeinadas y sus listones estaban mal amarrados.

Harry se había tenido que quedar después de la clase de Pociones, porque Snape le había mandado limpiar los gusanos de los pupitres. Tras comer apresuradamente, subió para encontrarse con Ron en la biblioteca, donde vio a Justin Finch-Fletchey, el chico de la casa de Hufflepuff con el que coincidían en Herbología, que se le acercaba. Harry acababa de abrir la boca para decir «hola» cuando Justin lo vio, cambió de repente de rumbo y se marchó deprisa en sentido opuesto.

Harry encontró a Ron al fondo de la biblioteca, midiendo sus deberes de Historia de la Magia. El profesor Binns les había mandado un trabajo de un metro de largo sobre "La Asamblea Medieval de Magos de Europa".

—No puede ser, todavía me quedan veinte centímetros... —dijo furioso Ron soltando el pergamino, que recuperó su forma de rollo— y Hermione y Dakota han llegado al metro y medio con su letra diminuta. Hablando de Dakota, es una pena que ya no podamos medir los trabajos con ella.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora