𝒞𝓊𝒶𝓇𝑒𝓃𝓉𝒶 𝓎 𝒸𝒾𝓃𝒸𝑜

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𝔓𝔞𝔫𝔰𝔶

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𝔓𝔞𝔫𝔰𝔶

Omnisciente

Por cualquier sitio por el que pasaran al día siguiente encontraban medidas de seguridad más rigurosas. El profesor Flitwick instruía a las puertas principales para que reconocieran una foto de Sirius Black. Filch iba por los pasillos, tapándolo todo con tablas, desde las pequeñas grietas de las paredes hasta las ratoneras. Sir Cadogan fue despedido. Lo devolvieron al solitario descansillo del piso séptimo y lo reemplazó la señora gorda. Había sido restaurada magistralmente, pero continuaba muy nerviosa, y accedió a regresar a su trabajo sólo si contaba con protección. Contrataron a un grupo de hoscos troles de seguridad para protegerla. Recorrían el pasillo formando un grupo amenazador; hablando entre gruñidos y comparando el tamaño de sus porras.

—Debo admitir, que son intimidantes —le había dicho Dakota a Cedric, cuando el chico le había preguntado como estaban las cosas en su casa y habían sacado el tema de los troles.

—Bueno, he visto como les respondes a las personas, además de todo lo que has hecho desde que llegaste a Hogwarts y sin contar que eres una bruja excepcional, así que...creo que puedes manejarlo —le respondió Cedric, ganándose una sonrisa de la pelirroja. Cada día se acercaban más, y más.

Ron se convirtió de repente en una celebridad. Por primera vez, la gente le prestaba más atención a él que a Harry, y era evidente que a Ron le complacía. Aunque seguía asustado por lo de aquella noche, le encantaba contarle a todo el mundo los pormenores de lo ocurrido.

—Estaba dormido y oí rasgar las cortinas, pero creí que ocurría en un sueño. Entonces sentí una corriente...Me desperté y vi que una de las cortinas de mi cama estaba caída...Me di la vuelta y lo vi ante mí, como un esqueleto, con toneladas de pelo muy sucio... empuñando un cuchillo largo y tremendo, debía de medir treinta centímetros, me miraba, lo miré, entonces grité y salió huyendo.

Neville, por el contrario, había caído en desgracia. La profesora McGonagall estaba tan furiosa con él que le había suprimido las futuras visitas a Hogsmeade, le había impuesto un castigo y había prohibido a los demás que le dieran la contraseña para entrar en la torre. El pobre Neville se veía obligado a esperar cada noche la llegada de alguien con quien entrar, mientras los troles de seguridad lo miraban burlona y desagradablemente. Por eso mismo, Hermione y Dakota intentaban estar el mayor tiempo posible con el chico, para poder ayudarlo a entrar a su Sala Común. Pero, ninguno de aquellos castigos, sin embargo, era ni sombra del que su abuela le reservaba; dos días después de la intrusión de Black, envió a Neville lo peor que un alumno de Hogwarts podía recibir durante el desayuno: un vociferador.
Las lechuzas del colegio entraron como flechas en el Gran Comedor; llevando el correo como de costumbre, y Neville se atragantó cuando una enorme lechuza aterrizó ante él, con un sobre rojo en el pico. Harry y Ron, que estaban sentados al otro lado de la mesa, reconocieron enseguida la carta. Dakota, que estaba sentada a unos metros de distancia de Neville con Hermione, también lo reconoció. Neville había recibido un Vociferador.

𝒯𝒽𝑒 𝒷𝑒𝑔𝒾𝓃𝓃𝒾𝓃𝑔 𝑜𝒻 𝒟𝒶𝓀𝑜𝓉𝒶Where stories live. Discover now