𝒯𝓇𝑒𝒾𝓃𝓉𝒶 𝓎 𝒹𝑜𝓈

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𝔊𝔦𝔫𝔫𝔶

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𝔊𝔦𝔫𝔫𝔶

Omnisciente

Se hallaban en el extremo de una sala muy grande, apenas iluminada. Altísimas columnas de piedra talladas con serpientes enlazadas se elevaban para sostener un techo que se perdía en la oscuridad, proyectando largas sombras negras sobre la extraña penumbra verdosa que reinaba en la estancia.

Harry escondió a su amiga detrás de él de manera protectora.

Con el corazón latiéndoles muy rápido, escucharon aquel silencio de ultratumba. ¿Estaría el basilisco acechando en algún rincón oscuro, detrás de una columna? ¿Y dónde estaría Ginny?

—Esto es caótico —murmuro Dakota. Harry asintió.

Sacaron sus varitas y avanzaron por entre las columnas decoradas con serpientes. Sus pasos resonaban en los muros sombríos. Iban con los ojos entornados, dispuestos a cerrarlos completamente al menor indicio de movimiento. Les parecía que las serpientes de piedra lo vigilaban desde las cuencas vacías de sus ojos. Más de una vez, el corazón les dio un vuelco al creer que alguna se movía.

Al llegar al último par de columnas, vieron una estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Tuvo que echar atrás las cabezas para poder ver el rostro gigantesco que la coronaba: era un rostro antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo.

—Creo que es Salazar Slytherin —le dijo Dakota a su amigo.

Entre los pies, boca abajo, vieron una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido, igual al de Dakota.

—¡Ginny! —dijo Dakota, a la vez que empezaban a correr.

—¡Ginny! —susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas—. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! —Dejaron las varitas a un lado, Dakota tomó a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar...

—Ginny, por favor, despierta —susurró Dakota sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

—No despertará —dijo una voz suave.

Harry y Dakota se enderezaron de un salto.

Un muchacho alto, de pelo negro, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándolos.

—Tom... ¿Tom Ryddle? —dijo Harry.

Dakota volteó a ver a su amigo y regresó su mirada hacia Tom.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora