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No podía apartar la mirada de las hojas que llevaban en las manos. Reconocía esas hojas y no traerían nada bueno.

Desde que empezaron a estudiarla se habían olvidado de mí por completo.

La mujer mayor dispuso todo a nuestro alrededor y luego de ordenarle a la otra mujer, qué sumisa agachó la cabeza y se alejó, no sin antes mirarme y sonreírme. Pero no era una sonrisa bonita.

La otra mujer espero a que estuviera fuera de su vista para mirarme.

—No puedo creer que tenga que hacer tanto sólo por ti.

Sabía que no me hablaba a mi, aún así respondí.

—Entonces déjame ir, por favor. —rogué.

Ella rió.

—No puedo dejarte ir, porqué esto —señalo las cosas frente a ella y a mi alrededor —ya tomó más tiempo del que debería.

—¿Pero, por qué a mí?

Ella rió más fuerte esta vez. Una hermosa risa musical.

—Este es tu destino, tu propósito.

—Yo no sé de qué me hablas. —apreté los ojos negándome a llorar una vez más —no sé quién eres.

Ella acarició mi mejilla tiernamente.

—Hermanita, —suspiro ella —mi dulce e ingenua hermanita. Siempre fuiste así, por eso nuestros padres siempre te amaron más.

—Ya te lo dije, no sé de qué hablas.

—No sufras por eso, —ladeó la cabeza y las hojas de los árboles a nuestro alrededor se movieron aunque no había viento. —muy pronto sabrás de que hablo.

La mujer se movió alrededor del árbol, mientras las hojas caían. Había visto demasiada magia para saber que ella hizo una barrera de protección.

Ella se paró a mi lado justo cuando Greg apareció frente a nosotras. La barrera lo mantenía lejos de nosotros.

—Pero mira quién llegó. —anuncio alegremente  —Hola amor mío.

—Déjala ir, o...

La risa de la mujer lo cayó.

—¿O qué? —lo reto ella —no pudiste protegerla la última vez, ¿Qué te hace creer que esta vez es diferente?

Greg me miro y había tanto amor en sus ojos, que me quito el aliento.

Olvídame  Où les histoires vivent. Découvrez maintenant