Lucius y Narcissa, atraviesan el divorcio más dramático que el mundo mágico haya visto.
Draco esperaba llevar aquella situación con mucha calma y madurez. No se imaginaba que las cosas se llegarían a complicar por la repentina aparición de una repor...
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Sin la presencia de Narcissa y con la mansión para el solo, Lucius se encontraba aburrido. Y sin nada interesante que hacer; se había encerrado en su despacho a arreglar algunos asuntos de sus negocios.
Con el tema de su divorcio y todo el escándalo que se había desatado gracias a la fastidiosa de Rita Skeeter; los negocios de su familia habían sido descuidados, algunos inversionistas y socios se mantenían reacios a relacionarse nuevamente con ellos solo por su divorcio.
«No es que fueran tan importantes» pensó Lucius haciendo a un lado las cartas que había recibido de parte de los inversionistas.
Era algo que se esperaba. Aquellas personas eran pertenecientes a familias que creían que el matrimonio entre brujas y magos con un enlace mágico eran sagrados, la idea de quebrar y romper esa unión fue lo que incentivo su descontento.
Lucius no le tomó importancia a ese asunto, tenían el dinero suficiente como para vivir diez generaciones sin trabajar. Tampoco es que todos sus ingresos vinieran de la mano mágica, claro que no, tenía negocios Muggles que rendían y aportaban a su basta economía.
Si decidiera cerrar sus empresas mágicas no afectaría mucho, pero obviamente Lucius no permitiría eso. Draco no se quedaría sin hacer nada el resto de su vida, había criado a un mocoso egocéntrico, pero no a un irresponsable.
Ocupándose de cualquier inconveniente, Lucius se permitió a sí mismo relajarse. Y vio que era un buen momento para despejar su mente.
Severus le había recomendado que hiciera ese tipo de ejercicios mentales cada día, especulando que así los recuerdos que había perdido regresarían a él de una manera más rápida. Y tenía razón. Desde las primeras veces, Lucius era capaz de recordar todo lo que veía.
Cerró los ojos, y respiró profundamente antes de dejarse llevar.
Como era ya costumbre, se encontraba en una biblioteca, después de días podía confirmar que se trataba de la biblioteca de Hogwarts. Se encontraba esperando a alguien, hasta ese momento no sabía a quién exactamente.
Pero en lo que aguardaba, disfrutaba leer de uno de los tantos libros que tenía a su alcance. Sentando en una de las mesas, no se dio cuenta que se acercaban por detrás.
—¿Quién soy? —con un tono pícaro y burlón, la persona que esperaba le preguntó, apenas este había posado sus manos de manera delicada sobre sus ojos.
En otras circunstancias, Lucius se hubiera molestado por esa muestra infantil y absurda. Pero se vio a sí mismo sonriendo. No hizo ningún movimiento para apartarse, al contrario, se dejó llevar por la sensación de calor de la otra persona.
—Te esperé mucho tiempo —fue lo que respondió.
La persona que cubría sus ojos emitió una dulce risa.
