Lucius y Narcissa, atraviesan el divorcio más dramático que el mundo mágico haya visto.
Draco esperaba llevar aquella situación con mucha calma y madurez. No se imaginaba que las cosas se llegarían a complicar por la repentina aparición de una repor...
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Lucius y Narcissa eran la pareja perfecta. O al menos aparentaban ser la típica pareja perfecta.
La realidad era muy diferente. Ambos habían pasado ignorando la existencia del otro en su estadía en Hogwarts. Sólo se consideraban compañeros, personas que habían terminado clasificados en la misma casa, decir que no habían intercambiado más palabras de lo necesario era una prueba. Y sólo por que Lucius era prefecto y uno de los encargados del grupo de estudio era que podían llegar a entablar una conversación cortés, sus preferencias en cuanto a algún potencial de pareja estaban muy lejos el uno del otro.
Cortesía. Eso lo era todo.
Sin embargo, con el acuerdo al que habían llegado sus familias todo tuvo que cambiar para ellos; empezando por la nula relación que hasta ese entonces mantenían.
Las negociaciones respecto a su matrimonio habían comenzado cuando Lucius estaba a días de graduarse de Hogwarts. A Narcissa aún le quedaba un año más de estudio, pero eso no fue ningún impedimento en su acuerdo nupcial.
Ni Lucius ni Narcissa estaban en contra de su matrimonio. Simplemente les daba igual.
En el momento en que su compromiso se hizo público, la desilusión no se hizo esperar, ambos tenían una larga fila de pretendientes que dejar atrás por el otro. Aún así, y más que todo por la presión de sus propias familias, iniciaron una relación inmediata, dando inicio al cortejo.
Todo fue precipitado y repentino.
Lucius acostumbraba de pasar su tiempo en compañía de su futura esposa. Cuando Narcissa tuvo que regresar a completar su último año en Hogwarts, Lucius le había informado que la vería todos los fines de semana que ella tuviera permitido de visitar Hogsmeade. Estuvieron de de acuerdo.
Narcissa, demás decir, amaba ser consentida. Le encantaba la atención que Lucius le proporcionaba, ya que hacia todo lo posible por complacerla, siempre haciendo gala de su caballerosidad y sus buenos modales. De igual modo, ella se comportaba como una buena compañera lo haría.
Si bien a los ojos de los demás eran la pareja perfecta, la historia era muy diferente. Aún cuando eran prometidos, ambos habían dejado bien en claro sus sentimientos por el otro. En lo único que estaban de acuerdo, era en seguir con el compromiso y procrear un digno heredero.
Y así lo hicieron, como se establecía, contrajeron matrimonio y al año de casados concibieron a su primogénito; Draco Lucius Malfoy Black.
—Narcissa —llamó Lucius desde uno de los muchos pasillos de la mansión—. ¿Me harías el honor de darte prisa? —preguntó con un claro tono de burla.
Un bufido emitido por ella, le indicó exactamente donde se encontraba.
Observándola desde el umbral de la puerta, la silueta de su esposa se movía por la habitación con una elegancia apresurada. Narcissa siguió caminando por toda su estancia hasta detenerse frente al gran espejo que poseía, retoco su peinado y maquillaje, decidiendo en el proceso ignorar un poco más la impaciencia de Lucius.
