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Oikawa estaba cayendo frente a sus ojos. La última vez que había sentido como todo a su alrededor se ponía en cámara lenta y su cuerpo se congelaba fue dos años atrás, luego del accidente que casi le cuesta la vida.

El setter acababa de caer al suelo y soltar un grito aterrador de dolor mientras abrazaba su pierna derecha,  un grito que le heló la piel a todos los presentes.

Ryotaro también estaba en el suelo, sus labios simulaban dolor, su mirada malicia. El ardor en su garganta le noqueó cualquier pensamiento de coherencia. Ella lo vio perfectamente, vio como su rodilla lo tacleaba brutalmente.

No fue a socorrerlo, fue directo a bajarle todos los dientes a su ex, volviendo a dejarlo contra el suelo.

— ¡Eres un bastardo! —un golpe fue suficiente, por el momento.

Estaba totalmente fuera de sí, sus pupilas dilatadas llenas de odio. Si no fuese porque varios estudiantes se entrometieron en la situación, Natsu lo hubiera matado a golpes.

— ¡Himura! ¡Takahiro! —uno de los profesores intervino desquiciado— ¡Suficiente! ¿Qué es esto?

Una vez de pie ella vio cómo los compañeros  cargaban a Oikawa y se lo llevaban a la enfermería. El profesor les dio una advertencia a los dos capitanes de fútbol, esta vez, pero esto no iba a terminar así. La azabache se la juró.

El resto de la mañana pasó entre más competencias. Himura se ausentó de las pequeñas actividades y se escabulló hacia la enfermería para ver si podía tener información de Oikawa.

Como hubiera deseado no haber oído lo que estaba pasando.

— No cuento con las drogas suficientes para calmarle el dolor, hay que llevarlo a un hospital, esta lesión va a requerir de una operación. No podrá jugar por al menos un mes.

La voz de la enfermera silenció por completo a Iwaizumi y al profesor que estaban del lado de adentro. Natsu no pudo soportarlo, estaba llena de odio, rencor e impotencia. Todo había sido su culpa. Ella sabe lo importante que es el vóley en la vida del otro, y por su culpa iba a estar inhabilitado para jugar por un mes mínimo. ¡iba a ser fatal para él!

El nudo en su garganta se rompió, no pudo contener más todos esos sentimientos encontrados que estaba teniendo, y apoyando su cuerpo contra la pared dejó ir lágrimas silenciadas en aquel frío pasillo.

Tras un largo suspiro se puso derecha y elevó su cabeza en alto. Limpió con su campera del club aquel camino salado que había quedado en sus mejillas y volvió a la cancha, justo para el momento en el que su partido contra Ryotaro comenzaba. Ella no notó que Hajime la vio marcharse de allí.

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– Ten cuidado de no lastimarte, Natsu.

Su voz juguetona y llena de burla no le movió un solo pelo. Su aura era totalmente diferente, sombría, silenciosa...

Se colocó en posición y el saque lo tenía el equipo contrario. El primer pase fue directo a Ryotaro, él no dudó en acercarse a la portería sin dar vueltas, con la idea de enfrentarse directamente con la capitana.

《 Muy mala idea, amigo. 》

Natsu clavó el pie en el suelo ante el primer amague y le regaló exactamente el mismo golpe. Rodilla con rodilla, dejándolo en el suelo retorciéndose de dolor. El pitido cortando el partido que apenas llevaba quince segundos y otra vez el escándalo.

— Vete a la mierda.

Fue todo lo que le dijo y ella misma abandonó el campo de juego sin tomarse a molestia de mirar al réferi enseñándole la tarjeta roja. En verdad lo había lastimado, sintió algo romperse dentro de él.

Cuando se alejó lo suficiente de todos, la fuerza de gravedad la atrajo al suelo, tragó pesado, su pierna se sentía el mismísimo infierno. Su rodilla dolía igual o peor, pero estaba tan en paz con haberlo escuchado gritar mientras se revolcaba en el pasto como un maldito gusano. Su orgullo bloqueó el dolor permitiéndole salir de ahí con la cabeza en alto, pero una vez detrás de los pabellones ya no pudo soportarlo.

Su rodilla se había vuelto morada, intentó refugiar el dolor con su propia mano, pero aquello solo empeoró. Se sentó en el suelo respirando hondo, pero no pasaron más de dos segundos que su brazo había sido tomado con fuerza dándole un enorme susto, pero al ver quién era el que estaba intentando ponerla de pie, no puedo evitar romper a llorar y abrazarlo ni bien consiguió estar a su altura con un brazo rodeando su cuello.

— Lo siento tanto.

— Guarda las energías para llegar a la enfermería.

Su voz podría haber sonado fría, pero no fue realmente así, Iwaizumi estaba muy preocupado.

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Giró la cabeza hacia la camilla vacía a su lado. Ya se lo habían llevado al hospital, no había llegado a verlo. El nudo en su garganta fue atravesado por el hielo que el morocho había colocado sobre su rodilla. Ahogó un grito de dolor, pero las lágrimas se las ingeniaron para salir una vez más.

— Te lo mereces... —maldita sea tenía tanta razón — Te lo mereces por no confiar en mi pero si en Matsukawa.

Natsu lo miró sorprendida, ¿Acaso...?

— Si, me lo contó todo. Y yo no soy ningún idiota. ¿Sabes?

La muchacha asintió con muchos sentimientos encontrados. Quería golpearlo por apoyarle el hielo con su maldita fuerza bruta y quería reír por como Issei no había sido capaz de cerrar la boca por más de que se lo haya suplicado. ¿Debería agradecerle?

— ¿Por qué lo hiciste? Mírate como estas ahora.

Ella negó con su cabeza, al fin y al cabo todo lo que había hecho había sido en vano.

— No me importa, ahora mismo solo me importa como está Oikawa.

Iwaizumi suspiró quitando el hielo y sentándose a su lado.

— Programaron la cirugía para esta noche.

Los ojos de Himura se abrieron enormes e inmediatamente saltó de la cama directo a calzarse sus zapatos, el otro la detuvo antes de que sus pies tocaran el suelo.

— ¿A dónde crees que vas?

— Quiero estar ahí.

— Si crees que voy a cargarte hasta allá, estás demente. Te voy a llevar a casa.

— ¡Esta ahí por mi culpa!

— En parte... —la mirada confusa y cuestionada de la muchacha lo obligó a desarrollar— El iba a ser operado de todas formas. Su sobre exigencia entrenando ya lo tenía en la mira, esta lesión solo le adelantó el drama.

Natsu bajó la mirada. Aún así no podía desgarrarse de la culpa que le estaba apretando el corazón.

— Tu tienes que agradecer que no le tienes que seguir el paso, aunque no sé si pueda decir lo mismo de Takahiro.

— Ni lo nombres.

— Te pasaste de la raya, ambos están en graves problemas con la escuela.

A esta altura del partido no le importaba. ¿Iban a expulsarla? Ya no tenía nada más que perder. Ya estaba cansada de luchar, ya estaba cansada de seguir las reglas, no importaba lo que hiciera, siempre salía perdiendo. Y su demonio interno no dejaba de castigarla...

"¿Por qué no te fuiste con ellos?"

— Llévame a casa.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora