Capítulo 32

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Wooyoung estaba sorprendido y sus ojos no podían dejar de ver la imagen frente a él.

San, a su lado, le tomó de la cadera para llamar su atención.

—¿En qué piensas? —el castaño se acomodó en el cuello del más bajo, haciéndole cosquillas y abrazándolo por detrás.

—¿Mmmh...? —le costó ordenar sus pensamientos con él respirando cerca de su cuello—. No sabía que ellos se habían acercado tanto —le indicó con la mano a qué se refería.

San subió la mirada confundido.

Mingi y Yunho hablaban muy cerca en el marco de la puerta de atrás de la casa. Mingi tenía sus manos en las caderas del otro y Yunho le miraba con ojos que mostraban tanto cariño que abrumaba. Parecían estar en su propio mundo.

San bufó con una sonrisa naciendo desde una comisura.

—Es lo normal, desde el primer día que Mingi no deja de hablar de lo atractivo que es Yunho, de como son el uno para el otro y quien sabe que otra cosa melosa —San pasó su mano por el estómago de Wooyoung, pegándose en un abrazo flojo desde atrás. Wooyoung sonrió, dejando que su olor le embriagara.

—Sí... me sorprende que haya sido mutuo de todas formas.

San se alejó un poco para mirarle a la cara y levantar una ceja.

—Porque no sabía que a Yunho le atraía también, no es nada contra Mingi, no me mires así—dijo Wooyoung leyendo sus expresiones ofendidas.

Al parecer acertó porque San volvió a envolverlo en sus brazos como estaban antes. Le parecía cómica la manera en que ya conocía a aquel chico y sabía lo que pensaba sin que dijera nada.

—Hacen linda pareja —murmuró San besando su cuello.

Wooyoung solo pudo emitir un sonido de confirmación ahogado.

San se pegó a él.

—San, va a ser hora del almuerzo... no deberíamos... Además, estamos en medio del pasillo.

El nombrado pareció no escucharlo, lo cual no molestó al pelinegro, ya que él se encontraba tan embelesado por su toque que no pudo pensar con claridad.

San dejó de besarlo, dejándolo desconcertado. Cuando estaba por reclamar el mayor lo empujó a una habitación, cerrando rápidamente con pestillo la puerta detrás de ellos. Era la habitación de alguien lo que lo puso nervioso en un principio, hasta que San, con unos ojos centrados y serios, se acercó a él con actitud salvaje y segura.

Se mantuvieron muy cerca mirándose uno al otro, como desafiándose.

—Esta habitación...

—Es de los vampiros que no viven acá. Nadie la ocupa, además de estar lejos de las otras habitaciones, así que puedes hacer todo el ruido que quieras —dijo lo último sin dejar de mirar sus labios.

Wooyoung tragó duro.

Sus pensamientos se enojaron un tanto con el primer comentario, "¿Entonces por qué nos dejaron a todos los omegas, alfas y betas en las mismas habitaciones si tenían de sobra? No hubiese tenido que soportar a la omega que le reclamaba por cada cosa que hacía o no hacía, por lo "ruidoso" que era y ser una molestia general", pero dejó esto de lado cuando San besó su mejilla lánguidamente.

—Aquí Ryunjin no nos reclamará —dijo en un tono de broma, pero pegó sus caderas de forma brusca, cosa que le gustó más de lo que iba a ser capaz de admitir.

—Ella no me preocupa —puso sus brazos alrededor del cuello de San.

—¿O sí? Porque yo me moría porque estuviésemos los dos, a solas, al fin —sonrió de medio lado como tanto le gustaba hacer últimamente y que hacía que su pulso se acelerara.

El pelinegro no dijo nada al estar tan pendiente de la cercanía de sus bocas y como San le tentaba, moviendo su cabeza de lado y besando las partes alrededor de sus labios.

Wooyoung rio un tanto pudoroso.

—Dónde quedó mi San tímido y que se colaba en mi habitación inocentemente —preguntó en tono de broma, y la voz más grave de lo que esperaba. San se detuvo, sonriendo con ambas comisuras esta vez viéndose adorable.

—Ya no soy así porque ya no te tengo que admirar de lejos, tu belleza y tu ser interesante y enigmático. Ahora puedo saborearte de cerca, mi principito. Antes temía que te alejaras de mi, pero ya veo lo irresistible que soy —el pelinegro le tiró el pelo juguetón como reprimenda mientras San se reía—. Además, no veo que te moleste como te trato ahora.

Se acercó nuevamente, besando sus labios de forma inconsistente y tentativa. Lento y cariñosamente, como si lo saboreara.

—Nunca pensé que el chico que venía a verme por las noches solo buscaba aprovecharse de mi, que horror. Debí cerrar la puerta con llave todas esas noches.

—Me hubiera quedado esperando fuera toda la noche —sus ojos se oscurecieron sin quitar la suavidad y la esencia de San—. Pero creo que valió la pena al final —sin previo aviso se acercó a su cuello, repartiendo besos en su camino.

Wooyoung se comenzó a sentir mareado con eso.

—Eres muy lindo para ser un alfa, realmente no lo entiendo —confesó—. Todos los otros alfas que he conocido antes ninguno es parecido a ti. Siento que me saqué la lotería.

Un pequeño gruñido posesivo salió desde el fondo de la garganta de San al nombrar a otros alfas, pero murió rápidamente, como si volviera en sí. Salió de su cuello y se quedó mirándolo embelesado.

—Es igual para mi... tú eres el único omega que ha llamado mi atención de esta manera —suavemente acunó su mejilla en su mano, haciendo que el corazón del menor se acelerara— Ya estoy tan enamorado de tí que aunque quisiera, ya no podría ser capaz de deshacerme de tí, me atormentas hasta en mis pensamientos, príncipe.

Wooyoung se sintió tan abrumado por aquella confesión que lo atrajo en un beso apasionado a San sin medir su fuerza, chocando con la pared detrás de él que conectaba con un mueble.

Ambos se separaron cuando el sonido a vidrios rotos invadió la habitación haciendo que se alejaran y se miraran con los ojos grandes.

Dirigieron su mirada a un florero que se veía notoriamente antiguo que ahora estaba hecho pedazos mojando sus pies.

—El florero de Taehyung... —dijo San con voz de niño pequeño.

Volvieron a mirarse, pero ahora riendo y tomándose de las manos para salir de ahí lo más rápido que podían.

Se sintieron como dos adolescentes que habían hecho una travesura y que escapaban de la escena del crimen.

Eso sí, cuando el vampiro de aquella habitación se presentó por primera vez en la casa después de casi una semana no se vio muy de humor con su florero roto.


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