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Maira

Escuche el ruido de lo que ocurría fuera del cuarto donde estaba. Parecía una pelea, no me importaba mucho. Hasta que oí la voz de Greg, él me llamaba. Estaba aquí. 

Con energías renovadas tire de las cadenas pero hacia días que estaba en la misma posición y sentía los brazos y las piernas entumecidos. Gruñía con rabia e impotencia cuando la puerta de mi prisión se abrió. 

—calma hermosa. —Carld sonrió y la cicatriz se arrugo deformando aun mas su rostro. 

Le gruñí mostrando los colmillos alargados. Lo que lo hizo reír con más fuerza.   

Carld llamo a unos hombres y ellos arrastraron una chica inconsciente, saco una navaja y corto la muñeca de la chica. La sangre mano lenta y espesa, el dulce olor choco contra mi haciéndome retorcer por la ansiedad. 

—lo quieres ¿verdad?, Debes estar muy hambrienta. —se burlo.

Las gotas de sangre se acercaban más y más. Abrí la boca desesperada por sentir el suave sabor cobrizo. Lloriqueé como un cachorro pequeño hasta que Carld puso la muñeca en mi boca, al instante la mordí para que no la alejara de mi. Gruñí sorbiendo y tragando con muchas ganas.

Después de un momento sentí que mi cuerpo flotaba. Solté a mi presa y balbucee algo. 

—no creí que te hiciera efecto tan rápido. —con una mano movió mi cabeza de un lado a otro, pero no podía mantenerla erguida. —suéltenla. 

Dos hombres me sujetaron, uno de cada brazo.  

—te llevare con tu amado. —Carld me dio un beso en la mejilla —no soy tan malo como quieres creer. 

Movía los brazos de un lado al otro y las piernas me fallaban al caminar. Pero eso no los detuvo, me llevaron por un pasillo, Carld lideraba el camino, las cortinas estaban cerradas y las puertas también lo estaban, además había guardias por todo el lugar. Oí varias puertas ser abiertas y cerradas a nuestro paso hasta entrar en un gran salón. 

—¿Te gusta? —Carld me tomo suavemente en sus brazos y nos acomodo en un sillón, despidió a los demás —esta iba a ser nuestra casa, esta puede ser nuestra casa. —las lentas caricias que me daba solo me ponían más nerviosa, recordaba lo volátil que Carld es —solo dilo y te daré un amuleto, te daré esta casa. —me sujeto el rostro con ambas manos y trabo su mirada en la mía —aun te amo, te daré lo que pidas, todo lo que me pidas.

—quiero verlo. —llore. 

Su mirada se lleno de ira.

—por favor, solo déjame verlo.

—te llevaba allí de todos modos. 

Él me arrastro hasta la puerta de la casa ahí estaba él, Greg, de rodillas junto a la puerta abierta. El amanecer a su espalda. 

Greg estaba prácticamente inconsciente. Quise acercarme a él, pero Carld me sostuvo con fuerza.

—solo quiero que veas. 

Arrastraron a Greg fuera de la casa y lo encadenaron a un poste. El amanecer estaba cada vez más cerca podía ver como los rayos del sol se asomaban. 

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora