Capítulo 3: La invitación.

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Luego de regresar a la mansión me encontré a mí mismo limpiando aquella molesta cocina no entendía como podía ensuciase tanto, era como si un huracán pasara todos los días por allí solo para darme trabajo, me dolía la espalda en solo pensar cuanto me faltaba por terminar mis tortuosas tareas.

Ring ring( lo siento mal timbre)

Escuche sonar el timbre de la puerta un suspiro se escapó de mis labios era increíble que tuviera que hacer esto, me dirigí con pasos lentos hacia la puerta, escuchando como la otra persona insistía en tocar el molesto timbre, abrí la puerta tratando de ser educado, ahí se encontraba un hombre vestido como payaso bueno, no era un payaso solo estaba vestido demasiado elegante lo que me causaba cierta gracia.

-       Disculpe en que le puedo ayudar- dije cortes tratando de ocultar una pequeña risa que se salía de mis labios, este me miro y sonrió de manera amable bueno tal vez lo juzgué mal por como venía vestido.

-       Están invitados cordialmente a la fiesta de bienvenida de los príncipes del reino todas las doncellas y caballeros deberán asistir obligatoriamente- me dijo mientras me entregaba la invitación sude frio mientras recordaba la pequeña discusión que tuvimos con esos chicos que dijeron ser los príncipes.

-       Gracias- dije nerviosa para luego ver como se retiraba empecé a temblar mientras cerraba la puerta espero que esto no sea una mala pasada del destino pensé, mientras me encaminaba al salón de música donde la bruja tocaba y mi hermanastro Samuel tocaba y David cantaba, su voz era melodiosa lástima que el horrible tocar de Samuel lo arruinara. 

-       Disculpen- susurre tímidamente mientras entraba sabía que lo más probable era que mi madrasta me regañara pero la verdad era importante dar esta información.

-       Ceniciento cuantas veces debo decir que no quiero que interrumpas cuando tocamos- grito con voz venenosa la bruj.. digo mi madrastra para luego acercarse seguido de Samuel que me miraba con burla, y David que me miraba con indiferencia.

-       Pero es que hemos recibido una carta invitándonos a un baile en honor de los príncipes- dije nervioso mientras miraba a David que se tensó a escuchar eso, me hizo señas detrás de su hermano y su madre pidiendo vernos luego de que acabaran.

-       Déjame ver eso- dijo Samuel arrancándome la carta yo solo asentí sumisamente aunque la verdad era que quería correr y esconderme en el último rincón de aquella casa.

-       Bien entonces tendremos que prepararnos-dijo feliz mi madrastra creo que es el final del mundo no puedo creer que haya sonreído.

-       Tú también deberías prepararte ceniciento- dijo David llamando la atención de su madre y su hermanastro que lo miraron como si estuviera loco, antes de que ellos empezaran a mandarme y a gritarme para que no fuera preferí hablar.

-       No yo mejor me quedo- dije nerviosamente mientras veía para otro lado sintiendo mis mejillas arder, la idea de que en verdad fueran los príncipes me aterraba y si me encontraba con él no me imaginaba que podía hacer.

-       Pues iras- dijo mi madrastra abrí la boca hasta más no poder, ella no quería que fuera nunca a ningún lugar con ellos y ahora que no quiero quiere que valla.

-       Insisto será mejor que me quede- susurre con seguridad sorprendiendo mucho a la bruja la cual sonrió y sus ojos brillaron como si se le hubiera ocurrido algo.

-       Pues iras ese será tu castigo por molestar a mi hijo- mascullo la mire con enoje mal disimulado no quería ir, si me encontraba con ese imbécil no sabría que hacer, me mordí el labio y Salí en silencio sin entender que mierdas le pasaban a todos se habían vuelto locos.

La tarde se pasó volando para mi desgracia ya que andaba de aquí para halla tratando de ayudar a vestirse tanto a Samuel como a David, luego de un largo rato solo faltaba dos horas y ya todo estaba listo para que ellos se vistieran, en un momento dado David me arrastro a su habitación y comenzó a caminar nervioso por esta.

-       Ni pienses dejarme solo en esta, si caigo tú te vienes conmigo- dijo con un puchero solté un suspiro yo le había dicho que podían ser los príncipes pero el no quiso escucharme.

-       ¿David que haces?- gruño Samuel entrando a la habitación seguido de su madre enseguida se tensó y sonrió forzadamente.

-       Acaso no vez le digo a ceniciento que acomode mi ropa- dijo cínico mientras bufaba con fastidio, mi madrastra me vio detallándome de arriba a abajo.

-       Y tú ya te vestiste- dice desaprobatoria mente, una sonrisa se posó en mis labios, lo sentía por David pero yo no quería ir.

-       Es que no tengo ropa, ni modo no podré ir-dije actuando con pena, David me miro mal para luego sonreír malignamente.

-       O no te preocupes ceniciento aquí tengo guardado un traje viejo que no me queda te lo voy a regalar a que soy generoso- dice con una sonrisa en labios, maldito cínico no quiero ir en verdad porque no me dejan.

-       Valla que suerte la mía- dije con una sonrisa forzada que saco una risita de Samuel, tome entre mis manos el traje que me ofreció David y de mal humor subí a lo más alto de la casa donde se encontraba mi pequeña habitación.

Entre y me despoje de mi ropa para comenzar a bañarme realmente me molestaba esto, en verdad no deseaba conocer a los príncipes me daba un terror solo pensar que puedan ser ellos, y sé muy bien que David no me defenderá solo por estar frente a su bruja madre, con estos pensamientos en mente termine de asearme para luego comenzar a vestirme.

Me puse un pantalón de vestir negro con una camisa blanca y una chaqueta negra que me quedaba muy bien, parecía tener unos anchos hombros aunque no fuera así, aunque se denotaba más mi estrecha cintura me sonroje, me veía como una niña disfrazada de hombre lo que hacía que mi autoestima bajara, suspire y baje a hacia la sala donde seguro mi madrastra me esperaba con mis hermanastro.

 -ya estoy- susurre los tres se voltearon haber y en cuestión de segundos mis hermanastros empezaron a reír sin parar.

-jajajaaj Ceniciento deberías haberte vestido mejor con un vestido de mujer- soltó Samuel mientras se agarraba su barriga sin parar de reír, mi madrastra me vio con una ceja alzada seguro también pensaba lo mismo, mis mejillas no podían de estar más rojas esto era sumamente vergonzoso.

En fin salimos hacia afuera viendo el carruaje desde lejos, este nos llevaría al palacio, un suspiro se escapó de mis labios con la seguridad de que esta noche nada terminaría bien.

 CenicientoWhere stories live. Discover now