Capítulo 25

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—Me gustas mucho, Wooyoung.

Después de decirlo, San pareció arrepentirse, como si de un impulso involuntario se hubiera tratado. Boqueaba sin saber cómo justificarse.

Wooyoung lo interrumpió antes de que dijera alguna estupidez.

—A mi igual.

Se quedaron mirando por unos segundos antes de sonreír como dos imbéciles. Se acercaron involuntariamente sin quitar la mirada el uno del otro como hipnotizados. Wooyoung rodeó el cuello de San con sus brazos y quedaron pegados.

La cercanía se fue rompiendo, miraban los labios del otro con deseo y ansias hasta que se unieron en un suave toque de labios. Luego se reían en medio de besos cortos y profundizando cuando se sintieron a gusto.

San acariciaba el rostro de Wooyoung como quien frota porcelana entre sus yemas mientras que su otra mano le acercaba más. Apretó su trasero cuando se sintió en confianza viendo atentamente la reacción del otro, pidiendo permiso en silencio.

El más bajo sentía una felicidad que como omega nunca había sentido antes.

Antes de llegar allí era un omega como cualquier otro, era servicial, cumplía órdenes y era sumiso a los más fuertes. Cuando llegó al castillo sufrió de muchas humillaciones y tristezas que simplemente tomó como su normalidad.

Pero desde que conoció esa supuesta manada todo parecía distinto. Era como dos realidades completamente distintas donde el supuesto lugar del cual debía temer se había convertido en el nido de felicidad que nunca pensó estar buscando y el lugar en el que estaba "destinado" a vivir no era más que una cárcel que sólo le hacía daño.

No tenía que pretender ser nadie, era libre.

Era el destino y San era parte de él. Cada fibra de su cuerpo lo sabía.

Cuando se separaron se quedaron en la misma posición, Wooyoung sonriendo primero y luego el otro le siguió. Se quedaron de esa forma, escuchando la naturaleza que les rodeaba, como las luces se tornaban rojizas como de atardecer y las hojas mojadas caídas bajo sus pies dejaban un olor agradable en el aire, ignorando las pisadas que se escucharon repentinamente muy cerca de ellos.

—Wooyoung —parte de la felicidad de San se borró, dejando paso a un semblante inseguro—. No creo que sea suficiente para ti..

Él se rio sin poder evitarlo.

—¿Qué te hace decir eso?

—Tú eres un príncipe...

—Ya no lo soy —le interrumpió seguro.

—No, pero tus estándares deben ser distintos a lo que puedo cumplir. No puedo ofrecerte mucho, lo sabes.

Wooyoung sonrió juguetón, pegando sus labios juntos fuertemente y separándose con un gran chasquido.

—Ni yo, estamos a mano

—Puedo lastimarte... —dijo con una expresión de dolor cruzando su rostro. Wooyoung alcanzó su mano y le sacó la lengua infantil.

—Yo también, no lo olvides —sonrió dándole confianza suficiente para acercarse de nuevo, hasta que un ruido les hizo separarse de nuevo.

Una risa femenina.

Ahora, en su campo de visión se acercaba Jinsoul, la vampira, y la chica que recordaba haber visto antes justo cuando tuvo su primer encuentro con Yeojun. Las observó atentamente con confusión.

Ambas eran rubias y muy parecidas entre sí, a excepción de algunos detalles más allá de que una era vampira y otra humana. La chica tenía rasgos más juveniles y un tono de voz suave, aunque eso último ambas lo compartían. Sus ojos eran de un brillante café y su sonrisa evocaba a una juventud que parecía nunca haber muerto y que causaba ternura a cualquiera.

Ambas vestían de escolar y se reían demasiado fuerte como para pasar desapercibidas.

Antes de que Wooyoung fuera a decir algo, sintió como San lo empujó hacia abajo, encontrándose repentinamente rodeado de hojas. Aún confundido vio como él caía al lado suyo y reía suave.

—No querías que nos vieran, ¿no? —se puso de lado para enfrentarlo con una sonrisa traviesa—. ¿Estás bien?

Wooyoung se le tiró encima, tomándole de la ropa.

—Me asustaste, idiota —San le besó para callarlo.

—Esa era la idea.

Se rieron y jugaron a tirarse hojas, besándose de vez en cuando, hasta que Yunho los encontró diciendo que estaba preocupado porque no encontraba a Wooyoung por ninguna parte, interrumpiendo su momento.

Todos entraron entonces a la gran casa, incluso los tortolos que entraban caminando lento y tomados de la mano, hablando en susurros quién sabe qué.

Lo que ambos no se percataron antes de irse era que había alguien escondido detrás de los árboles que llevaba largo rato vigilándolos y que sentía como su corazón muerto se exprimía cada vez más dejando solo amargos sentimientos restantes.

realeza » [woosan]Where stories live. Discover now