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Greg:

Estaba harto de las órdenes que me daban.

Me alejé del castillo y me interne en el bosque. La luna estaba llena e iluminaba partes donde el bosque no era espeso.

Me senté en la rama de un árbol frondoso a esperar una presa. Matar siempre me ponía de buen humor.

Afortunadamente no tuve que esperar mucho.

Los jadeos de algún pobre hombre hicieron eco en el lugar
Música para mis oídos.

Me quedé totalmente quieto, porque este hombre sonaba...diferente.

Agudice mi oído y enfoque mejor la vista. Y ahí estaba ella. Ella. No llevaba zapatos y sus ropas estaban sucias y eran algo viejas, sin embargo olía a limpio. Una ráfaga de viento me trajo su delicioso aroma.

Se me hace agua la boca.

La seguí por un rato. Ella tenía miedo, podía sentirlo, olerlo en el aire. Y su miedo aumentaba conforme me acercaba a ella. Pero ese olor me estaba volviendo loco, la necesitaba ya.

La pase y me detuve unos pasos frente a ella.

Ella freno y me miró con unos enormes y bellos ojos negros como la noche. Un jadeo le quito el aire por un segundo.

—hermosa. —susurré.

Ella me observó detenidamente, me estudiaba. Yo hacía lo mismo, una simple humana.

—Eres uno de esos demonios. —dijo ella abriendo mucho los ojos.

Ahora ella empezaría a correr o rogar por su vida. Por eso me aburrían las mujeres humanas, ellas no peleaban por su vida.

Pero ella no corrió. Se dejó caer de rodillas. Aquí van las súplicas.

—Mátame. —me sorprendió. —te ofrezco mi vida, mátame.

Esto es nuevo.

—¿Por qué?

—¿Importa?

—estoy aburrido, entretenme. —ella retrocedió recelosa, una rama quebrándose a lo lejos la puso en alerta nuevamente. —asumo que te siguen, y si ellos van a matarte ¿Para qué me voy a ensuciar las manos?

Ella trago audiblemente y se dejó caer contra el árbol más cercano, apoyándose en el.

—ellos me vendieron.

—¿Te vendieron?

—Mi padre hizo un trato con el señor gobernador, él ayudará a mi familia y yo me caso con él.

—¿Y esa no sería una mejor vida para ti?

Ella negó y lloró.

—Las chicas que van a la casa del gobernador no vuelven a ver la luz y si lo hacen son sólo despojos de lo que alguna vez fueron. Prefiero la muerte a ese infierno en vida.

Ella no me temía, estaba aliviada de mi presencia.

—No te mataré.

Ella se enderezó y echo a correr una vez más. La alcance rápido y la puse sobre mi hombro.

Dejame morir. —chillo golpeándome.

Podía sentir a alguien acercándose. La puse sobre sus pies, así podría hablarle mirándola a los ojos.

—Si te mato ahora, todo terminara rápido. —la tome del cuello para que se quedará quieta —si te quedas conmigo será divertido. Lo prometo.

Olvídame  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora