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La ligereza con la que el tren se deslizaba entre las vías era tan calma que las dos personas a cada lado habían caído rendidos sobre sus hombros como dos bebés. Y literalmente "bebés" porque ambos estaban babeando su blusa sin conciencia alguna.

Natsu sonrió mientras podía observarlos por momentos a través del reflejo de su celular. Obviamente no dejó pasar la oportunidad de sacarse selfies donde ellos se veían perfectamente risueños. Por momentos apoyaba su cabeza sobre la de Oikawa a su derecha y por otros pasaba a la de Iwaizumi a su izquierda.

No podía creer la dureza en la cara de Toru para llamar a su cuñado y pedirle que reserve dos asientos más en el mismo tren. Por supuesto que sus asientos habían sido esparcidos por todo el carro, pero ni bien encontraron tres asientos juntos vacíos, la verdad que la reserva les valió madre.

Sus párpados también le demandaban una siesta pero estaba tan nerviosa que no podía dejar de pensar en diferentes escenarios una vez que estuviese en el estadio. Ni siquiera pensaba en la reunión que le esperaba con Ryo-san cuando llegase, pues lo más probable era que la mande a dormir ni bien los vea ya que las agujas del reloj ya estaban rozando las diez de la noche.

Himura arrastraba a sus dos amigos tomando cada una de sus manos hasta el hotel donde Kanashiro los esperaba con algo para comer y beber. Aquellos dos con suerte reaccionaban a sus sentidos por lo que fueron directo a las habitaciones que el cuñado de Oikawa les había conseguido, mientras ellos se quedaron hablando unos minutos más antes de también mandarla a la cama.

— En verdad estoy muy agradecido de que estés aquí. Tus compañeras ni siquiera me pidieron que te contacte, te llamaron ellas mismas.

Natsu rio bajo al recordar a la vice-capitana gruñéndole en el celular esa misma tarde.

— Debo admitir que estoy aterrada. No me siento preparada en lo absoluto.

— No lo necesitas. —la azabache pestañeo con confusión dándole paso a que se justifique— Muy rara vez en toda mi carrera como jugador y entrenador he encontrado a una persona que simplemente juega con el balón, no juega al fútbol, simplemente juega con el balón.

Repitió como si con eso le estuviera diciendo lo justo y necesario de una forma detallada.

— Tienes una manera de juego salvaje, en el buen sentido, intentas implementar estrategias en tu equipo pero tu no la sigues en lo más mínimo y es increíble que tus compañeras no te hayan recriminado al respecto, cualquiera en otro club ya lo habría hecho creando una pesada tensión, pero ¿sabes por qué no pasa eso aquí?

La azabache negó levemente con su cabeza sin quitarle los ojos de encima, completamente sumida en sus palabras.

— Inspiras confianza —continuó— y saben lo que haces. Tu juego no altera tus propias estrategias y eso les da lugar a ellas a mejorar y jugar, no como si fuesen tus peones, sino como tus gladiadores. Además admiran que hayas puesto el equipo sobre tu hombro y no las hayas abandonado también, tomaste las riendas y les devolviste el fútbol que sintieron les arrebataron tanto en las nacionales como cuando se fue su anterior entrenador, siendo conscientes de que tu vida fuera del club es muy complicada. Eres como un héroe para ellas y ahora ellas necesitan ese héroe.

Su corazón no paraba de latir con fuerza tras cada palabra escuchada. No lo había visto así, no era consciente de los sentimientos de su propio equipo más allá del balón y eso le dio una patada en el estomago. Ellas de alguna manera siempre se habían preocupado por su persona, llevándole el almuerzo a las prácticas, pasándole las tareas que no podía hacer, esos masajes en sus hombros cada vez que descansaba en la banca. Detalles que no había apreciado con detenimiento y ahora la estaban llevando al punto de enterrar las uñas en sus rodillas mientras sus labios mordidos querían impedir a toda costa que las lágrimas amenazando se asomaran. Se sentía egoísta.

Ryo-san sonrió satisfecho. Sabía lo que acababa de conseguir al sentir como el aura clara que desprendía Himura se había vuelto intensa.

— Voy a traer ese trofeo así sea lo último que haga como capitán del club de fútbol del Aoba Johsai.

Su voz ronca selló aquella promesa. No necesitaba decir más nada, no necesitaba escuchar mas nada. El egoísmo se había convertido en ambición, una que iba a necesitar el día de mañana.

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El bullicio en los pasillos rebasando de energía, ansiedad y nervios colmaba cada rincón del estadio. La tanda de partidos del día había comenzado y para su suerte el Seijoh era el último, por lo que tendrían tiempo de relajarse y analizar a los demás equipos.

— ¡Argh! Olvidé mis zapatos en el vestuario.

Se quejó de repente una de las muchachas de primer año, las más nerviosas allí. Las mayores rieron porque aquello les trajo recuerdos de su primer campeonato oficial donde no se olvidaban la cabeza porque la tenían pegada.

— Yo iré, yo iré.

Se ofreció de primera la vice-capitana, pero Himura la frenó tomando su mano aún entre más risas.

— Olvídalo, la última vez que pasó esto tuvimos que salir a buscarte porque tu te perdiste.

Aquella anécdota rompió los nervios congelados de las principiantes generando un ambiente mucho más relajado, donde ahora la cara de la castaña era carmín por llevarse las miradas y la burla.

— ¡Este lugar es gigante! Piérdete tu y publicaré tu cara por todas las redes sociales.

Natsu rio soltando su mano y tomando la delantera alejándose del grupo.

— Solo no se muevan de aquí. Regresaré en unos minutos.

— ¡No saldré a buscarte!

Las carcajadas volvieron a estallar llevándose alguna que otra mirada de cuervo entre tanto rival, pues no les importaba. Quien se crea cuervo, perderá las alas.

La azabache hizo el mismo recorrido de regreso a los vestuarios y los mismos estaban debajo de la banca donde su compañera se había cambiado. Negó divertida con su cabeza pensando en lo despistada que había sido y se los llevó consigo.

Los pasillos ya no estaban tan cargados, la segunda ronda había comenzado por lo que la gente ya estaba aglomerada en las tribunas disfrutando de los encuentros.

Los nervios volvieron a apoderarse de su estomago, otra vez se encontraba en ese escenario donde era un a todo o nada, el partido que definía su pase a la final del Intercolegial, que más tarde las llevaría a las nacionales.

Su fantasía robándole miles de sonrisas inconscientes en el camino se desvanecieron cuando su brazo fue atrapado con brusquedad y arrastrada tras una puerta fantasma del lugar.

Su corazón dejó de latir en el momento en el que su boca fue tapada para evitar que su voz escapara del susto. La puerta se cerró tras su espalda y una luz se encendió cuando su cuerpo chocó contra la pared más cercana, tirando al suelo trapeadores entre otras cosas.

Se tensó cuando reconoció a la persona que la miraba con odio y resentimiento. Éste comenzó a reír al ver su rostro lleno de pánico y confusión, pero al mismo tiempo todo tomó sentido. Allí también se estaba disputando el Intercolegial de fútbol masculino.

Intenta odiarme... | Oikawa TooruWhere stories live. Discover now