Capítulo 01

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Cuando recuperó la consciencia pudo sentir una tela áspera contra la piel de su cara. Su cuerpo dolía por la posición en que se encontraba y sus manos y pies estaban inmovilizados. Tenía frío, la fina tela de su pijama no era buen rival contra la temperatura fuera del castillo.

Se intentó mover y chocó con unos objetos a su lado. Desesperado y asustado, movió su boca para hablar, pero solo sonidos inentendibles salían de ella.

—¡Despertó! —exclamó una voz que se le hizo conocida.

Pasaron unos segundos en que sonidos y conversaciones silenciosas ocurrieron antes de que la tela que cubría su cabeza fuera removida y fuera capaz de ver donde y con quién estaba.

Era un grupo de personas frente a él, eso pudo distinguir al menos. Sus ojos estaban desenfocados y se sentía mareado.

—Su majestad —escuchó en tono irónico y una pequeña risa—. Espero que el viaje haya sido de su agrado.

La persona que le había sacado la tela y ahora estaba frente a él era pequeño, al menos en contraste con el chico que había visto antes en el castillo de cabello naranja (o rojo, ya no sabía), pero no más que él mismo. Tenía una sonrisa de medio lado y parecía estar muy seguro de sí mismo. Intentó preguntar algo, pero la tela en su boca lo impidió.

—¿Debería arrodillarme ante él? —preguntó un castaño con una sonrisa naciendo de su costado.

—¿O servirle una copa de vino? ¿Le sirvo caviar? —dijo el pelirrojo socarrón.

—¿O quiere una ducha de tina? Apuesto a que se lava los dientes con diamantes.

—O el trasero —escuchó una risa de no sabía donde.

Intentó moverse de nuevo, pero sus extremidades estaban limitadas a solo un movimiento pequeño y que hacía que las cadenas de su muñeca sonaran. El miedo comenzó a nacer desde lo más profundo de sí... ¿Qué harían con él?

Sus ojos se aclararon bastante más por el miedo y fue capaz de distinguirlos un poco mejor. Todos le miraban desde arriba, como si les diera gracia la situación, aunque por alguna razón no sentía que eran personas hostiles. El chico de cabello azul tenía facciones suaves, igual al chico castaño a su lado, pero este último tenía una mandíbula más marcada que se veía un poco tensa y hombros más anchos, mientras que el peliazul se veía ligeramente más menudo. A su lado estaba el pelirrojo alto que le seguía aterrando. Había una chica que se colgaba en el hombro del alto, pegando su mejilla a su brazo y tenía una expresión jocosa mientras le miraba. Un poco más atrás y alejado estaba una cara conocida... Yeosang... lo recordaba. Una maldición se atragantó su garganta. Hace unos meses había entrado al castillo, trabajando como servicio de limpieza, nunca sospechó algo así. Su presencia explicaba mucho ahora.

Y más a su derecha, alejado del grupo, estaba el chico de ojos brillantes. Su cabello era negro y tenía una expresión indecifrable. Sus ojos eran finos y su piel se pegaba a sus facciones. Se encontraba con el peso en una pierna y sus manos en sus bolsillos, con actitud despreocupada, aunque sus ojos estuviesen pegados a los suyos con una intensidad aterradora.

El chico de pelo azul se acercó peligrosamente a su cara, distrayendolo de su tarea analítica.

—Jung Wooyoung —murmuró como para sí mismo, tomando su barbilla maravillado—, tú, el nuevo rey omega, ¿no? —Wooyoung intentó quitárselo de encima sin éxito.— Tu cabeza vale mucho, casi tanto como el castillo. Tú, un omega que no hace nada más que saludar y sonreír. No puedo creerlo. No eres nadie comparado con tu hermana.

Lo soltó. Wooyoung le fulminó con su mirada.

—Ese mismo principito omega, Jung Wooyoung, está enfrente nuestro, gruñendo como un perro cualquiera —evocó una risa amarga, hablándole a sus compañeros—. Nunca pensé que un encargo me haría tan feliz.

Su sonrisa se borró de su rostro repentinamente cuando se escuchó un ruido afuera y subió su voz hablándole a todos.

—Vayan a cuidar el terreno, partimos en unas horas. Volveremos a nuestro territorio —lo último lo dijo más para sí mismo, pero fue escuchado por todos.

Todos salieron relajados del lugar.

Era una habitación oscura y que no pudo distinguir una ubicación específica, ya que solo habían unas ventanas que no dejaban entrar mucha luz y una puerta.

Un escalofrío lo dominó cuando fijó notó algo. Cuando estaban saliendo los otros, notó a alguien que había logrado esconder su esencia a un nivel inhumano, que si no se hubiese inclinado hacia adelante para retirarse, no se hubiera percatado de su presencia y lo hubiese confundido con un mueble. Su cabello negro y sus ojos rojos amenazadores eran como dagas que se le incrustaban en el pecho.

—Perros —bufó él serio, pero de buen humor, siguiendo a los otros afuera.

Cuando la puerta se cerró detrás de los otros, volvió a quedar a oscuras.

Pasó un tiempo en silencio que se sintió como horas donde se quedó analizando si había forma de escape. No había. Era un sótano, un almacen o algo parecido, la poca luz deslumbraba un solo mueble, donde había una gran cantidad de herramientas, cuchillos y armas, como si fuese una habitación especial de tortura. Se alteró aún más.

Se sintió asustado y adolorido, su omega no dejaba de lamentarse y exigirle liberarse, cuando no era capaz de siquiera levantarse. Sentía sus muñecas lastimadas y su mente maquinando a mil por hora. Tenía que salir de ahí, tenía que salir...

El sonido fuerte de la puerta siendo abierta y la luz que salió de ésta interrumpió sus pensamientos. Aguantó las lágrimas cuando uno de los secuestradores se presentó frente a él. Se acercó elegantemente y le miró desde arriba, agachándose frente a él, aunque no era capaz de ver su rostro y distinguir cuál era.

—Lamento que tenga que ser así —dijo con pesar antes de colocarle el saco nuevamente en su cabeza. Wooyoung forcejeó e intentó proferir alguna palabra o grito que llamara la atención a alguien para que lo ayudara, pero sabía que era inutil.

Lo levantaron como pudieron y lo empujaron fuera de la habitación, mientras él trastabillaba con sus pies.

—Deja de llorar, que no podemos hacerte nada, eso ya deberías saberlo —era el peliazul, ya comenzaba a distinguir sus voces—. Tenemos que sacarlo rápido y llevarlo a la sede —le dijo a los otros.

Luego de aquello, a pesar de seguir peleando en contra de sus captores, se dejó llevar por lo que sus otros sentidos dictaban.

Lo metieron a la fuerza a un auto y condujeron. Estaba entre medio de dos personas, como si tuviese forma de escapar siquiera. Cuando el auto se detuvo se bajaron sus dos acompañantes primero y luego lo arrastraron afuera, cuidándose de sus pataleos. Después, lo cargaron hasta algún lugar y lo soltaron en un lugar cómodo, un sofá o una cama. Fue en ese momento que le descubrieron la cabeza de aquella áspera tela.

—Bienvenido a nuestra casa —dijo alguien con una voz emocionada que contrastaba radicalmente a como se sentía.

Se quedó mirando el suelo, sin ganas de levantar su cabeza.

—Quítenle eso de la boca y libérenlo —dijo la misma voz con menos entusiasmo.

Sintió como era liberado, pero ya no tenía ganas de pelear

—Oye, niño, sigues vivo, ¿verdad?

Un rostro, el del peliazul, se acercó mucho al suyo y lo examinó. Tenía una forma de moverse ágil, pero elegante y sus ojos cafés le escrutaba con la mirada.

Aprovechó para captar su olor. Un beta.

—Creo que necesita un tiempo y alguien que lo ayude —declaró, alejándose—. Yeosang, tú eres omega, ayúdalo. Los demás, afuera.

Y como dijo, se hizo. Quedó a solas con Yeosang. Era capaz de sentir como su cuerpo cambiaba de el eterno cansancio a una ira surgiendo del fondo de su corazón.

—Es bueno verlo de nuevo, señor Wooyoung.

realeza » [woosan]Where stories live. Discover now